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Voto de Chris Jiménez:
8
6,8
1.731
Cine negro. Thriller
Cuando Kelly Sherwood, una joven empleada de banca, regresa a su domicilio en un barrio de San Francisco, es atacada por un desconocido que le exige que robe cien mil dólares del banco donde trabaja; si no cumple sus órdenes, asesinará a su hermana Toby. Aterrorizada, la joven se pone en contacto con el FBI, pero las pistas que aporta son muy escasas. (FILMAFFINITY)
30 de marzo de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una mujer al borde del ataque cardíaco, al servicio de un monstruo despiadado capaz de cualquier cosa por dinero.
¿Quién podría ponernos la carne de gallina con tanta eficacia a lo largo de un relato absorbente sobre la amenaza, el chantaje y la muerte...?
Muchos estaban pasando por mi cabeza pero jamás lo relacionaría con Blake Edwards, rey indiscutible de la comedia moderna americana; tamaña sorpresa la mía que, de haber visto esta obra sin conocerlo previamente, aseguraría que se trata del trabajo de un maestro del suspense. Eso es lo sorprendente de los artesanos clásicos: su gran destreza para moverse de un estilo a otro sin dejar atrás su talento; basada en una de las novelas de los autores de ficción criminal Gordon Gordon y su esposa Mildred (en concreto en una de las muchas protagonizada por su personaje estrella, el agente federal John Ripley), Edwards se embarca hacia terrenos inexplorados.
Tras el indiscutible éxito que le brindara "Desayuno con Diamantes" y antes de iniciar su saga de "La Pantera Rosa", realiza dos films "serios" con la muy sufrida Lee Remick al frente (quien comprobó en sus propias carnes el carácter y la perfección del cineasta); "Experiment in Terror" (hagamos como si no existiera traducción...) fue el primero, el cual llega en un momento en que el "thriller" empieza a apoyarse en unos códigos y claves cada vez más arriesgados mientras inicia una especie de colosal degeneración, y el modelo a seguir es, cómo no, la "Psicosis" "hitchcockiana" (infinita la lista de títulos que hallamos bajo su influjo: desde "El Cabo del Terror" a "Jigsaw" pasando por "La Muchacha que sabía Demasiado", "Homicidio" o la española "A Hierro Muere").
Parece que el nativo de Oklahoma ha aprendido bien de sus mentores, y empieza su relato entre la oscuridad de la noche con un largo viaje en automóvil, atravesando el gran puente de San Francisco hasta llegar al n.º 120 de la avenida St. Germain; un viaje cuyo final termina con la mujer que conducía (Kelly) presa de un individuo dentro de su garaje. Como invocaba Hitchcock en sus obras (tan influenciado por su querido Cecil B. DeMille), el inicio de una intriga debe hacer saltar la sospecha y la tensión del espectador para asegurar su total fascinación.
Y se consigue. Medio ocultos y medio descubiertos por los abisales claroscuros del ambiente que con extremo detalle modela Phil Lathrop, Kelly y su asaltante son enfocados en primeros planos donde el nivel de desasosiego aumenta a cada segundo; la expresión desencajada de ella se une a la respiración fatigosa de él en un acto de terror sádico y de inopinada carga sexual. Este terremoto psicológico da pie a un acoso y chantaje imparable contra la pobre cajera y su hermana pequeña Toby; los Gordon, muy inteligentemente a cargo del guión, no se desviven en escudriñar en el pasado o el aspecto dramático de los personajes. Su drama empieza cuando se cruzan y sus existencias siguen adelante hacia un posible destino fatal...
Sin embargo es inevitable dicha introspección, y este trabajo se le deja a un grupo de agentes del F.B.I. que entran en la trama con bastante credibilidad, con Ripley a la cabeza, quien al estar dotado del granítico rostro y las duras maneras de Glenn Ford se asegura un espectro psicológico transparente y desprovisto de cualquier ambigüedad.
De ahí que pueda chocar bastante el contraste entre la moderna figura del villano presentada y el modo, casi propagandístico, con que Edwards define a los agentes de la ley encargados de velar por la seguridad de Kelly y Toby, más propio de los policíacos de los '40 y '50.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Frente a una Lee Remick nerviosa y temblorosa (y realmente bellísima), un Ross Martin de mirada inquietante que con su Garland se alza hasta los primeros puestos de los villanos más aterradores del cine negro (créanme). Así, el hombre ya elevado a genio del humor tuvo un bautismo de fuego en un tipo desconocido de cine, del que salió triunfante aunque nadie creyera que lo pudiese conseguir.
