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Voto de TOM REGAN:
9
6 de diciembre de 2022
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
384/28(28/11/22) El mejor film que he visto este 2022, formidable producción germana antibélica. Dirige Edward Berger, guion propio junto a Lesley Paterson e Ian Stokell, adapta el best-seller homónimo de Erich María Remarque de 1929. Primera adaptación cinematográfica alemana del libro, siendo encargada por Netflix a Studio Amusement Park, se estrenó en la gran pantalla buscando nominaciones al Oscar. La novela y adaptaciones anteriores se centraron en las trincheras y la guerra en el frente, Berger inserta una segunda narrativa, de los diplomáticos alemanes que intentan negociar una tregua con la Triple Entente, estos encabezados por Matthias Erzberger (Daniel Brühl), y el General francés Ferdinand Foch (Thibault de Montalembert), en lo que es una narración sin base histórica en como lo cuentan, pero que sirve para reforzar la deshumanización de quienes nos gobiernan. Lienzo desolador sobre cómo nos manipulan con torticeros idealismos patriotas para llevarnos al matadero cual piezas de ajedrez sin alma. La novela fue una de las prohibidas y quemadas durante el régimen hitleriano.
Fresco arrollador sobre los horrores de la Gran Guerra Mundial, el sinsentido que fue, la WWII había un ‘Diablo’ que combatir, alguien que era el Mal, pero en la denominada (a posterior) la Primera Guerra Mundial fue algo demencial en su evolución. Aquí se refleja la sombra en que se sumió Europa durante 4 años, el Averno que fue vivir en esas infinitas y laberínticas trincheras, la humedad, el barro, las ratas, los avances a pecho descubierto-suicidas, al que los gerifaltes pomposos desde sus ampulosos despachos de palacio movían sus obsesiones cual si no costaran vidas sus ‘juegos de guerra’ de ver quien la tenía más grande. Aquí no hay actos de heroísmo, ni épica, se trata de sobrevivir, de preocuparte no de tu patria, si no de compañero de al lado. Berger impone una cadencia rítmica penetrante, con un estilo visual que cala en los huesos, que nos hace sentir una sensación inmersiva, una realización electrizante, cruda, vigorosa, incisiva, sin caer en sensiblerías facilonas, con diálogos punzantes, obra de un humanismo sangrante.
Berger marca a fuego el terror cíclico de la guerra en su atronador prólogo. Comienza con un apacible plano de un bello amanecer sobre un bosque, hay un bucólico plano de una loba acurrucando a sus lobeznitos, tras ello una toma cenital de un páramo gris sembrado de cadáveres, soldados caídos en batalla, la cámara desciende y vemos disparos sobre los muertos, tras ello nos hundimos en el infierno de las trincheras, acompañamos a un soldado (Heinrich) en uno de esas suicidas cargas, emitiendo el salvajismo de la misma, tras lo que hay un fundido a negro y el director nos regala un sensacional micro-relato sobre el ciclo de la muerte representado en el uniforme de uno d ellos caídos en combate que termina en el ilusionado protagonista. Entre medias el discurso enfervorecido de un profesor a los jóvenes enalteciendo el patriotismo, maravillosos los planos de los extasiados muchachos creyendo las mentiras, sin darse cuenta de que están siendo movidos por hilos interesados.
Para luego, tras una elipsis meternos de lleno en la dura vida en las trincheras en la Malmaison en el norte de Francia, la alegría idealista da paso a la devastadora realidad, y ya la primer anoche en las serpenteantes zanjas la muerte les visita, con bombardeos colosales, y ya algunos de los amigos mueren y otros desean marcharse con sus padres, cual niños que son, y por la mañana el escenario se torna en Dantesco, y al protagonista se topa con el día a día tras la tormenta, tener que recoger las chapas identificativas de los soldados fallecidos, la fábrica de Muerte a todo tren.
