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Voto de FranciscoG:
9
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Terror. Drama
Durante el tradicional partido de criquet que juegan todos los años los enfermos mentales de un sanatorio contra los habitantes de Lampton, Charles Crossley (Alan Bates) le cuenta a Robert (Tim Curry) que tiene un poder sobrenatural, aprendido durante los 18 años que pasó con los aborígenes australianos: el poder de matar con un grito... (FILMAFFINITY)
15 de mayo de 2011
26 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El grito” es como "2001, Odisea del espacio". Conviene haber leído antes el libro. Es un film para gente paciente, para lectores. ¡Amantes del cine de acción, retiraos!. Ahora que estamos solos, continuemos. Tuve la suerte de leer el cuento de Robert Graves antes de toparme con la exitante noticia de que lo habían filmado. ¡Y con música de Genesis! Y allá fuí, religiosamente, y no me defraudó. Es una de las mejores adaptaciones que he visto, junto con "Rita Hayworth y la redención de Shawshank" de King, "El duelo" de Conrad y "El día del Chacal" de Forsyth. Las actuaciones son correctas, sin embargo, la de Alan Bates (como Charles) sobresale. Representa muy bien la aureola de poder, de cierta crispación, de fuerte presencia masculina requeridas por el papel. Su contrapartida, John Hurt (como Richard) interpreta con facilidad el único rol que conoce: el de hombre frágil y reflexivo. Susannah York hace a Rachel: pero en vez de ser tierna, morena y menuda es alta, rubia y un poco tosca, tan sensual como una escoba gastada, aunque un varón como Charles podría encontrar femenina hasta una almohada. La música de Genesis no fué lo que esperaba. No es melódica, sino incidental. Suena bien mientras se la escucha, subliminal e intimidante, pero al terminar se esfuma de la memoria como la niebla de la mañana. Los paisajes filmados en Devon, especialmente los costeros, exhiben un bucolismo casi irlandés, aunque algo más recio y simulan bien las características australianas.
"El grito" ofrece un rompecabezas cuyas piezas aparecen de a poco, junto con las reglas para encajarlas. La imagen que van formando resulta extravagante pero lógica. No es una historia de "terror", sino una fantasía misteriosa y poética acerca de cómo esta organizado el mundo, sobre dónde reside el alma y de como son entonces las verdaderas relaciones causales. No está hecha para espantar, sino para sorprender y estimular la especulación. Superficialmente trata de infidelidad y venganza, y se relatan operatorias mágicas (tal vez por eso la encasillaron en el género de terror).
Esté atento y al concluir, quedará absorto con las potentes posibilidades del argumento, tal vez fantaseando otros, con hambre de más explicaciones y desarrollos que el disponible en esta cinta de 80 minutos. Ese es otro síntoma de las buenas películas: la función continua cuando la proyección terminó.
"El grito" ofrece un rompecabezas cuyas piezas aparecen de a poco, junto con las reglas para encajarlas. La imagen que van formando resulta extravagante pero lógica. No es una historia de "terror", sino una fantasía misteriosa y poética acerca de cómo esta organizado el mundo, sobre dónde reside el alma y de como son entonces las verdaderas relaciones causales. No está hecha para espantar, sino para sorprender y estimular la especulación. Superficialmente trata de infidelidad y venganza, y se relatan operatorias mágicas (tal vez por eso la encasillaron en el género de terror).
Esté atento y al concluir, quedará absorto con las potentes posibilidades del argumento, tal vez fantaseando otros, con hambre de más explicaciones y desarrollos que el disponible en esta cinta de 80 minutos. Ese es otro síntoma de las buenas películas: la función continua cuando la proyección terminó.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Le cuento algo, lector, fuertemente comprimido. Todo el relato lo refiere el paciente Charles Crossey (Alan Bates) a un visitante, durante un partido de cricket, en el parque de una institución psiquiátrica australiana, donde está internado. El hombre se muestra amable, y es muy culto e inteligente. Sin embargo, irradia un sutil trastorno en la personalidad, que el psiquiatra a cargo había descrito minutos antes de presentarlos, señalando dos árboles: uno grande y derecho contra otro también grande pero misteriosamente retorcido. "Ese esta loco", explicó al visitante. Para pasar el rato mientras llevan los tantos, y posiblemente por pudor, Charles cuenta al invitado porque está allí, en el manicomio. Habiendo retornado del desierto australiano tras 18 años de convivir con indígenas y siendo un vagabundo, logra acceder a la vida del joven matrimonio formado por Rachel y Richard, para poseerla. Primero, se hace invitar a comer, luego a dormir, luego a quedarse. De forma creciente y sutil impone su voluntad, mientras sobresalta sus anfitriones con una total falta de tacto (que resulta bastante violenta de ver). Conscientemente o no, va mostrando pequeñas habilidades inexplicables. En un diálogo, confiesa a su anfitrión (seguramente con fines disuasorios), haber sido entrenado por un brujo en la emisión de un grito capaz de eliminar toda vida cientos de metros a la redonda. La mente racional de Richard no puede admitirlo, y se mofa. Charles se afrenta (o simula tal cosa) y así lo conmina a presenciar una demostración. Demostrado el poder de Charles, Richard debe limitarse a soportar la presencia del intruso en casa. Pero observador y reflexivo como es, desentraña las nuevas reglas que descubre en la realidad, y devuelve el golpe con armas de similar naturaleza. De resultas, Charles cae en el manicomio, pero aclara que no por loco, sino porque su alma se ha partido en cuatro, literalmente. El visitante, también intimidado por aquella personalidad dominante, le sigue la corriente. Entre tanto, aparece un nuevo jugador desde el pueblo: Richard, el enemigo. Simultáneamente, en el cielo se prepara una pesada tormenta estival…
Hasta aquí llegamos. Y espero que estos trazos le estimulen lo suficiente para decidirse a verla.
Hasta aquí llegamos. Y espero que estos trazos le estimulen lo suficiente para decidirse a verla.