Una joya de película, Un verano con Mónica es de esos títulos que se recuerdan y donde ya se siente que algo genial, se percibe la huella del genio que se acerca.
Una película estructurada en tres partes, antes del verano (el comienzo de la relación), el verano (el desarrollo de la relación) y después de verano (el fin de la relación).
Una película muy bien estructurada para ver la evolución de la historia sin llegar a caer en la monotonía y con casi ningún altibajo.
Dos personas que se conocen por accidente y de ahí comenzará una relación y con ello la locura del amor a primera vista; ella una chica bien conocida por todos como una “cualquiera”, él un pobre e ingenuo chico que no capaz de ver el mal en las personas y acaba cayendo con la chica más vulgar de todas.
La película evoluciona muy bien hasta que llega el final donde los hechos se suceden muy rápidos confirmando lo que al espectador se le pasa por la cabeza desde el principio.
Todos sabemos como acabará la historia pero hay un momento en el que parecen que las cosas cambiarán, parece que la vulgaridad encontrará la luz...Bergman sabe dar forma a la historia haciéndonos ver cosas donde no las hay, veremos bondad donde solamente hay vulgaridad y parece que las cosas podrán cambiar.
Bergman, a parte de la historia base, analiza y se adentra en la vida de pareja y las complicaciones que éstas tendrán, critica a las mujeres facilonas y los problemas que suelen dar en la vida, la ilusión dentro del matrimonio y las tantas desiluiones que uno se puede llevar al igual que la ilusión por construir un futuro.
La película está elaborada al más estilo tradicional, Bergman no utiliza su bisturí pero la historia es una bomba de relojería, planteando temas profundos del hombre y de sus relaciones amorosas.
Una de las primeras obras maestras de Bergman.