Se nota que Mateo Gil quería hacer un western. En Blackthorn se respira amor por este género, ya casi muerto cinéfilamente (aunque, como todos los géneros, resucitará algún día, si no esperemos a que Tarantino lance su nueva película). El cine "de pistoleros", como se le suele llamar, suele ser objeto de trivialización o de poca estima, sin tener en cuenta que, si se saben tocar las teclas exactas, es un género que nos permite hablar de muchas de las vicisitudes del alma humana.
Mateo Gil es un tío inteligente y lo demuestra con esta película. Sabe que en un western los disparos no lo son todo; en Blackthorn se dan los justos y necesarios. En un western que quiera ser algo más que un mero entretenimiento, hay que currarse a los personajes. Mateo Gil lo hace, y además cuenta con el mismísimo Sam Shepard en el rol protagonista. Solo cojea en el personaje de Stephen Rea, algo desaprovechado.
¿Dónde se respira ese amor por el western? Pues, sin duda, en tomar como base la historia de Butch Cassidy y Sundance Kid, revisitándola, reformulándola y dilatándola en el tiempo. Con respeto y con inteligencia, aunque con un argumento un tanto escaso, que tal vez se queda corto en alguna parte (yo diría que el final es tal vez lo más descuidado del film, que no permite que la película sea completamente redonda).
Pero, ante todo, aplaudo la valentía de Mateo Gil por el simple hecho de rodar un western, un género tan americano. Y no lo hace en plan spaghetti, sino más mirando a Sergio Leone. Blackthorn es una película, además, hermosísima, con una fotografía alucinante. El paisaje es un personaje más, sin duda. Todos los detalles técnicos están muy cuidados.
Blackthorn, seguramente, quedará como una rara avis dentro del panorama cinematográfico español. Es una película muy respetable, muy sobria y muy sencilla, aunque no sea redonda. Y confirma que Mateo Gil es un valor muy a tener en cuenta.