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Voto de Luis Guillermo Cardona:
6
Aventuras. Bélico. Drama El estricto capitán Queeg (Humphrey Bogart), un hombre aquejado de agotamiento nervioso y fobias neuróticas, asume el mando del Caine, un dragaminas norteamericano cuya tripulación carece de disciplina. En contra de la opinión de los demás oficiales, introduce cambios y toma medidas tan arbitrarias que la tripulación empieza a considerarlo un neurótico peligroso. Durante una tempestad, Queeg pierde el control de la nave; entonces, el ... [+]
22 de diciembre de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El paso de los años al mando de “la auténtica chatarra de la marina”, como él mismo llama a su vetusto barco destroyer U.S.S. Caine, ha convertido al capitán De Vriess en un oficial bastante relajado, para quien la camaradería es ahora más importante que las reglas. Pero, este comportamiento le merecerá ser relevado del cargo… y el nuevo capitán, Philip Francis Queeg, entrará con deseos de aplicar rigurosamente las normas, con lo que se ganará el respeto del joven egresado Willie Keith, pero despertará la repulsa del resto de la tripulación, sobre todo porque luego demuestra que es más cositero que hábil en el manejo de una nave de ese tipo. Algunos conocimientos adquiridos por el oficial Thomas Keefer, le permitirán afirmar que, el capitán, padece el trastorno mental conocido como paranoia, y entre los demás oficiales, ya nadie le perderá detalle.

Presentado como el primer motín en un barco de la armada estadounidense, este hecho, “con algunos elementos verídicos en un resto de pura ficción”, según confesara Herman Wouk, premio Pulitzer por su novela publicada en 1951, no sé si a partir de la misma obra o a partir del guión que escribiera Stanley Roberts, tiene marcadas semejanzas con la película “Mutiny on the Bounty” que, con notable brillantez, realizara Frank Lloyd en 1935. El esquema general es exactamente el mismo, el capitán de un barco comienza a mostrarse autoritario con su tripulación, convencido de que “la disciplina lo es todo”. De pronto, comienza a sobrepasarse y los oficiales no estarán dispuestos a soportar sus excesos.

Después, en escenas como las reuniones en un camarote, la comida como motivo de “tormenta”, la corte marcial donde se juzga pero…, el amigo que ya no será tan amigo, y hasta en la escena de cierre, es indudable que Wouk, Roberts o Edward Dmytryk, el director de “EL MOTÍN DEL CAINE” (o todos juntos) consideraron que lo hecho por Lloyd era muy digno de ser tomado en cuenta.

Por supuesto, había que mostrar que la cosa era distinta teniendo lo suyo, así que, el marinero pulcro, número uno en la academia, que aquí se agrega, será un hijo de mami a riesgo de perder a su linda novia porque su madre no la considera de su clase. Romance para dar lugar a las mujeres que siempre oxigenan la pantalla y para matizar las intensas escenas que transcurren a bordo. Pero lo más interesante de todo, es la manera como, la armada estadounidense, condicionó su respaldo y colaboración con la película, a lo que Dmytryk no tuvo más que acceder, pues tenía rabo de paja y se le estaba dando la gran oportunidad de rehacer su carrera. De lleno, se busca trascender la deplorable imagen que, en “Mutiny on the Bounty”, se da de la armada inglesa, y para empezar, el término motín, más asociado a rebelión con violencia contra una autoridad, pierde aquí todo su peso, dando paso a una recia, pero siempre decorosa actuación, de parte de los marines estadounidenses y también del capitán.

La corte marcial (tengo que mencionar aquí parte del desenlace), un punto muy alto en ambos filmes, es manejado ahora con tal agudeza que, con el inserto final, los espectadores quedamos con tan fuerte sentimiento de consideración que, al final todos lucen culpables, y los que acusaron, terminan con una responsabilidad moral más alta que la que pudo tener el acusado. Un manejo sobrio y manipulador, que deja casi limpio el nombre de la armada, aunque bien sepamos que no todo brilla en su aparente pulcritud.

Se convierte así, “EL MOTÍN DEL CAINE”, en uno de los filmes pro-institucionales más efectivos que se hayan hecho en Hollywood.

Imposible cerrar este comentario, sin hacer mención de la memorable clase de actuación que nos da, Humphrey Bogart, durante su intervención en el juicio. Los gestos, la voz, la actitud corporal, la mirada, sus expresiones… son exactamente los que asumiría un individuo paranoico, y ¡eso es arte puro! Bogart fue grande porque lo merecía.
Luis Guillermo Cardona
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