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Voto de Sibila de Delfos:
7
Intriga. Fantástico. Thriller. Drama Durante unas vacaciones en un paraíso tropical, una familia empieza a percibir que en la recóndita playa elegida para relajarse unas horas suceden algunas anomalías temporales...
31 de julio de 2021
17 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
M. Night Shyamalan siempre, siempre causa controversia.
Aquellos años iniciales de El sexto sentido, El protegido y Señales, entre 1999 y 2002, en que crítica y público respondían de forma unánime al realizador indio, quedan ya muy atrás. En 2004, la magistral The Village (sí, repetimos: magistral) inauguró una nueva etapa en su filmografía, una en que cada película iba a polarizar a las audiencias y los comentaristas profesionales, a veces con razón (Airbender, After Earth, Múltipe, un poco también El incidente) y a veces de forma totalmente injusta (La joven del agua, La visita, Glass o la mencionada The Village, que son todas películas sensacionales, cuando no directamente magistrales, como decíamos).
Tiempo es algo nuevo en su filmografía. Es nuevo porque es la primera vez que el realizador sale de Philadelphia (aunque sigue habiendo guiños a su ciudad) y también es la primera vez que el material no es original, ya que se trata de la adaptación de una novela gráfica. Sin embargo, lo que no cambia son las pasiones y odios que levanta Shyamalan, y por desgracia en esta ocasión hay que reconocer que la reacción polarizada es comprensible.
Hay algo que siempre debería estar fuera de toda duda, y es la pericia cinematográfica de Shyamalan. Le pese a quien le pese, es uno de los mejores directores del mundo. La tensión que consigue con esos primeros planos, o cuando decide enfocar sólo las espaldas de los niños durante bastantes minutos para que no se descubra la sorpresa antes de tiempo, o la elegancia que tiene en la puesta en escena y cómo ha decidido no apostar por el gore o lo desagradable (salvo una excepción), es el trabajo de un maestro de la cámara. Además, se trata de una experiencia asfixiante para el espectador, y de eso es de lo que se trataba. La angustia es palpable, y la desesperación de los personajes se traslada eficazmente al espectador. Muy bien escogidos, además, los actores, especialmente los que interpretan a padres e hijos. Atención al parecido físico entre Vicky Krieps (algo irregular, con lo fabulosa que estuvo en Phantom Thread) y Embeth Davitz (que, por cierto, llevaba siete años sin aparecer en la gran pantalla), por ejemplo.
Además, como siempre, Shyamalan va más allá y nos dice algo importante no sólo sobre la salud física y mental, sino también sobre la emocional, consiguiendo una emotividad verdadera en muchas de las escenas. Hay una esperanza en el sufrimiento de los personajes y en esta trampa mortal disfrazada de paraíso, una esperanza que permite la reconciliación y el perdón donde parecían imposibles.
Sin embargo, hay demasiadas cosas que no funcionan. Resulta difícil detallarlos sin caer en spoilers, desde luego, por motivos obvios, y además se entiende que hay un componente de fidelidad al material original que puede influenciar en los defectos de la cinta. Pero el guion, especialmente en el comienzo en el resort, parece necesitar de una re-escritura constante en diálogos que no aportan nada. La importancia del personaje de Idlib queda, digamos, cogida con hilos. Tampoco se entiende muy bien qué aporta a la trama que uno de los protagonistas sea precisamente un rapero, cuando en el resto de personajes sí queda muy bien definido por qué se dedican a lo que se dedican. No hay razón tampoco para que la narración se tome tanto tiempo para presentar situación y personajes, y de repente, en cuestión de minutos, solucione los destinos de la mitad de los personajes, sin dar tiempo al público a digerir lo que pasa. Algunos actores están desaprovechados, especialmente Eliza Scanlen, que estuvo maravillosa en Mujercitas y Sharp objects, y aquí apenas tiene, valga la redundancia, tiempo para destacar. Además, es sorprendente que en una puesta en escena tan comedida y cuidada, como comentábamos antes, Shyamalan se ponga de repente tan desagradable con las últimas escenas del personaje de Crystal, y hasta ahí podemos leer. Vamos, sorprende incluso que no haya habido quejas de alguna asociación de personas que sufran hipocalcemia, teniendo en cuenta los tiempos "ofendidos" que vivimos.
Y sobre todo, la película patina estrepitosamente en su final, demasiado detallado, y además de forma innecesaria. ¿Qué problema hubiera habido en que no existiera explicación a lo que está pasando? De hecho, ya existe un cierto componente sobrenatural en lo que se nos explica. La sensación malsana hubiese sido todavía mayor, como sí ocurría, de forma algo similar, en la excelente Vivarium de Lorcan Finnegan, hace dos años, una película turbia a más no poder que no explicaba nunca de forma racional las cosas, como sí intenta hacer Tiempo. Y es un error. Especialmente por el moralismo que comienza a impregnar la historia una vez se nos cuenta qué está pasando.
En definitiva, una película impactante, muy siniestra y llena de ese mal rollo que retuerce al espectador en el asiento del cine, pero desaprovechada. Podría haber sido una obra maestra. No lo es.

Lo mejor: La espectacular y única sabiduría fílmica de Shyamalan, la potentísima premisa y lo malsano e inquietante de la situación.
Lo peor: El desarrollo y sobre todo el final no están a la altura del planteamiento, hay actores desaprovechados (sobre todo Eliza Scanlen) y ciertos diálogos y personajes necesitan una re-escritura urgente.
Sibila de Delfos
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