Shoot' em up vino a aportar (y lo sigue aportando a día de hoy) algo muy necesario en el cine, especialmente teniendo en cuenta los tiempos tan adocenados que vivimos, llenos de secuelas, precuelas, remakes, reboots y corrección política: desvergüenza. Es de las películas más desvergonzadas, alocadas y libres de prejuicios que uno se puede encontrar por ahí.
Por supuesto, lo que más llama la atención es su violencia. Shoot' em up es salvaje hasta la extenuación, sangrienta como la que más, y muy muy bestia en sus tiroteos. Sin embargo, que no se exalten los más mojigatos. El estilo de la violencia, aunque muy crudo, es también muy como de videojuego, de esos "de tiros" a los que todos hemos jugado alguna vez. De hecho, la película no dista mucho de ese tipo de juegos de "héroe contra todos". Y aquí viene el punto más flojo de la cinta: no tiene guión. O mejor dicho, el guión está, pero no se lo espera. Realmente, lo que está pasando y por qué está pasando, le importa bastante poco a Michael Davis. El objetivo no es interesar con la historia, sino divertir salvajemente al espectador con el festín de tiros, sangre y audacia que despliega la cinta. Y vaya si lo consigue. Es hilarante, se pasa en un suspiro (dura menos de hora y media, y se agradece, porque no necesitaba más), tiene una de las mejores y más originales escenas de sexo vistas en muchos años, y tiene al siempre excepcional Clive Owen como protagonista- impertérrito, elegante, con un sentido del humor fabuloso, carismático y supurando masculinidad a chorros.
Divierte y entretiene muchísimo, que es lo que cuenta. Ojo, no es moco de pavo. Muy pocos filmes consiguen sus objetivos con tanta claridad.

Lo mejor: Su absoluta desvergüenza, su apuesta por una violencia sin concesiones y el apabullante carisma y talento de Clive Owen.
Lo peor: Es lo que es.