La historia se centra en la transformación-odisea personal del alemán Paul, que pasa de ser un colegial imberbe que se alista en el ejército, que ve la guerra como un juego idealista, a abruptamente toparse con la hostil realidad. Esto el actor debutante austriaco Felix Kammerer nos lo emitirá con una fuerza expresiva sensacional, desde sus luminosos ojos de niño ingenuo, hasta desembocar en esa mirada final desprovista de alma, rajada y volteada por el Jinete del Apocalipsis de la Guerra, me llega su travesía hacia el abismo conforme va perdiendo amigos; junto a Paul Bäumer sus amigos Albert Kropp (buen Aaron Hilmer), Frant Müller (buen Adrian Grunewald), estos son arrollados por el tsunami de la agria verdad de lo que es la Guerra, uno de ellos no pasa ni de la primera noche; Con ellos estará el veterano, Tjaden Stackfleet, destellando con una actuación Edin Hasanovic, cargada de naturalidad, tenido una coda trémula; pero sobre todo está uno de esos soldados carismáticos que desbordan la pantalla con su humanidad y frescura, con su empatía, como es el veterano de guerra Stanislaus Katczinsky al que da vida de forma prodigiosa Albrecht Schuch, que toma bajo su ala a Paul, se convierte en su protector y guía, sus leccio0nes de vida dentro de su baja cultura son sensacionales, de las mejores interpretaciones de este año he visto.
Aquí primará el sobrevivir un día más, con el temor a los ataques de gases, con el temor a los francotiradores, con las cargas mortales, o el hambre. La muerte espera en cada descuido, el ser herido, mutilado, donde una simple bufanda de mujer es el símbolo de la ilusión por continuar, la excusa para intentar respirar una jornada más. El enemigo es un ente cuasi-invisible, aquí no hay buenos o malos, todos los infantes son perdedores que intentarán escapar a su sino. Dos líneas defendidas por bandos opuestos que son un símil de sus propias tumbas excavadas, donde toda una generación de chicos fue sepultada por los caprichos de unos petulantes altaneros que movían ejércitos sobre un mapa sin tener empatía alguna por los muertos que provocaba su arrogancia... (sigo en spoiler)
Fresco arrollador sobre los horrores de la Gran Guerra Mundial, el sinsentido que fue, la WWII había un ‘Diablo’ que combatir, alguien que era el Mal, pero en la denominada (a posterior) la Primera Guerra Mundial fue algo demencial en su evolución. Aquí se refleja la sombra en que se sumió Europa durante 4 años, el Averno que fue vivir en esas infinitas y laberínticas trincheras, la humedad, el barro, las ratas, los avances a pecho descubierto-suicidas, al que los gerifaltes pomposos desde sus ampulosos despachos de palacio movían sus obsesiones cual si no costaran vidas sus ‘juegos de guerra’ de ver quien la tenía más grande. Aquí no hay actos de heroísmo, ni épica, se trata de sobrevivir, de preocuparte no de tu patria, si no de compañero de al lado. Berger impone una cadencia rítmica penetrante, con un estilo visual que cala en los huesos, que nos hace sentir una sensación inmersiva, una realización electrizante, cruda, vigorosa, incisiva, sin caer en sensiblerías facilonas, con diálogos punzantes, obra de un humanismo sangrante.
Berger marca a fuego el terror cíclico de la guerra en su atronador prólogo. Comienza con un apacible plano de un bello amanecer sobre un bosque, hay un bucólico plano de una loba acurrucando a sus lobeznitos, tras ello una toma cenital de un páramo gris sembrado de cadáveres, soldados caídos en batalla, la cámara desciende y vemos disparos sobre los muertos, tras ello nos hundimos en el infierno de las trincheras, acompañamos a un soldado (Heinrich) en uno de esas suicidas cargas, emitiendo el salvajismo de la misma, tras lo que hay un fundido a negro y el director nos regala un sensacional micro-relato sobre el ciclo de la muerte representado en el uniforme de uno d ellos caídos en combate que termina en el ilusionado protagonista. Entre medias el discurso enfervorecido de un profesor a los jóvenes enalteciendo el patriotismo, maravillosos los planos de los extasiados muchachos creyendo las mentiras, sin darse cuenta de que están siendo movidos por hilos interesados.
Para luego, tras una elipsis meternos de lleno en la dura vida en las trincheras en la Malmaison en el norte de Francia, la alegría idealista da paso a la devastadora realidad, y ya la primer anoche en las serpenteantes zanjas la muerte les visita, con bombardeos colosales, y ya algunos de los amigos mueren y otros desean marcharse con sus padres, cual niños que son, y por la mañana el escenario se torna en Dantesco, y al protagonista se topa con el día a día tras la tormenta, tener que recoger las chapas identificativas de los soldados fallecidos, la fábrica de Muerte a todo tren.
