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Voto de TOM REGAN:
9
8,0
19.847
Drama
Frederick Manion (Ben Gazzara), un teniente del ejército, asesina fríamente al presunto violador de su mujer (Lee Remick). Ella contrata como abogado defensor a Paul Biegler (James Stewart), un honrado hombre de leyes. Durante el juicio se reflejarán todo tipo de emociones y pasiones, desde los celos a la rabia. Uno de los dramas judiciales más famosos de la historia del cine. (FILMAFFINITY)
23 de agosto de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
127/04(07/08/19) Clásico imperecedero del Séptimo Arte, uno de los grandes films del sub-género judicial producido y dirigido por un brillante Otto Preminger. El incisivo guión de Wendell Mayes (“Tempestad sobre Washington”) se basa en la novela homónima del juez del Tribunal Supremo de Michigan John D. Voelker bajo el seudónimo de Robert Traver, basó la novela en un caso de asesinato en 1952 en el que era el abogado defensor. Aunque su título puede prometer un procedimiento clínico, se disfraza de una ambigüedad poderosa, en la que la verdad es un ente voluble, aquí no es el típico “Whodunit”, donde no se sabe quién es el asesino, aquí eso está claro, que dilucidar es la pequeña línea que separa la cordura de la locura, y en este mar confuso se mueve un relato apasionante. Una batalla de conceptos, e ideas que atrapan por lo bien perfiladas que están las argumentaciones de unos y otros, un juego del gato y el ratón donde el uno espera pillar al otro en un error, un duelo chispeante frente al juez, donde no falta el humor (el negro, el sarcástico, el de dobles sentidos,…), la intensidad dramática, donde los interrogados actúan con medias verdades, no sabiendo el espectador donde se encuentra la VERDAD. La película es pionera en que se oigan palabras tabú hasta entonces en una sala de cine (decente) como "violación", "puta", "perra", "coito", "bragas" y "espermatogénesis", esto provocó mucha controversia en su estreno. Tuvo de siete nominaciones a los Oscars (No consiguió estatuilla alguna, este fue el año que arrasó “Ben-Hur”). : Mejor Película, Guión adaptado, Actor principal (James Stewart), Actor secundario (Arthur O'Connell y George C Scott), Fotografía en b/n y Montaje (Louis R Loeffler).
Preminger en un recurso loable hace que el abogado Paul Biegler (James Stewart) sea nuestra visión en el caso, no sabremos más que él, no hay flash-backs, no hay secuencias en no esté él, el realizador nos toma por inteligentes y quiere juzguemos con los mismos recursos que él. Paul es un abogado de vuelta, acepta el caso sin saber cuál es la verdad y que la mentira. Pero tiene un plan para intentar salvar a su cliente, este es artificio nebuloso, indagado en una entrevista con el militar acusado intentando encontrar recoveco por el que defender de asesinato a alguien que declara haberlo cometido, antes que el acusado le cuente su versión de los hechos, Biegler ya le dice cuatro maneras posibles hay de sacarlo libre, y solo una de ellas podría tener éxito, alegar " impulso irresistible", con lo que nada subliminalmente está guiando a su cliente cuando le cuestiona, “Cuál es su excusa?”, y Frederick responde, “Supongo que me volví loco. Me estoy acercando?”, y la contrarréplica de Paul resulta toda una declaración de intenciones sobre la manipulación de la verdad, “Se lo diré cuando haya hablado con su mujer. Mientras tanto, a ver si puede recordar lo loco que se volvió”, con lo que Paul deja claro que poco le importa lo sucedido, si no poder ganar a costa de tergiversar la versas a su antojo. O el modo en que encara las discusiones e interrogatorios ante el juez, dejando caer argumentos, aun a sabiendas que el juez dictará que no los tome en cuenta el jurado, entonces el acusado le pregunta a Biegler “Cómo puede el jurado hacer caso omiso de lo que ya ha oído?”, a lo que éste le espeta de modo lapidario, “No pueden, teniente. No pueden”. James Stewart lo encarna con un vigor inusitado, con una mezcla de artero, manipulador y simpático de pueblo, divertido ingenioso, lenguaraz, ocurrente, enérgico, cínico (ese modo de erigirse en pequeñito ante los fiscales de ciudad resulta jocoso), manteniendo duelos jugosos con Remick, así como con George C. Scott, o esos ententes con el juez hablando de pesca, maravillosa su naturalidad.
