"Si para ser feliz hay que ser así de gilipollas, prefiero no serlo", decía mi acompañante antes de finalizar la película. Esta película trata sobre una pesada insoportable y asquerosa llamada Poppy que tiene un modo de vivir un tanto particular. Es tremendamente risueña, hasta el punto de lo inaguantable, es de por sí una persona ridícula capaz de poner de los nervios a cualquier persona normal.

El mensaje de felicidad/infelicidad que plantea Mike Leigh me parece tan simple como reírse de un golpe en las pelotas, e incluso sienta como una patada en los huevos. En bastantes tramos de película sentía incluso la necesidad de vomitar por el planteamiento tan subnormal de la película. Es de lejos, el peor film que he visto este año.

El motivo por el que le endoso un 2 en lugar de un 1 es por el personaje del taxista interpretado brillantemente por Eddie Marsan. Un taxista racista, machista, inculto, asocial y antipático, un personaje que me ha caído mil veces mejor que Poppy. Si tuviera que elegir a uno de los dos para llevar a una fiesta, sin duda me iría con el taxista. ¡Poppy, sólo oír tu nombre me da náuseas!