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9
6,8
32.214
Drama. Ciencia ficción
Justine (Kirsten Dunst) y su prometido Michael (Alexander Skarsgård) celebran su boda con una suntuosa fiesta en casa de su hermana (Charlotte Gainsbourg) y su cuñado (Kiefer Sutherland). Mientras tanto, el planeta Melancolía se dirige hacia la Tierra... (FILMAFFINITY)
30 de septiembre de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Melancolía es una gran metáfora sobre la lucidez.
Presenciamos el doloroso viaje hacia la lucidez de Justine; de comprender (tras un lamentable comentario de su madre) que la vida y todo lo que asociamos con ella es producto de nuestra cultura, de nuestros "inventos", porque alcanzar la verdad en toda su dimensión es muy difícil y si no tenemos respuestas creamos certezas para aplacar la angustiosa incertidumbre.
Justine pierde la candidez hasta llegar al más absoluto nihilismo.
Ella comienza a entender que las personas en gran medida obran en función de sus propios intereses (egoístas), y que atenúan esta incómoda verdad, a mi juicio, con religiones, educación y mitos para hacerla más llevadera (lo que es posible por cierto).
La desazón de Justine (tras el penoso incidente durante su fiesta de matrimonio) se refleja en el prólogo de fotogramas pausados que evidencian el real sentimiento de una persona depresiva que no tiene ganas de nada, que ve todo en cámara lenta y que hasta levantarse es un fastidio.
Asimismo la música de Wagner en esta inicial secuencia cobra real dimensión, dado que al compositor alemán lo movía hallar la verdad de todo (justamente el viaje interior que emprende Justine sobre sí misma).
Si su hermana Charlotte está histérica por el inminente fin del mundo, Justine está completamente tranquila tras la lucidez que alcanza con el sufrimiento y no tiene mayor problema con que se extinga la humanidad, tal como lo fue con los dinosaurios.
De hecho Justine, luego de su trabajar su sufrimiento, alcanza cierta paz interior y hasta hace de alguna forma el amor con la naturaleza, junto a un río, en un bello trance de perfecta armonía con ésta.
Presenciamos el doloroso viaje hacia la lucidez de Justine; de comprender (tras un lamentable comentario de su madre) que la vida y todo lo que asociamos con ella es producto de nuestra cultura, de nuestros "inventos", porque alcanzar la verdad en toda su dimensión es muy difícil y si no tenemos respuestas creamos certezas para aplacar la angustiosa incertidumbre.
Justine pierde la candidez hasta llegar al más absoluto nihilismo.
Ella comienza a entender que las personas en gran medida obran en función de sus propios intereses (egoístas), y que atenúan esta incómoda verdad, a mi juicio, con religiones, educación y mitos para hacerla más llevadera (lo que es posible por cierto).
La desazón de Justine (tras el penoso incidente durante su fiesta de matrimonio) se refleja en el prólogo de fotogramas pausados que evidencian el real sentimiento de una persona depresiva que no tiene ganas de nada, que ve todo en cámara lenta y que hasta levantarse es un fastidio.
Asimismo la música de Wagner en esta inicial secuencia cobra real dimensión, dado que al compositor alemán lo movía hallar la verdad de todo (justamente el viaje interior que emprende Justine sobre sí misma).
Si su hermana Charlotte está histérica por el inminente fin del mundo, Justine está completamente tranquila tras la lucidez que alcanza con el sufrimiento y no tiene mayor problema con que se extinga la humanidad, tal como lo fue con los dinosaurios.
De hecho Justine, luego de su trabajar su sufrimiento, alcanza cierta paz interior y hasta hace de alguna forma el amor con la naturaleza, junto a un río, en un bello trance de perfecta armonía con ésta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La última escena es genial y de nuevo remite a Wagner, dado que esta "cueva mágica" que inventa Justine para "proteger" a su pequeño sobrino de la colisión con el planeta Melancolía (para que no tenga miedo) remite a los mitos de la humanidad (tema muy wagneriano), pues los mitos permiten vivir en "armonía" con la naturaleza; creer que la existencia tiene una explicación clara y concreta y así no sentirnos desolados en el universo.