El director juega con la percepción del espectador, nunca estamos seguros de nada, todo es voluble hacia un lado u otro. Como creer que Laura ha sido violada con esa actitud despreocupada, le gusta llamar la atención con su imagen, coquetea con cualquier hombre, y esto justo después de sufrir la traumática situación de una violación, cuesta entender, “Estoy acostumbrada, a que casi todos los hombres quieran seducirme. Desde que era niña. Tú, por ejemplo, te intereso”, le asegura Laura a Paul cuando éste le increpa por su actitud lasciva, o cuando esta invita al letrado a entrar en su caravana “Quieres pasar Paul? Sabes que puedes si quieres” (claro doble sentido). Pero por otro lado se dan elementos para creer en la vejación (ejemplo la máquina de la verdad). Lee Remick está radiante como Laura Manion, chica traviesa y juguetona, gusta de poner nerviosos a los hombres con sus evidentes encantos, ejemplo el modo en que hace sonrojar una y otra vez a Paul Biegler, su sonrisa y gestualidad la hacen irresistible fruto del deseo. Aunque a mi modesto entender el no ponerle matices de algún trauma por lo sucedido disminuye su carácter a un cliché.
Está el Tte. Frederick, tipo que parece sereno, fuma hasta en pipa (que da más sensación de calma), pero que tiene arranques de ira incontenida, derivando en que no sabemos si esto provocó su violencia con su esposa o contra el barman? O los dos? Tipo que tiene un tesoro sexy en Laura, pero al que puede controlar y sus celos son evidentes en sus miradas (la que echa desde la ventana de prisión a ella y Paul), miradas esta cargadas de ambigüedad cuando se cruzan con las de Laura. Ben Gazzara encarna al militar con una singular mezcla de rigidez y dureza simpática, en combinación con celos que se entrevén entre su pétreo rostro.
Seremos el jurado Nº13, no se aburrirá a pesar de durar más de dos horas y media, tarda 50 minutos en arrancar el juicio, lapso aprovechado para describir a los personajes, para los entendamos, matizarlos, con defectos, humanos, ello en marco pueblerino donde todos se conocen. Cuando se inicia la contienda judicial las diferentes estrategias se despliegan de modo cautivador... (sigo en spoiler)
Preminger en un recurso loable hace que el abogado Paul Biegler (James Stewart) sea nuestra visión en el caso, no sabremos más que él, no hay flash-backs, no hay secuencias en no esté él, el realizador nos toma por inteligentes y quiere juzguemos con los mismos recursos que él. Paul es un abogado de vuelta, acepta el caso sin saber cuál es la verdad y que la mentira. Pero tiene un plan para intentar salvar a su cliente, este es artificio nebuloso, indagado en una entrevista con el militar acusado intentando encontrar recoveco por el que defender de asesinato a alguien que declara haberlo cometido, antes que el acusado le cuente su versión de los hechos, Biegler ya le dice cuatro maneras posibles hay de sacarlo libre, y solo una de ellas podría tener éxito, alegar " impulso irresistible", con lo que nada subliminalmente está guiando a su cliente cuando le cuestiona, “Cuál es su excusa?”, y Frederick responde, “Supongo que me volví loco. Me estoy acercando?”, y la contrarréplica de Paul resulta toda una declaración de intenciones sobre la manipulación de la verdad, “Se lo diré cuando haya hablado con su mujer. Mientras tanto, a ver si puede recordar lo loco que se volvió”, con lo que Paul deja claro que poco le importa lo sucedido, si no poder ganar a costa de tergiversar la versas a su antojo. O el modo en que encara las discusiones e interrogatorios ante el juez, dejando caer argumentos, aun a sabiendas que el juez dictará que no los tome en cuenta el jurado, entonces el acusado le pregunta a Biegler “Cómo puede el jurado hacer caso omiso de lo que ya ha oído?”, a lo que éste le espeta de modo lapidario, “No pueden, teniente. No pueden”. James Stewart lo encarna con un vigor inusitado, con una mezcla de artero, manipulador y simpático de pueblo, divertido ingenioso, lenguaraz, ocurrente, enérgico, cínico (ese modo de erigirse en pequeñito ante los fiscales de ciudad resulta jocoso), manteniendo duelos jugosos con Remick, así como con George C. Scott, o esos ententes con el juez hablando de pesca, maravillosa su naturalidad.