Y si todavía alguien puede dudar del gran talento que posee Edwards para el "thriller" como el mejor de los "directores serios" del género, tendrá la respuesta en ese excitante tramo final en el Candlestick Park (al que Don Siegel rendiría tributo, a su manera, en su "Harry, "el Sucio" ") al igual que Hitchcock y como es propio del cine americano, las intrigas han de rematarse a lo grande sin importar si el puro espectáculo sobrepasa los límites de la coherencia y la lógica. Pero el resultado logra encogerle a uno hasta las tripas...y más aún cuando las imágenes están acompañadas de la tan hipnótica banda sonora de Henry Mancini.
¿Quién podría ponernos la carne de gallina con tanta eficacia a lo largo de un relato absorbente sobre la amenaza, el chantaje y la muerte...?
Muchos estaban pasando por mi cabeza pero jamás lo relacionaría con Blake Edwards, rey indiscutible de la comedia moderna americana; tamaña sorpresa la mía que, de haber visto esta obra sin conocerlo previamente, aseguraría que se trata del trabajo de un maestro del suspense. Eso es lo sorprendente de los artesanos clásicos: su gran destreza para moverse de un estilo a otro sin dejar atrás su talento; basada en una de las novelas de los autores de ficción criminal Gordon Gordon y su esposa Mildred (en concreto en una de las muchas protagonizada por su personaje estrella, el agente federal John Ripley), Edwards se embarca hacia terrenos inexplorados.
Tras el indiscutible éxito que le brindara "Desayuno con Diamantes" y antes de iniciar su saga de "La Pantera Rosa", realiza dos films "serios" con la muy sufrida Lee Remick al frente (quien comprobó en sus propias carnes el carácter y la perfección del cineasta); "Experiment in Terror" (hagamos como si no existiera traducción...) fue el primero, el cual llega en un momento en que el "thriller" empieza a apoyarse en unos códigos y claves cada vez más arriesgados mientras inicia una especie de colosal degeneración, y el modelo a seguir es, cómo no, la "Psicosis" "hitchcockiana" (infinita la lista de títulos que hallamos bajo su influjo: desde "El Cabo del Terror" a "Jigsaw" pasando por "La Muchacha que sabía Demasiado", "Homicidio" o la española "A Hierro Muere").
Parece que el nativo de Oklahoma ha aprendido bien de sus mentores, y empieza su relato entre la oscuridad de la noche con un largo viaje en automóvil, atravesando el gran puente de San Francisco hasta llegar al n.º 120 de la avenida St. Germain; un viaje cuyo final termina con la mujer que conducía (Kelly) presa de un individuo dentro de su garaje. Como invocaba Hitchcock en sus obras (tan influenciado por su querido Cecil B. DeMille), el inicio de una intriga debe hacer saltar la sospecha y la tensión del espectador para asegurar su total fascinación.
Y se consigue. Medio ocultos y medio descubiertos por los abisales claroscuros del ambiente que con extremo detalle modela Phil Lathrop, Kelly y su asaltante son enfocados en primeros planos donde el nivel de desasosiego aumenta a cada segundo; la expresión desencajada de ella se une a la respiración fatigosa de él en un acto de terror sádico y de inopinada carga sexual. Este terremoto psicológico da pie a un acoso y chantaje imparable contra la pobre cajera y su hermana pequeña Toby; los Gordon, muy inteligentemente a cargo del guión, no se desviven en escudriñar en el pasado o el aspecto dramático de los personajes. Su drama empieza cuando se cruzan y sus existencias siguen adelante hacia un posible destino fatal...
Sin embargo es inevitable dicha introspección, y este trabajo se le deja a un grupo de agentes del F.B.I. que entran en la trama con bastante credibilidad, con Ripley a la cabeza, quien al estar dotado del granítico rostro y las duras maneras de Glenn Ford se asegura un espectro psicológico transparente y desprovisto de cualquier ambigüedad.
De ahí que pueda chocar bastante el contraste entre la moderna figura del villano presentada y el modo, casi propagandístico, con que Edwards define a los agentes de la ley encargados de velar por la seguridad de Kelly y Toby, más propio de los policíacos de los '40 y '50.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Frente a una Lee Remick nerviosa y temblorosa (y realmente bellísima), un Ross Martin de mirada inquietante que con su Garland se alza hasta los primeros puestos de los villanos más aterradores del cine negro (créanme). Así, el hombre ya elevado a genio del humor tuvo un bautismo de fuego en un tipo desconocido de cine, del que salió triunfante aunque nadie creyera que lo pudiese conseguir.
