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Voto de Sibila de Delfos:
8
Drama Elia cumple 40 años y, para celebrarlo, reúne en una lujosa casa rural a amigos y familiares. Tiene que decirles algo muy importante que hará que el ambiente empiece a enrarecerse... (FILMAFFINITY)
10 de abril de 2015
28 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después del resbalón artístico que tuvo con la poco interesante 15 años y un día, Gracia Querejeta vuelve a la senda del buen cine, del excelente cine, con Felices 140.
Resulta francamente difícil hablar de la película sin desvelar nada de su argumento. Es más, si desean verla, por favor, no dejen que nadie le chafe las sorpresas que guarda. Porque lo que en un principio parece una comedia agradable y buenrollista en la que unos personajes van a pelearse por el dinero del personaje de Elia en un tono eminentemente cómico se transforma por obra y gracia de Querejeta y su co-guionista, Antonio Mercero, en una de las sorpresas más grandes que ha dado el cine español en años. Por buena y por inesperada. Empieza como una comedia familiar y romántica y termina… mejor que lo descubran ustedes. Sin desvelar nada, quien conozca las obras de la dramaturga francesa Yasmina Reza (Art y Un dios salvaje son las más conocidas) encontrará similitudes con Felices 140 en su tratamiento de la comedia y la tragedia, unidos de la mano a veces incluso en la misma escena.
Felices 140 tiene lo mejor de Gracia Querejeta, aquello que estaba presente en todo su esplendor en una extraordinaria película como Siete mesas de billar francés. Aparte de la mencionada habilidad para mezclar comedia y drama de forma admirable, Querejeta es especialista en dos cosas: la naturalidad y las escenas de enorme fuerza emocional. Lo primero es muy fácil de ver, porque los diálogos de los personajes son los que podríamos decir cualquiera. No suenan a frase de película, sino a vida, a autenticidad, a frases de cualquier hijo de vecino. Lo segundo se ve también claramente en una escena que es digna heredera de aquel mítico enfrentamiento que tenían Maribel Verdú y Blanca Portillo en un restaurante en la mencionada Siete mesas (y después también en la sala de billares). Presten mucha atención a la escena en que Marian Álvarez y Nora Navas discuten sacando a la luz todas sus rencillas, apoyadas por Paula Cancio, y no me digan que no es cine de primera categoría. En eso Gracia Querejeta es una maestra, en discusiones de personajes y en escenas donde prima lo emocional y lo visceral, lo que sale de las entrañas del personaje, bueno o malo. Quizás es la mejor que hay ahora mismo en nuestro cine para parir escenas tan potentes dramáticamente como esas sin abandonar el tono comercial de la propuesta. A todo esto hay que sumar una obvia reflexión acerca del dinero y el poder corruptor que tiene sobre las vidas de la gente y cómo es capaz de pasar por encima incluso de los lazos familiares y de amistad y de pudrir relaciones asentadas. Obvia y fácil reflexión, repetimos, pero no por ello menos agradecida o por supuesto actual en los tiempos que vivimos.
Por desgracia, la cosa no es perfecta. Pero pocas películas lo son, ¿verdad? Querejeta aquí descubre el pastel demasiado pronto, el cambio es demasiado rápido, demasiado para mantener el interés durante casi una hora más de película. A veces da la sensación de que le sobran diez minutos. Además, hay cosas realmente superfluas que solo están ahí para añadir todavía más drama a la ecuación (ver el secreto que guarda Cati y que es revelado por Elia) y resulta bastante sorprendente lo poco que importa el personaje de Alex O’Dogherty. Una lástima, porque el actor gaditano está estupendo y demuestra que tiene muchos más registros que el que normalmente exhibe en sus roles más cómicos, pero su Polo es quizás el único personaje sin demasiada historia detrás, sin mucho fondo, e incluso a veces en las escenas grupales habla tan poco y se lo ve tan al fondo del encuadre que apenas se nota que está.
Y sobre todo lo que es Felices 140 es un recital de aquello que mejor hace Querejeta, que es dirigir actores. Ya no es que reúna a un grupo absolutamente memorable (casi todos ellos premiados con Goyas o con una reconocidísima trayectoria a sus espaldas) sino que además saca lo mejor de todos ellos. Maribel Verdú, ya prácticamente una musa para la directora, exhibe de nuevo su capacidad para dar vida a mujeres complejas llenas de secretos, aunque en honor a la verdad los personajes que le da Querejeta suelen ser siempre muy similares y apenas se nota diferencia con sus interpretaciones en Siete mesas de billar francés y 15 años y un día. Marian Álvarez pasa de la comedia a la tragedia en un segundo sin despeinarse y junto con Nora Navas es el motor dramático de la película. Algunos de los mejores momentos son los que las tienen a ambas en pantalla. Antonio de la Torre y Eduard Fernández, cada uno en su estilo, continúan con su recital de todo tipo de personajes, gestos, aspectos y miradas como los actores todoterreno que son. No sería justo tampoco olvidar a Ginés García Millán, uno de los actores y normalmente más olvidados actores en activo de este país, al menos en el cine (en televisión es una presencia constante), ni por supuesto al joven Marcos Ruiz (mucho más entonado aquí que en la serie de Alatriste, aunque no era difícil porque el material es como cien mil veces mejor) y a Paula Cancio, que va a dar seguro mucho que hablar y con razón, porque está espléndida en su rol de argentina cargante y presumida que, como todos los demás, cambia drásticamente a mitad del juego.
En definitiva, una gran, gran película de Gracia Querejeta que apunta ya directa a la temporada de premios y supone un inquietante desafío para el espectador. Un placer acompañar a Elia y su familia en este viaje tan sui generis. Y por favor, que les den otro Goya a Nora Navas y Marian Álvarez.

Lo mejor: Los actores, todos monumentales, y la enorme valentía de la directora por empezar la película de una manera y después introducir ese giro tan brutal que deja al espectador inmóvil en la butaca.
Lo peor: El secreto del personaje de Cati es un poco forzado y no hacía ninguna falta, el personaje de Alex O’Dogherty aporta bastante poco y Querejeta descubre las cartas demasiado pronto.
Sibila de Delfos
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