Según el refrán, uno es cornudo y apaleado cuando sabe que se la están jugando y encima se queda a verlas venir. Rosemary, en este caso, es cornuda, como su hijo. Y apaleada, como lo que le hicieron al que tradujo el título.

Lo de los cuernos, ya lo sabemos desde el primer momento gracias al título, y honestamente, tampoco es tan grave: Polanski no tarda en meterse en materia. Salimos de dudas pronto cuando Rosemary se lo monta con a) Satán, b) La criatura del pantano. Y qué. Da igual. Porque joder, ahí es donde está lo grande de esta película; que a sabiendas de todo, se te sigue haciendo un nudo en el ojete con las maquinaciones alrededor de la pobre Rosamari. Y llegará un momento en el que te quieras levantar y gritarle ¡PERO SO PÁNFILA! ¡SAL DE AHÍ, DESGRACIÁ! Pero la pobre, qué puede hacer… si sólo quieren cuidar de ella…

En otra peli, tarde o temprano llegaría el garrotazo, pero en esta… pasa otra cosa. Algo fantástico, genial, único. Un final sublime. Mucho más sobrecogedor que cualquier susto o monstruo.

En cuanto a lo de apaleada… bueno, hay que comprenderla. La atmósfera la tiene absorta… a ella, y a todo el mundo. El mal está ahí, lo puedes sentir echándote el bofe en el cogote… pero tampoco es para tanto. Son buena gente. Yo casi los oigo desde aquí cuidando a la pobre Rosamari… ¡espera! Creo que están diciendo algo…

…Rosemary, maja, mira qué copita tan rica de cianuro que te hemos preparado…