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Voto de TOM REGAN:
7
6,4
37.793
Comedia
En su más tierna infancia, el niño P. Tinto tiene una revelación: su propósito en la vida debe ser la procreación de una abundante descendencia. Sueña con un montón de hijos que crezcan a su alrededor sanos y fuertes. Quince años después, P. Tinto y Olivia, una mujer ciega y tacaña, forman un hogar en un aislado valle por el que sólo pasa, cada veinticinco años, el Expreso Pendular del Norte. Los P. Tinto desean tener hijos, pero pasan ... [+]
31 de mayo de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
118/22(28/05/18) Singular ópera prima del director madrileño Javier Fesser (a sus 34 años), que había tomado relevancia en spots publicitarios (más de 150, entre ellos a BMW, la Cruz Roja, Volvo o Telefónica) y en los cortos “El secdleto de la tlompeta”, y “Aquel ritmillo” (ambos de 1995, que son los cortos más premiados del cine español). Aquí desarrolla con guión propio y el de su hermano Guillermo Fesser (miembro del popular dúo humorístico “Gomaespuma”), un relato embestido de un surrealismo-cómico cercano al más travieso Jose Luis Cuerda o incluso a los Monty Python, que entronca con un espíritu anárquico, que en muchos casos cae en el caos orgánico, sobresaliendo sobre manera su estructura de gags modo viñetas, que funcionan por acumulación (unos mejores que otros), y que mantienen en tu rostro una sonrisa agradable. Los Fesser juguetean con varios géneros y en todos ellos regados de humor que mezcla el casticismo, el slapstick, el running-gag, los equívocos, el absurdo, el latiguillo, las frases pegadizas, los personajes disfuncionales (una ciega que lo niega, dos extraterrestres enanos, un gigantón que siempre lleva de mascota una bombona de butano, un chapuzas híper-patriota y aficionado a cazar alienígenas, un cura iracundo al que le cae un rayo en la cabeza, …), con recursos cañís brillantes (el Topolino Coupe, el Isocarro, el Expreso Pendular que pasa cada 25 años, el muñeco de Michelín,…) secuencias que son delirantes interludios musicales horteras. Ello aderezado con gran ternura, con inteligencia, con momentos que se han convertido (por lo menos para mí) en cultura popular, con frases que 30 después de su estreno siguen saliéndome como sentencias jocosas en muchas ocasiones. Todo enmarcado en una excelente ambientación, con incisiva visualidad, con secuencias que beben del expresionismo, esto en miscelánea con otras que son puro cartoon, con unos f/x impresionantes (premiados con el Goya) siendo claramente influenciado por los galos Marc Caro y Jean-Pierre Jeunet, además de ofrecer algunos guiños cinéfilos (Spielberg y su “E.T.”, “Regreso al futuro” de Zemeckis, “Brazil” de Terry Gilliam, “Sonrisas y lágrimas”, con ese baile en el campo post-fornication de Olivia, o “El florido pensil”, esto último por lo retrógrado de la educación escolar, poniendo énfasis en la sexual). La excusa para volver a ver esta delirante cinta ha sido el reciente fallecimiento de Javier Aller (1de mayo de 2018 a los 46 años), encarnando con una energía y vitalidad extraordinario un frescales extraterrestre llamado José Ramon en su debut en cine. El título del film viene del segundo apellido del director, de Petinto.
El film bajo su fachada de comedia disparatada esconde temas subyacentes referidos entre otras cosas a la era franquista y su caduca educación. Empezando por la sexual, inexistente, de cómo esto llevada al extremo pudo provocar parejas como esta entre P.Tinto y Olivia, unos ignorantes en la reproducción humana, llegando a confundir el “tralarí” onomatopéyico (quizás esto inspirado en un gag de “Delicatessen”, 1991, de Jeunet y Caro), con gesto de sacudirse los tirantes con el acto sexual. También se critica el afán cuasi de competición que había en la referida época por tener más hijos, por en algo que en mi entender deriva en lo grotesco y aberrante, esto asimismo provocado por el radicalismo religioso, pues solo se podía fornicar con el fin de tener más hijos. Y por el camino de este extraño matrimonio van cayendo los hijos (adoptados), en una enternecedora sátira del mundo de la adopción, donde se roza el melodrama en los dulces diálogos entre la pareja, que su ilusión, para lo que les han educado es tener una familia de cuantos más hijos mejor.
