Por regla general no me gustan las mentiras, ni los guiones tramposos.
Pero está claro que no hay mejor mentira que aquella que dice lo que uno quiere oír.
Y hablar de K-pax es hablar de ambigüedad, tramposa a la par que maravillosa.
La historia trata sobre un extraño individuo que se hace llamar Prott (Kevin Spacey), que al principio del film se persona en la estación de trenes de una ciudad declarando ser un viajero extraplanetario.
Naturalmente la siguiente parada del protagonista es el psiquiátrico donde es atendido por un terapeuta (Jeff Bridges), que como es de esperar recibe con escepticismo tal revelación.
Sin embargo el gran carisma de Prott y los elaborados detalles de su delirio van mermando el escepticismo inicial del psiquiatra cuya fascinación por el paciente va “in crescendo” hasta el punto de sentirse tentado de creerlo.
Prott además se relaciona con los demás internos del centro, y parece tener una capacidad de sugestión fuera de lo común con efectos terapéuticos inesperados.
Como se puede deducir de la historia, se trata de una película de corte New age con una visión muy optimista de la naturaleza humana.
El guión, como ya he anunciado al principio de la crítica es tramposo y estudiadamente ambiguo.
No obstante, las excelentes actuaciones (especialmente la de Spacey que puede lucirse a placer, suyo y nuestro) y la hermosa y evocadora banda sonora compuesta por Edward Shearmur , hacen de esta bonita mentira un producto altamente disfrutable, sobre todo para aquellos, que como yo, queremos ver el pájaro azul de la felicidad.