En El gran Vázquez se dan la mano tres talentos peculiares. Por un lado el del director Oscar Aibar, que es un talento por demostrar. Ninguna de sus tres películas anteriores ha gozado de los favores del público ni de la crítica, y solo Platillos volantes llegó a despertar ciertas simpatías en algunos espectadores y críticos. Del talento de Santiago Segura, el protagonista de la película, se podría debatir mucho. La duda está en si es un brillante hombre orquesta en esto del cine o bien no pasa de ser un genio de la autopromoción. Por último esta Manuel Vazquez, el gran Vázquez, creador de inolvidables tebeos, y timador compulsivo. Tenía talento en ambas cosas. Entre los tres han conseguido hacer una película simpática, original, imaginativa, pero de corto alcance. Viendo la mezcla de talentos el resultado no está mal, podría haber sido mejor, pero también mucho peor.
La película cuenta la historia de Manuel Vázquez, el autor de algunos de los más ingeniosos tebeos surgidos de la editorial Bruguera en la década de los sesenta. Pero aunque esto pueda ser muy interesante, la faceta de su vida que hace que esta se convierta en algo que podría merecer la pena ser contado es otra. Vázquez era un consumado timador, un hombre que no dudaba en mentir y engañar siempre que esto le reportara algún tipo de beneficio económico o, incluso, sexual, ya que llego a mantener más de un matrimonio a la vez. Obviamente al final acabó con sus huesos en la cárcel y la suerte dejó de sonreirle como en sus mejores tiempos.
La película deja claro desde el minuto uno la simpatía que siente por el personaje, y a lo largo de la historia veremos como las luces y las sombras de Vázquez son solo luces, y las sombras quedan reducidas, tal y como las muestra la película, a simples travesuras de un niño juguetón. Como reflejo real de lo que pudo ser la vida de Vázquez creo que la historia no tiene demasiado interés. Intuyo que todo debió ser bastante más sórdido de lo vemos.
Pero el objetivo de El gran Vázquez creo que nunca fue hacer un retrato realista sino trasladar al propio dibujante a una de sus viñetas. Así la película crea un mundo casi de ficción donde, ahí si, las desventuras del protagonista son eso, simples aventurillas simpáticas, y solo en ese mundo el Vázquez que muestra la película tiene cabida. Y es en la creación de ese universo donde más brilla la película. La luz, la ambientación y las interpretaciones de los actores forman un conjunto que encaja a la perfección en ese mundo. Santiago Segura seguirá arrastrando toda su vida el hándicap de haber sido Torrente y es difícil verle en otros papeles sin pensar en él, pero aun así su esfuerzo es considerable. Más me gustan los trabajos de los otros actores encabezados por uno espléndidos Alex Angulo y Enrique Villén.
Para muchos esta es la forma perfecta de acercarse a este personaje, pero yo echo mucho de menos un poco más de realismo clarificador en lugar de tanto tebeo ensalzador.