Guillaume y los chicos ¡a la mesa!, detrás de tan curioso y estrambótico título, esconde un pequeño gran regalo para el espectador.
Sin perder la esencia de la más pura comedia francesa (atención a ese sentido del humor tan a lo Francis Veber o Christian Clavier, entre fino y bufonesco), el extraordinario y talentoso Guillaume Gallienne (¡qué actor! ¡qué guionista! ¡qué director de actores! atención a lo que saca de la no menos increíble Françoise Fabian o de Diane Krueger) presenta una deliciosa comedia que combina perfectamente los momentos descacharrantes (la secuencia de los masajes es oro puro) con un fondo extremadamente emotivo y sensible, que es el del amor de un hijo por su madre y las enseñanzas que extrae de ella a pesar de los pesares. Es, en pocas palabras, una película que combina lo tierno con lo cómico para alcanzar un resultado la mar de simpático y logrado. Entretiene, emociona y divierte a partes iguales.
Ah, por cierto, si les parece excesiva la narración en off de Guillaume mirando a cámara, tranquilos. Cobra sentido de manera maravillosa en los últimos minutos de la cinta, sin duda los más emotivos y entrañables de una película ya de por sí muy emotiva y entrañable. Una delicia.

Lo mejor: Guillaume Gallienne en todas sus facetas y lo divertida y tierna que es.
Lo peor: No deja poso de obra maestra pero tampoco lo pretende.