Y si todavía alguien puede dudar del gran talento que posee Edwards para el "thriller" como el mejor de los "directores serios" del género, tendrá la respuesta en ese excitante tramo final en el Candlestick Park (al que Don Siegel rendiría tributo, a su manera, en su "Harry, "el Sucio" ") al igual que Hitchcock y como es propio del cine americano, las intrigas han de rematarse a lo grande sin importar si el puro espectáculo sobrepasa los límites de la coherencia y la lógica. Pero el resultado logra encogerle a uno hasta las tripas...y más aún cuando las imágenes están acompañadas de la tan hipnótica banda sonora de Henry Mancini.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
No existirá, y esto sí que es una sorpresa, el romance típico entre los protagonistas (lo cual podría suceder y no resultar molesto en absoluto). Con la aspereza y vitalidad mostradas quizás en "La Ciudad Desnuda" o "La Calle del Misterio" (a su vez inspiración para "Psicosis"), el director, brillante en sus técnicas para mantener el ritmo y el suspense en constante tensión, nos lanza a una cacería sin tregua entre el chantaje, la amenaza personal y la investigación policial.
En ella se juega a crisparnos los nervios como si fuésemos la propia protagonista (pues desde el principio la fría mano del asesino apretó la garganta de Kelly a la vez que la nuestra, y el miedo se contagia...).
En mitad de este argumento bien hilvanado donde la identidad del chantajista/acosador/asesino se revela con demasiada prisa (hubiera sido una maniobra soberbia si se hubiese mantenido en secreto hasta el final) son introducidos personajes secundarios puede que encaminados hacia callejones narrativos sin salida (Nancy y ese soplón (muy típico) que todo lo sabe y cuya función es revelar algo supuestamente importante para después desaparecer del mapa) pero que ayudan a elevar el nivel del misterio e interés. De hecho la intervención de una mujer (Lisa) cuyo hijo paralítico está siendo mantenido por el criminal hace despertar la ambigüedad sobre su carácter y procederes.
La perspectiva adecuada es ni que decir tiene la que proyectan los federales; por ello somos testigos de su gran esfuerzo en proteger a las víctimas y la maldad con que el anterior urde sus planes, plasmado esto en dos escalofriantes momentos: el asalto a Kelly en los baño con el primero oculto tras un disfraz de anciana y el secuestro y posterior acoso a Toby (aun con el sello de Hitchcock en cada plano, él envidiaría poseer dos secuencias así de poderosas y angustiantes en su carrera).
Así es, Edwards tiene claro cómo enroscarnos entre los pliegues de una atmósfera deudora del "noir" más perverso, perturbador y febril, cuyas influencias remiten tanto a los clásicos (Fritz Lang, Edgar Ulmer, Robert Siodmak) como a las modernas corrientes europeas, muy apreciable en la forma y el estilo.
En ella se juega a crisparnos los nervios como si fuésemos la propia protagonista (pues desde el principio la fría mano del asesino apretó la garganta de Kelly a la vez que la nuestra, y el miedo se contagia...).
En mitad de este argumento bien hilvanado donde la identidad del chantajista/acosador/asesino se revela con demasiada prisa (hubiera sido una maniobra soberbia si se hubiese mantenido en secreto hasta el final) son introducidos personajes secundarios puede que encaminados hacia callejones narrativos sin salida (Nancy y ese soplón (muy típico) que todo lo sabe y cuya función es revelar algo supuestamente importante para después desaparecer del mapa) pero que ayudan a elevar el nivel del misterio e interés. De hecho la intervención de una mujer (Lisa) cuyo hijo paralítico está siendo mantenido por el criminal hace despertar la ambigüedad sobre su carácter y procederes.
La perspectiva adecuada es ni que decir tiene la que proyectan los federales; por ello somos testigos de su gran esfuerzo en proteger a las víctimas y la maldad con que el anterior urde sus planes, plasmado esto en dos escalofriantes momentos: el asalto a Kelly en los baño con el primero oculto tras un disfraz de anciana y el secuestro y posterior acoso a Toby (aun con el sello de Hitchcock en cada plano, él envidiaría poseer dos secuencias así de poderosas y angustiantes en su carrera).
Así es, Edwards tiene claro cómo enroscarnos entre los pliegues de una atmósfera deudora del "noir" más perverso, perturbador y febril, cuyas influencias remiten tanto a los clásicos (Fritz Lang, Edgar Ulmer, Robert Siodmak) como a las modernas corrientes europeas, muy apreciable en la forma y el estilo.