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Voto de harryhausenn:
8
6,4
6.593
Drama
El encuentro con un activista medioambiental y su esposa embarazada (Amanda Seyfried) radicaliza poco a poco la ideología de un pastor evangélico (Ethan Hawke), un antiguo capellán del ejército, todavía marcado por la muerte de su hijo en Irak, que dirige una pequeña iglesia en el norte del estado de Nueva York. (FILMAFFINITY)
23 de septiembre de 2018
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Paul Schrader demuestra con First reformed su genio creativo una vez más. Siendo el guionista de Taxi driver, creó de uno de los personajes atormentados más icónicos de la historia del cine. Una losa demasiado grande para que el gran público se interesase por el resto de su filmografía como director, relegada a un grupo reducido pero fiel de seguidores. Cineasta de técnica irreprochable y con mayores inquietudes artísticas de lo que las distribuidoras pueden llegar a soportar, su obra se ha visto en infinidad de ocasiones relegada a pocas salas de cine. Escandaloso es el hecho que esta película en concreto, estrenada en la Mostra del año pasado, pese a un grueso de críticas entusiastas en los EE.UU, haya sido relegada a un estreno en DVD en Francia. Seguramente un sujeto peliagudo y una trama tan polémica hayan provocado que ningún distribuidor se atreviera a apostar ella.
Es imposible como espectador ver First reformed desenvolverse poco a poco ante nuestros ojos sin pensar en Los comulgantes de Bergman. Ambas obras guardan un enorme parecido. En el clásico sueco, un pastor protestante se veía sacudido por el temor al holocausto nuclear de uno de sus fieles. En la libre adaptación de Schrader, el temor tiene su origen en la catástrofe ecologista próxima, consecuencia de la superpoblación global. En ambos casos los eventos que rodean a las confidencias de los creyentes al protagonista, desembocan en una lucha interna cuyas consecuencias se convierten en el peso de ambas películas. Pero allí donde la obra maestra de Bergman se limitaba más a un conflicto introspectivo, Schrader expande el tormento de su protagonista transformándolo en amenaza colectiva, exactamente lo mismo que hizo con la figura de Travis en Taxi driver: el tormento individual como creación de terroristas en potencia.
First reformed es una olla a presión que se va calentando hasta que rompe a hervir. La austeridad y la frialdad de una puesta en escena estudiada al detalle van fraguando un clima desasosegante que Schrader sabe mantener. El formato de 35mm hace de cada encuadre una foto perfecta; la ausencia de banda sonora remarca la tensión en los momentos más inquietantes; estos son el descubrimiento en la nieve o la escena final antes de la misa. Aparte, los escasos momentos que cuentan con unas notas musicales, sorprenden por su contundencia: hay un cóctel peligroso que se prepara en primer plano que inquieta por su contenido y ya a otro nivel tenemos la escena más importante de la película, la de la meditación.
Es imposible como espectador ver First reformed desenvolverse poco a poco ante nuestros ojos sin pensar en Los comulgantes de Bergman. Ambas obras guardan un enorme parecido. En el clásico sueco, un pastor protestante se veía sacudido por el temor al holocausto nuclear de uno de sus fieles. En la libre adaptación de Schrader, el temor tiene su origen en la catástrofe ecologista próxima, consecuencia de la superpoblación global. En ambos casos los eventos que rodean a las confidencias de los creyentes al protagonista, desembocan en una lucha interna cuyas consecuencias se convierten en el peso de ambas películas. Pero allí donde la obra maestra de Bergman se limitaba más a un conflicto introspectivo, Schrader expande el tormento de su protagonista transformándolo en amenaza colectiva, exactamente lo mismo que hizo con la figura de Travis en Taxi driver: el tormento individual como creación de terroristas en potencia.
First reformed es una olla a presión que se va calentando hasta que rompe a hervir. La austeridad y la frialdad de una puesta en escena estudiada al detalle van fraguando un clima desasosegante que Schrader sabe mantener. El formato de 35mm hace de cada encuadre una foto perfecta; la ausencia de banda sonora remarca la tensión en los momentos más inquietantes; estos son el descubrimiento en la nieve o la escena final antes de la misa. Aparte, los escasos momentos que cuentan con unas notas musicales, sorprenden por su contundencia: hay un cóctel peligroso que se prepara en primer plano que inquieta por su contenido y ya a otro nivel tenemos la escena más importante de la película, la de la meditación.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El papel de Amanda Seyfried sirve como contrapunto del sufrimiento que va invadiendo al pastor. La feligresa que logra intimar con el protagonista parece ser la cura del dolor de éste, y el momento en que el contacto físico entre ambos aflora, la escena vira bruscamente al polo opuesto, pulverizando cualquier expectativa junto con los límites que hasta entonces la propia película había construido. Pasamos de lo que se nos anuncia como una escena romántica de alta tensión sexual a un pasaje onírico de enorme impacto político: un viaje astral que comienza con una levitación y que recorre paisajes arrasados por la acción del hombre. Un prodigio cinematográfico, tanto técnico como simbólico, a la altura de la bomba atómica de Twin Peaks. Tras esta revelación, el pastor pasa a la acción.
Es una de las imágenes más potentes que podrían ser inventadas en la situación actual de Occidente: un pastor protestante con un chaleco de explosivos. Vivimos en un tiempo en el que hemos sido testigos de cómo cualquier ciudadano puede convertirse en terrorista de la noche a la mañana, al igual que Travis Bickle. Schrader aborda este horrible fenómeno social de la manera más osada posible: desde la comprensión. Una figura con la que empatizamos, el hombre religioso que ha de hacer frente a la pérdida de su hijo, y una causa a la que es fácil adherirse, el ecologismo. Dos factores que se van aproximando a lo largo de toda la película y con los que nos vamos identificando hasta que de manera insospechada una posible masacre de inocentes hace irrupción dejándonos tan atónitos como desolados. Schrader ha demostrado una vez más cómo las guerras personales y la marginalidad pueden desencadenar una formas insólitas de violencia. Lo hace sin miedo a las polémicas ni a los escándalos que los últimos quince minutos de películas puedan suscitar y pone sobre la mesa una pregunta crucial para llegar a comprender algún día el origen de las últimas olas de violencia insana: ¿Cómo ha sido esto posible?
hommecinema.blogspot.fr
Es una de las imágenes más potentes que podrían ser inventadas en la situación actual de Occidente: un pastor protestante con un chaleco de explosivos. Vivimos en un tiempo en el que hemos sido testigos de cómo cualquier ciudadano puede convertirse en terrorista de la noche a la mañana, al igual que Travis Bickle. Schrader aborda este horrible fenómeno social de la manera más osada posible: desde la comprensión. Una figura con la que empatizamos, el hombre religioso que ha de hacer frente a la pérdida de su hijo, y una causa a la que es fácil adherirse, el ecologismo. Dos factores que se van aproximando a lo largo de toda la película y con los que nos vamos identificando hasta que de manera insospechada una posible masacre de inocentes hace irrupción dejándonos tan atónitos como desolados. Schrader ha demostrado una vez más cómo las guerras personales y la marginalidad pueden desencadenar una formas insólitas de violencia. Lo hace sin miedo a las polémicas ni a los escándalos que los últimos quince minutos de películas puedan suscitar y pone sobre la mesa una pregunta crucial para llegar a comprender algún día el origen de las últimas olas de violencia insana: ¿Cómo ha sido esto posible?
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