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Voto de Chris Jiménez:
5
Thriller. Acción Devastado por un fallo en una operación, el negociador de rehenes de la Policía de Los Ángeles Jeff Talley (Bruce Willis) se marcha de la ciudad y se va a vivir con su mujer e hija a una pequeña población en el tranquilo condado de Ventura. Un año después, se deberá volver a enfrentar a otro difícil caso de secuestro con rehenes... (FILMAFFINITY)
22 de octubre de 2017
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¿Cuántas veces hemos visto lo de quedar presos en el propio hogar del cual un día nos arrancan la libertad de posesión?
Una vez más entramos a otro junto a unos asaltantes que no saben la mala experiencia que les espera.

Lo hacemos, además, siempre agazapados tras las rocosas espaldas de Bruce Willis. Sí, mitad del 2.000 y ahí estaba, manteniendo el tipo con 50 años recién cumplidos, casi nada para una gran estrella como él, ya demostrado en aquellas fechas con "Lágrimas del Sol" o "Sin City"; pues dos semanas antes de la memorable versión cinematográfica del cómic de Frank Miller llega la que nos ocupa, algunos pensando que sería su retorno a sus clásicos papeles de héroe de acción. Sí y no, es díficil de concretar.
A Doug Richardson, autor y guionista de importantes "blockbusters" ("Dos Policías Rebeldes", la 2.ª y la 4.ª parte de la franquicia de "Jungla de Cristal"), se le encarga, para una coproducción de abultado presupuesto, la adaptación de "Hostage", celebrada novela del maestro del policíaco Robert Crais, un Hammett moderno por así decirlo, publicada en 2.001 y curiosa en su haber al estar alejada de su longeva saga de Elvis Cole/Joe Pike. No tengo muy claro, ni me apetece averiguar por qué, este relato criminal de sabor clásico pasa a manos de Florent Siri, otro francés con el síndrome de "me creo Luc Besson", más director de videoclips que de películas.

En aquel entonces, de hecho, se le conocía por la inverosímil y frenética "Nido de Avispas", su carta de presentación al Mundo (y menuda, señores). Ya vuelve a hacer uso de su estilización visual durante unos créditos iniciales que parecen más bien los de una película de DC o los de "Sin City" (considerando que se estrenó antes, ¿hablamos de influencia?), y entramos en materia con un Willis andrajoso encarnando a un hábil negociador, en este prólogo que, de no estar inspirado en ningún libro, podría haber sido extraído del de "Mercury Rising", donde el anterior Jeffries ahora es Talley.
Todo un cliché: el especialista marcado por un trauma del pasado que, tiempo después, intenta cicatrizar sus heridas en un puesto más humilde mientras rivaliza con una tensa situación familiar (tomando parte en ello la propia hija del actor, Rumer); lo que pasa es que Siri, pese a su nervio y talento para lo visual, no capta la emoción visceral de las páginas de Crais. Otro cliché que ayuda a sentar las bases de la trama: los delincuentes que, huyendo de la escena del crimen, se cuelan en una casa con algunos secretos; estas secuencias introductorias se filman y tratan con una aspereza que destilan aroma de los '70 en cada fotograma.

O más bien, con personajes como el nervioso Dennis y el inquietante Mars o la adolescente de sensualidad explosiva Jennifer, esto está más cerca de ser el "remake" de alguno de aquellos "slashers" de la época (si hacemos memoria a mitad del 2.000 dicho fenómeno de resurrección estaba en su apogeo). Y se desata la incoherencia: que en una mansión de alta tecnología en las montañas puedan entrar tres paletos subnormales con esa facilidad...en fin; este primer acto de intensidad brutal desarrolla la trama de "Horas Desesperadas" en algo así como el escenario de "La Habitación del Pánico".
Talley entra a formar parte de rebote, cuya actitud de Willis es la misma de sus héroes (o anti-héroes) de antaño: la pesada resignación. Pero el libreto, que despliega el suspense de manera efectiva repitiendo todas las maniobras de los "thrillers" con rehenes y negociadores, opta por un giro curioso y chirriante: abrir una subtrama donde el padre de la familia está vinculado con unos misteriosos criminales. Y yo creo que resulta un tremendo esfuerzo que éstos busquen a la familia del cansado policía y la utilicen para sus propósitos, sabiendo que sus planes pueden torcerse en un abrir y cerrar de ojos...pero sucede, y nos lo tenemos que tragar con patatas.

Richardson no tiene la culpa; esta desviación narrativa ya estaba presente en el libro, y lo único que él hace es cambiar al poderoso grupo mafioso al cual pertenece el padre (antes Sonny) y el complejo argumento que se construye sobre ellos. En las páginas, gracias a la prosa sólida y ágil del autor, las sorpresas resultan agradables, pero tal vez no funcionan en el film, y menos del modo en que está plasmado; mientras tanto, en el interior y alrededor de la mansión, crecen los violentos cara a cara entre buenos y malos, y entre ellos mismos, mediando Talley con sus propios métodos, sobre todo por su propio interés (al estilo Willis).
En esta historia donde cada grupo de personajes son rehenes de otros (los policías y la familia de los secuestradores, los secuestradores de la misma casa donde se han encerrado, la familia de Talley de los criminales, éstos a su vez, y por las circunstancias, de Talley, y él como rehén universal: de su traumático pasado que renace en esta situación presente y amenaza con repetirse las mismas funestas consecuencias), Siri se presta demasiado al efectismo, al estilo de Hollywood, a ciertos clichés del "thriller" del siglo XXI, incluso en este film que con sus vueltas de tuerca y peculiares personajes intenta alejarse de dichos clichés.

Esas vueltas son su soga al cuello; un último tramo entre el "psycho-slasher" (dentro de la casa, con Mars convertido en un monstruo de Hooper o Craven) y las resoluciones tópicas (mejor habría sido dejar morir al padre, como sucedía en la novela, o por ejemplo vincular a los jóvenes delincuentes con el grupo de misteriosos asesinos, en otro giro inesperado...).
Tras Willis y ese Ben Foster que da escalofríos, las actuaciones no se apartan de lo rutinario; destaca, no de manera elogiosa, el puñetero Jimmy Bennett anticipando lo que haría en "Firewall" o "Poseidon", e insufrible en su papel: otro niñato con el síndrome de Kevin McCallister que cree que todo lo puede ante los villanos. Yo me quedo con el buen trabajo de Giovanni Coltellacci a la fotografía y Keith Cunningham a la dirección artística.
Chris Jiménez
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