La historia se centra en la transformación-odisea personal del alemán Paul, que pasa de ser un colegial imberbe que se alista en el ejército, que ve la guerra como un juego idealista, a abruptamente toparse con la hostil realidad. Esto el actor debutante austriaco Felix Kammerer nos lo emitirá con una fuerza expresiva sensacional, desde sus luminosos ojos de niño ingenuo, hasta desembocar en esa mirada final desprovista de alma, rajada y volteada por el Jinete del Apocalipsis de la Guerra, me llega su travesía hacia el abismo conforme va perdiendo amigos; junto a Paul Bäumer sus amigos Albert Kropp (buen Aaron Hilmer), Frant Müller (buen Adrian Grunewald), estos son arrollados por el tsunami de la agria verdad de lo que es la Guerra, uno de ellos no pasa ni de la primera noche; Con ellos estará el veterano, Tjaden Stackfleet, destellando con una actuación Edin Hasanovic, cargada de naturalidad, tenido una coda trémula; pero sobre todo está uno de esos soldados carismáticos que desbordan la pantalla con su humanidad y frescura, con su empatía, como es el veterano de guerra Stanislaus Katczinsky al que da vida de forma prodigiosa Albrecht Schuch, que toma bajo su ala a Paul, se convierte en su protector y guía, sus leccio0nes de vida dentro de su baja cultura son sensacionales, de las mejores interpretaciones de este año he visto.
Aquí primará el sobrevivir un día más, con el temor a los ataques de gases, con el temor a los francotiradores, con las cargas mortales, o el hambre. La muerte espera en cada descuido, el ser herido, mutilado, donde una simple bufanda de mujer es el símbolo de la ilusión por continuar, la excusa para intentar respirar una jornada más. El enemigo es un ente cuasi-invisible, aquí no hay buenos o malos, todos los infantes son perdedores que intentarán escapar a su sino. Dos líneas defendidas por bandos opuestos que son un símil de sus propias tumbas excavadas, donde toda una generación de chicos fue sepultada por los caprichos de unos petulantes altaneros que movían ejércitos sobre un mapa sin tener empatía alguna por los muertos que provocaba su arrogancia... (sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
...Secuencias que transmiten la barbarie se suceden, el barro se funde con la sangre, los muertos cubren extensiones enormes de terreno cual antesala del Purgatorio (ejemplo, cuando encuentran un almacén con decenas de soldados fallecidos en el suelo, se habían quitado las máscaras antigás antes de tiempo, “Toda Alemania estará vacía pronto”, dice Kat). Proyección aterradora de lo que es realmente la guerra, sucia, mugrienta, asquerosa, doliente, fría, asentimental, lugar donde Dios no quiere aparecer, pues si no la pararía. Todo filmado con realismo desgarrador.
La relación entre los compañeros de guerra se muestra de forma naturalista, como esa magnífica secuencia en las letrinas al aire libre donde van a parar para sus necesidades Paul y Kat, este último no sabe leer y pide al primero le lea la carta que le ha enviado su esposa, ello sentados en el ‘trono’, donde la mujer le cuenta malas nuevas para Kat que acepta con resignación. Esto tan escatológico, es tratado de una forma tan realista que hacer que sintamos la camaradería entre los soldados.
Hay una secuencia descomunal de una batalla, describirla sería limitarla, compite en la m isma liga que la icónica de “Salvar al soldado Ryan” (esto es muy manido, pero nunca ha sido más cierto que aquí), que en su tramo fianl vira al drama íntimo cuando son dos los dsoldados atrapados en un cráter de obús.
Otra genial muestra de la inmoralidad de las guerras es la doble incursión que hacen Paul y Kat en una aislada granja francesa para conseguir huevos, lo que no es más que una travesura sin malicia y solo por hambre, acaba en ejemplo de lo demencial deshumanización, con ese rostro sin alma del niño con una escopeta.
Esplendorosa puesta en escena, propia de una superproducción. Asombroso diseño de producción de Christian M. Goldbeck (“El lector”), filmado en unos escenarios que son antológicos en emitir veritè. La mayor parte de la filmación se realizó en la República Checa, donde se construyeron los enormes escenarios de filmación con trincheras en expansión y barrios marginales; Todo esto filtrado por la apoteósica cinematografía de James Friend (“Patrick Melrose”), crea tomas de carácter pictórico espléndidas, con esa tonalidades apagadas grisáceas, con esas tomas generales bucólicas antes de la guerra, con esa energía en los travellings en las cargas, con tomas subjetivas enardecidas, con neurálgicos primeros planos que desprenden el Terror que se vive, una labor que sobre todo gana en pantalla de cine por la magnitud de la beldad que extrae de este feísmo; Y todo esto punteado por la música ominosa de Volker Bertelmann (“Lion”), alejado de cualquier épica, entra de vez en cuando para machacar las situaciones con redobles agrios, secos, adustos, notas discordantes de sintetizador que se te clavan, excelentes y penetrantes toques.
