Un joven matrimonio vive en una isla remota de Australia encargándose del mantenimiento de un faro. Sus intentos por tener hijos son baldíos…hasta que una barca llega a la orilla con un hombre muerto y un bebé que no para de llorar.

El director de la muy mitómana Blue Valentine, Derek Cianfrance, nos trae otro film que te desgarra por dentro desde el minuto uno y ya no te suelta hasta el final, conviertiendo en jirones todo lo que encuentra a su alrededor. Es una película poderosa, brutal, con escenas tan duras que te dan miedo por el solo hecho de mirar. En los tiempos actuales las cosas que ocurren en la película no llegarían nunca a pasar, por todos los adelantos tecnológicos, como pudiera ser la existencia de un simple teléfono móvil, pero hace casi 100 años el ser humano se comportaba a base de sensaciones, de la prueba y el error, de su instinto. Era un ser rudimentario pero al mismo tiempo auténtico. Hoy en día somos poco menos que robots al servicio de las grandes marcas o de las grandes masas. Y sino que se lo pregunten a los ciclistas si prefieren correr con pinganillo o sin él. Se ha perdido en veracidad y en realismo. El trío protagonista Michael Fassbender, Alicia Vikander y Rachel Weisz, bordan sus papeles, que van pasando por diferentes estados y emociones, como la vida misma. Yo, desde la distancia, firmo todos y cada uno de los actos del hombre, para lo bueno y para lo malo. Su instinto es el mismo que le llevó a comportarse como un animal pero que a su vez luego le convirtió en un hombre justo y bueno. Y este tipo de personas hoy escasean en el mundo, para mi desgracia. En general, una muy buena película para ver con un paquete de pañuelos bien cerca, que pasó totalmente desapercibida para la crítica, taquilla y para los premios de medio mundo…ni falta que le hace.

Sacapuntas de oro: La imagen del padre desclavando una cruz es tremenda. Para sensibleros y amantes de las películas interiormente dolorosas. Para los que se levantan después de caerse…cien veces. Para los que no crean en príncipes azules ni en perdices. Los paisajes y la fotografía. El final esperanzador.

Sacapuntas de madera: Le pueden sobrar veinte minutos y se le puede acusar de lenta en algunos instantes. Al final siempre la acaba pagando el menos culpable. Algún personaje, en algún momento, suena a caricatura. Que al ser una coproducción de 3 países se pueda ver reflejado en el montaje final y que el director no tuviera el poder absoluto para decidir.

Nota: 8 Sacapuntas.