La película mientras la ves disfrutas, es un entusiasmo visual y de momentos hilarantes, con situaciones que las sientes cercanas en su chabacano lenguaje, haciendo chanzas del costumbrismo popular patrio, riéndose del patriotismo, de la familia, de los matrimonios, de la muerte, pero si se ríe de algo tan sagrado como el sexo (ataque de sarcasmo), con destellos de brillantez explosiva, con un desbordante sentido de la imaginación puesta al servicio del humor, eso sí, se suman algunos valles, algunos momentos flojos (ejemplo es la subtrama del personaje encarnado por Pablo Pinedo con su madre), al menos estos nunca caen en el trazo grueso. En su debe es lo ya dicho de que se siente al final que el relato evoluciona a modo de atropellarte con los gags, donde parece que varias subtramas se han unido pero livianamente cosidas, siendo evidentes sus costuras, y es que quizás la película son varios cortos engarzados como han podido, a esto se añade un final anticlimático, esperaba más por lo visto hasta entonces, una lástima que la vena salvaje se apagará desinflándose sobre sí misma, sin fuerza punzante.
El film bajo su fachada de comedia disparatada esconde temas subyacentes referidos entre otras cosas a la era franquista y su caduca educación. Empezando por la sexual, inexistente, de cómo esto llevada al extremo pudo provocar parejas como esta entre P.Tinto y Olivia, unos ignorantes en la reproducción humana, llegando a confundir el “tralarí” onomatopéyico (quizás esto inspirado en un gag de “Delicatessen”, 1991, de Jeunet y Caro), con gesto de sacudirse los tirantes con el acto sexual. También se critica el afán cuasi de competición que había en la referida época por tener más hijos, por en algo que en mi entender deriva en lo grotesco y aberrante, esto asimismo provocado por el radicalismo religioso, pues solo se podía fornicar con el fin de tener más hijos. Y por el camino de este extraño matrimonio van cayendo los hijos (adoptados), en una enternecedora sátira del mundo de la adopción, donde se roza el melodrama en los dulces diálogos entre la pareja, que su ilusión, para lo que les han educado es tener una familia de cuantos más hijos mejor.
La película mientras la ves disfrutas, es un entusiasmo visual y de momentos hilarantes, con situaciones que las sientes cercanas en su chabacano lenguaje, haciendo chanzas del costumbrismo popular patrio, riéndose del patriotismo, de la familia, de los matrimonios, de la muerte, pero si se ríe de algo tan sagrado como el sexo (ataque de sarcasmo), con destellos de brillantez explosiva, con un desbordante sentido de la imaginación puesta al servicio del humor, eso sí, se suman algunos valles, algunos momentos flojos (ejemplo es la subtrama del personaje encarnado por Pablo Pinedo con su madre), al menos estos nunca caen en el trazo grueso. En su debe es lo ya dicho de que se siente al final que el relato evoluciona a modo de atropellarte con los gags, donde parece que varias subtramas se han unido pero livianamente cosidas, siendo evidentes sus costuras, y es que quizás la película son varios cortos engarzados como han podido, a esto se añade un final anticlimático, esperaba más por lo visto hasta entonces, una lástima que la vena salvaje se apagará desinflándose sobre sí misma, sin fuerza punzante.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Luis Ciges a sus 77 años está sensacional, en quizás su único papel en cine protagónico, desprende esa ternura y encanto del que nunca parece actuar, es así y ya está; Silvia Casanova como la anciana Olivia lo borda con su frescura natural y esa vis marujona cuando cachetea a los extraterrestres; Emilio Gavira con un descacharrante enano E.T.; Pablo Pinedo estupendo como Joselito, el adoptado “negro” de los P. Tinto; Janfri Topera colosalmente histriónico como el “chapuzas” patriota que odia todo lo extranjero, y los más los extraterrestres, soltando con una electricidad fenomenal paridas castizas como, “Gibraltar españó y ya está, coño! Que nadie se atreve a decirlo!!!”, “Me cago en mi calavera!”, “Pero vosotros sabéis lo que chupa esto de luz...!!!... inconscientesss!!!”, “Si ay que sanear!!! se sanea!!!”, "Si se lleva el asunto con inteligencia, mucho se tendrían que torcer las cosas para que Usillos, que soy yo, no entrase en la NASA por la puerta grande", magnífico su torrentosa personalidad; Tomás Sáez como el arrollador cura Marciano es otro que avasalla con su carácter apisonadora, irascible, permanentemente cabreado, fantástico; y al que dedico esta crítica es a Javier Aller, que desgraciadamente nos ha dejado hace poquito, esta fue su primera incursión en cine con 25 años, un soplo de aire refrescante, con una naturalidad y aire traviesillo tremebundo dejando una vis cómica apoteósica, dejando freses que me perduran en la mente como, "Señora, podría usted decirme cuál es el guisante y cuál la albóndiga? Es que soy daltónico", “Pedazo de invento la gaseosa, macho!”. Cinco años después repetiría con Javier Fesser en “La gran aventura de Mortadelo y Filemón”, el realizador cuando murió dejo este twit : “Javier Aller, excepcional e irrepetible marciano en El Milagro de P.Tinto, regresó ayer a su planeta. Has sido, Javi, uno de los regalos más extraordinarios que me ha dado esta vida. Descansa en paz, tío grande.”