En la última batalla vemos el rostro desencajado de Paul, ha sido despojado de sentimientos, un cacho de carne que sacrificar por ‘un bien mayor’, se ha convertido en una máquina de matar, pero al final en medio de un enfrentamiento es matado, justo segundos antes de sonar la bocina de la hora del Armisticio. En la novela Paul muere un día cualquiera de la Gran Guerra (en el film de Milestone [no se si es así en la novela] es intentando coger una flor que ha germinado cerca de la trinchera), y el sentido del título es que las noticias que se dan esa jornada es de ‘Sin novedad en el frente’, ejemplificando que la muerte de un soldado no es noticia. Aquí pierde sentido el título, pero refuerza la idea del espíritu de lo escrito por remarque sobre el despropósito que son las guerras, y Malditos los que las provocan! Coronado por el epílogo de un soldado joven recogiendo, tras llegar la hora del Armisticio, las chapas de los muertos.
Uno de los mejores y sólido alegatos contra la guerra que hay visto en los últimos años. Gloria Ucrania!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://tomregan.blogspot.com/2022/12/sin-novedad-en-el-frente.html
La relación entre los compañeros de guerra se muestra de forma naturalista, como esa magnífica secuencia en las letrinas al aire libre donde van a parar para sus necesidades Paul y Kat, este último no sabe leer y pide al primero le lea la carta que le ha enviado su esposa, ello sentados en el ‘trono’, donde la mujer le cuenta malas nuevas para Kat que acepta con resignación. Esto tan escatológico, es tratado de una forma tan realista que hacer que sintamos la camaradería entre los soldados.
Hay una secuencia descomunal de una batalla, describirla sería limitarla, compite en la m isma liga que la icónica de “Salvar al soldado Ryan” (esto es muy manido, pero nunca ha sido más cierto que aquí), que en su tramo fianl vira al drama íntimo cuando son dos los dsoldados atrapados en un cráter de obús.
Otra genial muestra de la inmoralidad de las guerras es la doble incursión que hacen Paul y Kat en una aislada granja francesa para conseguir huevos, lo que no es más que una travesura sin malicia y solo por hambre, acaba en ejemplo de lo demencial deshumanización, con ese rostro sin alma del niño con una escopeta.
Esplendorosa puesta en escena, propia de una superproducción. Asombroso diseño de producción de Christian M. Goldbeck (“El lector”), filmado en unos escenarios que son antológicos en emitir veritè. La mayor parte de la filmación se realizó en la República Checa, donde se construyeron los enormes escenarios de filmación con trincheras en expansión y barrios marginales; Todo esto filtrado por la apoteósica cinematografía de James Friend (“Patrick Melrose”), crea tomas de carácter pictórico espléndidas, con esa tonalidades apagadas grisáceas, con esas tomas generales bucólicas antes de la guerra, con esa energía en los travellings en las cargas, con tomas subjetivas enardecidas, con neurálgicos primeros planos que desprenden el Terror que se vive, una labor que sobre todo gana en pantalla de cine por la magnitud de la beldad que extrae de este feísmo; Y todo esto punteado por la música ominosa de Volker Bertelmann (“Lion”), alejado de cualquier épica, entra de vez en cuando para machacar las situaciones con redobles agrios, secos, adustos, notas discordantes de sintetizador que se te clavan, excelentes y penetrantes toques.
En la última batalla vemos el rostro desencajado de Paul, ha sido despojado de sentimientos, un cacho de carne que sacrificar por ‘un bien mayor’, se ha convertido en una máquina de matar, pero al final en medio de un enfrentamiento es matado, justo segundos antes de sonar la bocina de la hora del Armisticio. En la novela Paul muere un día cualquiera de la Gran Guerra (en el film de Milestone [no se si es así en la novela] es intentando coger una flor que ha germinado cerca de la trinchera), y el sentido del título es que las noticias que se dan esa jornada es de ‘Sin novedad en el frente’, ejemplificando que la muerte de un soldado no es noticia. Aquí pierde sentido el título, pero refuerza la idea del espíritu de lo escrito por remarque sobre el despropósito que son las guerras, y Malditos los que las provocan! Coronado por el epílogo de un soldado joven recogiendo, tras llegar la hora del Armisticio, las chapas de los muertos.
Uno de los mejores y sólido alegatos contra la guerra que hay visto en los últimos años. Gloria Ucrania!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://tomregan.blogspot.com/2022/12/sin-novedad-en-el-frente.html