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España España · Murcia
Voto de Evol:
9
Drama Johnny Friendly (Lee J Cobb), el jefe del sindicato portuario, utiliza métodos mafiosos para controlar y explotar a los estibadores de los muelles neoyorquinos. Terry Malloy (Marlon Brando), un boxeador fracasado que trabaja para él, se ha visto involuntariamente implicado en uno de sus crímenes. Cuando Malloy conoce a Edie Doyle (Eva Marie Saint), la hermana de la víctima, se produce en él una profunda transformación moral que lo lleva ... [+]
1 de agosto de 2011
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que a estas alturas todavía se debata sobre el valor de esta gran obra en función del detestable comportamiento pasado de su director parece una broma de mal gusto. Queda claro que la capacidad de contextualización-descontextualización constituye uno de los principios básicos para el ejercicio de un pensamiento crítico libre e independiente. Sin conocer el nefasto pasado como delator de Elia Kazan nadie cuestionaría, con tanta saña como se ha venido haciendo, la condición ética de esta película. Si bien es cierto que las exacerbadas arengas del padre Barry pueden resultar un pelín desmesuradas y empachosamente moralizantes, es indiscutible que el código ético medular proclamado por este solvente guion no va más allá del ideario basado en la (nada discutible) lucha contra la opresión presente en muchas otras películas de la época. Cualquier otra interpretación, por muy acertada que sea, entra en el terreno de lo puramente extracinematográfico.

Una vez superado el prejuicio, lo que queda es una monumental obra cuyo principal mérito reside en la prodigiosa dirección de actores. Lo de Marlon Brando es simplemente sobrenatural, puro instinto al servicio de un personaje lleno de matices surgidos directamente desde las tripas: el pelele intelectualmente limitado cuya resignación esconde el germen del inconformismo, magistralmente representado en una de las escenas más contundentes, la de apertura; el seductor a medio camino entre el descreimiento desesperanzado y una clase de impulso romántico varonil, ya en desuso, asentado en los cánones de masculinidad propios de la época, aunque evolucionado hacia la concepción del ser amado no como un objeto frágil al que proteger, sino como un semejante al que idolatrar; el desolado hermano capaz de transformar toda su furia envenenada en súbita fuerza liberadora,... Todo ello comprimido en una intensa mirada capaz de hacer saltar por los aires cualquier posible reserva hacia el personaje.

También destaca Eva Marie Saint en un papel intenso aunque desaprovechado (se echa en falta en la segunda mitad de la película el acertado tono resolutivo desplegado durante la vibrante escena de seducción inicial) y un Karl Malden que, en contraposición a los prescindibles ataques de histrionismo “sermoneante”, encarna, en sus momentos más sosegados, el granítico rostro de la voluntad inquebrantable. Mención aparte merece un inspirado Rod Steiger, protagonista de una de las escenas más bellas de la historia del cine, aquella en la que Brando, desolado, asiste en el asiento trasero de un coche, sin ningún atisbo de ira, a la traición más inesperada. Momento en el que ambos actores consiguen, mano a mano, la sublimación compartida de un complejo cóctel de emociones entre cuyos ingredientes destacan la decepción, la culpabilidad, la vergüenza, el arrepentimiento, el amor fraternal, la compasión, el perdón y algunos otros, de difícil enumeración, únicamente perceptibles durante la contemplación de esta memorable escena.
Evol
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