El director juega con la percepción del espectador, nunca estamos seguros de nada, todo es voluble hacia un lado u otro. Como creer que Laura ha sido violada con esa actitud despreocupada, le gusta llamar la atención con su imagen, coquetea con cualquier hombre, y esto justo después de sufrir la traumática situación de una violación, cuesta entender, “Estoy acostumbrada, a que casi todos los hombres quieran seducirme. Desde que era niña. Tú, por ejemplo, te intereso”, le asegura Laura a Paul cuando éste le increpa por su actitud lasciva, o cuando esta invita al letrado a entrar en su caravana “Quieres pasar Paul? Sabes que puedes si quieres” (claro doble sentido). Pero por otro lado se dan elementos para creer en la vejación (ejemplo la máquina de la verdad). Lee Remick está radiante como Laura Manion, chica traviesa y juguetona, gusta de poner nerviosos a los hombres con sus evidentes encantos, ejemplo el modo en que hace sonrojar una y otra vez a Paul Biegler, su sonrisa y gestualidad la hacen irresistible fruto del deseo. Aunque a mi modesto entender el no ponerle matices de algún trauma por lo sucedido disminuye su carácter a un cliché.
Está el Tte. Frederick, tipo que parece sereno, fuma hasta en pipa (que da más sensación de calma), pero que tiene arranques de ira incontenida, derivando en que no sabemos si esto provocó su violencia con su esposa o contra el barman? O los dos? Tipo que tiene un tesoro sexy en Laura, pero al que puede controlar y sus celos son evidentes en sus miradas (la que echa desde la ventana de prisión a ella y Paul), miradas esta cargadas de ambigüedad cuando se cruzan con las de Laura. Ben Gazzara encarna al militar con una singular mezcla de rigidez y dureza simpática, en combinación con celos que se entrevén entre su pétreo rostro.
Seremos el jurado Nº13, no se aburrirá a pesar de durar más de dos horas y media, tarda 50 minutos en arrancar el juicio, lapso aprovechado para describir a los personajes, para los entendamos, matizarlos, con defectos, humanos, ello en marco pueblerino donde todos se conocen. Cuando se inicia la contienda judicial las diferentes estrategias se despliegan de modo cautivador... (sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
…El jugo está en el choque de ingenios entre el abogado defensor y la fiscalía, maniobras de unos y otros, réplicas y contrarréplicas, argucias y triquiñuelas para manipular al jurado, las rendijas que dejan las leyes para introducir elementos extraños, el modo en que se manosea la semántica para cambiar el sentido a un hecho (“violación” por “problema”), las protestas, las interrupciones, los interrogatorios inquisitoriales, entre pequeñas victorias y pequeñas derrotas, donde no importa tanto la verdad como la victoria. Es por ello que la ambigüedad impera en todo lo que sucede, “como abogado he aprendido que la gente no es solo buena o mala. La gente es muchas cosas”, le explica en otro momento Paul a Mary Pilant, ejemplo de la complejidad del caso. Y es que aunque lleguemos al clímax en que el jurado dictaminará para un lado u otro, aquí el espectador se sentirá confuso ante un mundo judicial tan difuso en hallar respuestas claras donde no las hay. Todo rematado con un epílogo cargado (no podía ser de otro modo) de ambigüedad.