La puesta en escena es un hito en el cine patrio, con extraordinaria dirección artística de César Macarrón (“El espinazo del diablo” o “La gran aventura de Mortadelo y Filemón”), rodándose en exteriores de La Revilla (Burgos), llamando la atención sobre el singular microcosmos creado en base a vehículos (el Isocarro, el Topolino Coupe, el camión de la Zamorana, el Expreso Pendular, …), el mobiliario, los adornos, las vestimentas, la fábrica de obleas, todo un delirio visual; maximizado por la fotografía de Javier Aguirresarobe (“Los otros” o “La carretera”), conjugando expresionismo gótico con el espíritu cartoon ultra-cromático, esto en exquisita miscelánea con palpitante edición de Guillermo Represa (“Boca a boca” o “El concursante”), mezclando diferentes subtramas y tiempos; Y todo esto punteado por unos excelentes efectos visuales creados por Ricardo G. Elipe (“Doctor Strange” o “Un monstruo viene a verme”), de los que se amoldan al relato sin que notes “el trampantojo”; Metraje adornado por varios temas musicales que huelen a kitsch de modo jocoso en su empleo de videoclip castizo, quedando para el recuerdo el tema del film "A lo loco, a lo loco", que se mezcla con el desparrame caótico de la narración como anillo a Frodo.
**
El vendedor de la casa (buenísisimo Ricardo Arroyo en unos pocos minutos):
P.Tinto le pregunta que cuando pasa el Expreso Pendular frente a su casa.
-"Pues así ahora mismo no tengo el horario a mano, pero más o menos...Una vez cada 25 años" (y entonces pasa).
**
P.Tinto le dice de la casa que está algo apartada (vamos, en medio de la nada)
-Apartada…apartada???...de que???...si en 5 min usted se puede plantar allí!!..o allí!!...
**
En conjunto, en su irregularidad, en su carácter set-pieces, me queda una buena y valiente muestra de cine surrealista descacharrante. Fuerza y honor!!!
La puesta en escena es un hito en el cine patrio, con extraordinaria dirección artística de César Macarrón (“El espinazo del diablo” o “La gran aventura de Mortadelo y Filemón”), rodándose en exteriores de La Revilla (Burgos), llamando la atención sobre el singular microcosmos creado en base a vehículos (el Isocarro, el Topolino Coupe, el camión de la Zamorana, el Expreso Pendular, …), el mobiliario, los adornos, las vestimentas, la fábrica de obleas, todo un delirio visual; maximizado por la fotografía de Javier Aguirresarobe (“Los otros” o “La carretera”), conjugando expresionismo gótico con el espíritu cartoon ultra-cromático, esto en exquisita miscelánea con palpitante edición de Guillermo Represa (“Boca a boca” o “El concursante”), mezclando diferentes subtramas y tiempos; Y todo esto punteado por unos excelentes efectos visuales creados por Ricardo G. Elipe (“Doctor Strange” o “Un monstruo viene a verme”), de los que se amoldan al relato sin que notes “el trampantojo”; Metraje adornado por varios temas musicales que huelen a kitsch de modo jocoso en su empleo de videoclip castizo, quedando para el recuerdo el tema del film "A lo loco, a lo loco", que se mezcla con el desparrame caótico de la narración como anillo a Frodo.
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El vendedor de la casa (buenísisimo Ricardo Arroyo en unos pocos minutos):
P.Tinto le pregunta que cuando pasa el Expreso Pendular frente a su casa.
-"Pues así ahora mismo no tengo el horario a mano, pero más o menos...Una vez cada 25 años" (y entonces pasa).
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P.Tinto le dice de la casa que está algo apartada (vamos, en medio de la nada)
-Apartada…apartada???...de que???...si en 5 min usted se puede plantar allí!!..o allí!!...
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En conjunto, en su irregularidad, en su carácter set-pieces, me queda una buena y valiente muestra de cine surrealista descacharrante. Fuerza y honor!!!