Si Gonzalo Garcia-Pelayo hubiera nacido en Cincinnaty, New York o Los Angeles, seguramente sería una figura mundialmente conocida. Ya se hubiera encargado de ello la poderosa industria cinematográfica norteamericana. Pero, también es cierto que si no hubiera nacido en este país, posiblemente no hubiera descubierto el método para hacer saltar los casinos de medio mundo. Y es que, nos guste o no, llevamos la picaresca impresa a fuego en nuestro ADN.

Quizás por eso mismo, toda esa habilidad que demostramos en ciertas cosas, la perdemos cuando nos ponemos detrás de una cámara e intentamos emular el cine que se hace más allá del atlántico. Y esto viene a cuento de este film, dirigido por Eduard Cortés que trata de explicarnos cómo Gonzalo Garcia-Pelayo (Lluís Homar) ayudado por su familia, en especial su hijo Iván (Daniel Brühl), sus primos y cuñado (Miguel Ángel Silvestre, Oriol Vila y Vicente Romero), pusieron en práctica un método que se basaba en un defecto de las ruletas que hacía salir más a unos números que a otros.
El realizador y su guionista (Piti Español) intentan mostrarnos la génesis, cómo empezó todo. Pero teniendo en cuenta que la figura del patriarca del clan, Gonzalo, es suficiente como para hacer una película sobre su vida (ha sido productor de cine, representante taurino, director, además de aficionado al juego), no entiendo el motivo por el que quede relegado a unas pocas intervenciones, dejando toda la acción a los jóvenes. Tampoco parece muy afortunado el arranque del film, excesivamente brusco, sin apenas ponernos en antecedentes, y contándolo todo de forma apresurada. Ni mucho menos parece afortunado relegar la "hazaña" de los Pelayo a un par de casinos, cuando la campaña de marquéting que acompaña al film se ha encargado de divulgar que saltaron la banca de casinos de todo el mundo.
Quizás los responsables del film han preferido dar más cancha a Brühl que se pasea por el film con el gesto torcido bajo un sombrero que no sabemos muy bien si pretende homenajear a algún músico o a algún gangster, o a Miguel Angel Silvestre que aporta su figura y poco más y el resto de personajes aportan contrapuntos divertidos. Pero además de desaprovechar a Lluís Homar, se desaprovecha la presencia de Eduard Fernández, que compone un excelente malo, pero lamentablemente, el film no le permite tener un "bueno" a su altura, y además su presencia está recortada.
Tampoco saben hacer funcionar las subtramas del film, como la relación padre-hijo con una mujer por el medio (Huichi Chiu aporta el toque exótico), la complicada relación de la hija o las relaciones familiares del cuñado, Balón. Da la impresión que Eduard Cortés contaba con un presupuesto más bien reducido, pero eso no explica las tramas que se han quedado cortadas en la mesa de montaje. Y es una lástima porque se trataba de una historia que enganchaba sin necesidad de demasiados artificios.