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Voto de Luis Guillermo Cardona:
10
Romance. Comedia Alfred Kralik es el tímido jefe de vendedores de Matuschek y Compañía, una tienda de Budapest. Todas las mañanas, los empleados esperan juntos la llegada de su jefe, Hugo Matuschek. A pesar de su timidez, Alfred responde al anuncio de un periódico y mantiene un romance por carta. Su jefe decide contratar a una tal Klara Novak en contra de la opinión de Alfred. En el trabajo, Alfred discute constantemente con ella, sin sospechar que es ... [+]
22 de julio de 2014
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con los compliques que han tenido los nombres personales a lo largo de la historia: Que porque emigras, que porque este país ya lo tomó aquel, que porque aquí nadie sabría pronunciarlo, que por llevar tal nombre te discriminarían, que si firmas así no venderás un libro, que ese nombre ya lo lleva otro… al escritor húngaro nacido como Nicholaus Leitner (1903-1973), le tocó llamarse Nicholaus László cuando se produjo la unificación cultural del imperio austro-húngaro; Al emigrar luego hacia América en 1938, huyendo de los nazis por su extracción judía (días previos a la IIGM) le “bautizaron” Miklós László; y cuando su magnífica obra “Illatszertár” (Perfumería) -estrenada en el teatro Pest de Budapest en 1937-, fue llevada al cine en los EEUU como “The shop around the corner” (porque la perfumería se cambió por una miscelánea), apareció firmada por Nikolaus Laszlo, intentando recuperar el nombre con el que la había publicado.

Amén de los absurdos burocráticos, el nombre de Miklós László (como terminó llamándose al momento de morir) ha quedado ya en la historia por una de las más dúctiles, halagadoras y divertidas obras que se han llevado al medio cinematográfico. En su mejor estilo: Rodaje en Estudio, austeridad de medios, exquisitos diálogos aportados por el autor y por el estupendo guionista Samson Raphaelson, y con una dirección de actores de primera línea, Ernst Lubitsch nos ofrece con “EL BAZAR DE LAS SORPRESAS”, una de las más encantadoras comedias que se hayan podido hacer en el Hollywood de los años 1940.

La sutileza de Lubitsch, perceptible en la brillante manera como expresa sentimientos: Pirovitch huyendo escaleras arriba para evitar tener que mentir ante el señor Matuschek; las frases aclaratorias que buscan evitar un nuevo chisme del empleado Vadas; esa mano enguantada que busca nerviosa en un apartado la carta que no aparece; o esa figura de mujer frustrada -tomada en picado- mientras su insospechado amor secreto la observa indeciso a través del ventanal… dan cuenta de una obra brillante donde todo luce de manera fascinante y donde cada personaje está dotado de calor humano, gracia y picardía a borbotones.

Las actuaciones son inobjetables: James Stewart, magnífico como el modesto dependiente que ha alimentado la imagen del hombre romántico e ideal en la muchacha desconocida que lo trae de cabeza. Margaret Sullavan, fascinante como la chica de carácter y de apreciable gracejo, que se debate entre odiar, o amar, a ese compañero de labores con el que tanto discute. Magnífico Frank Morgan, el jefe “duro” con corazón de crema chantilly, que sabe muy bien quien es el que sabe. Y bueno, Felix Bressart, el amigo leal; Joseph Schildkraut, el empleado en bonanza; William Tracy el extrovertido Pepi Katona, y todos los demás, confluyen en un logro cinematográfico de esos que se te quedan bien dentro y que vas a querer ver una y otra vez.

Título para Latinoamérica: “LA TIENDA DE LA ESQUINA”
Luis Guillermo Cardona
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