Entre los secundarios destaca el siempre sensacional George C. Scott como el fiscal Claude Dancer, mantiene duelos con Stewart apoteósicos. Punzante modo que se da cuenta haber caído en el “anzuelo” de Paul ante el juez, ajustándose a la alegoría de la mosca en el gancho que charlaban el juez y Paul (nominado al Oscar por secundario); Arthur O'Connell como Parnell Emmett McCarthy, fiel y borrachín amigo de Paul, fluyendo entre los dos una frescura en su relación que te llega. Lo que me falta para dar más hondura a su rol es saber el motivo de su alcoholismo. Fue nominado al Oscar por su actuación de secundario; Destacar el gran trabajo de Joseph N. Welch como el juez Weaver, desborda encanto natural, con un aire de despreocupación flemática maravillosa (el modo en que pone en hora su reloj), como se mimetiza con la imagen de su rol, la simpatía que irradia (el modo en que quiere cambiar de nombre la palabra “bragas”). Joseph Welch, cuya apasionada censura a Joseph McCarthy durante las audiencias del Ejército-McCarthy aceleró la caída del senador.
Hay una vertiente psico-freudiana que bien parece un acto de provocación a los censores, con el uso de una palabra hasta entonces impronunciable en Hollywood en una película, es “BRAGAS”, y es que no solo se menciona, sino que hay regodeo en ella, se utiliza de todos los modos posibles, se describen con todo fetichismo de detalles, se dicen que fueron desgarradas, se le pregunta a una mujer (el #metoo aún no había aparecido) si acostumbraba a llevarlas, incluso se intenta dar otro nombre para no incitar al público a reír, y por supuesto se termina enseñando a la platea. Quizás con la repetición de esta “erótica” palabra se intenta transgredir la mente de calenturientos espectadores.
Puesta en escena excelente en su función primordial de proyectar un estado de ánimo. Destaca de inicio los Icónicos créditos creados por el maestro en la materia Saul Bass, presentando bocetos de cadáveres desmembrados que se intentan montar de modo sobreimpresionado, en una clara alegoría sobre el argumento; Con un notable diseño de producción de Boris Leven (“West side story”), rodando en íntegramente en Michigan-USA; Esto maximizado por la estupenda cinematografía en glorioso b/n de Sam Leavitt (“Éxodo”) en formato panorámico para dar sensación más teatral en las tomas generales en el juicio, añadiendo profundidades de campo con muchas tomas estáticas, con suaves y penetrantes travellings, potenciando con ello el espléndido trabajo actoral; La grata música es obra del mítico jazzista-pianista Duke Ellington, compuesta por él y Billy Strayhorn, interpretada por la orquesta de Ellington.
Film muy recomendable, de los que te hace reflexionar sobre lo maleable de la verdad, y de cómo la justicia no es sinónimo de hacer algo justo. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2019/08/anatomia-de-unasesinato.html
Entre los secundarios destaca el siempre sensacional George C. Scott como el fiscal Claude Dancer, mantiene duelos con Stewart apoteósicos. Punzante modo que se da cuenta haber caído en el “anzuelo” de Paul ante el juez, ajustándose a la alegoría de la mosca en el gancho que charlaban el juez y Paul (nominado al Oscar por secundario); Arthur O'Connell como Parnell Emmett McCarthy, fiel y borrachín amigo de Paul, fluyendo entre los dos una frescura en su relación que te llega. Lo que me falta para dar más hondura a su rol es saber el motivo de su alcoholismo. Fue nominado al Oscar por su actuación de secundario; Destacar el gran trabajo de Joseph N. Welch como el juez Weaver, desborda encanto natural, con un aire de despreocupación flemática maravillosa (el modo en que pone en hora su reloj), como se mimetiza con la imagen de su rol, la simpatía que irradia (el modo en que quiere cambiar de nombre la palabra “bragas”). Joseph Welch, cuya apasionada censura a Joseph McCarthy durante las audiencias del Ejército-McCarthy aceleró la caída del senador.
Hay una vertiente psico-freudiana que bien parece un acto de provocación a los censores, con el uso de una palabra hasta entonces impronunciable en Hollywood en una película, es “BRAGAS”, y es que no solo se menciona, sino que hay regodeo en ella, se utiliza de todos los modos posibles, se describen con todo fetichismo de detalles, se dicen que fueron desgarradas, se le pregunta a una mujer (el #metoo aún no había aparecido) si acostumbraba a llevarlas, incluso se intenta dar otro nombre para no incitar al público a reír, y por supuesto se termina enseñando a la platea. Quizás con la repetición de esta “erótica” palabra se intenta transgredir la mente de calenturientos espectadores.
Puesta en escena excelente en su función primordial de proyectar un estado de ánimo. Destaca de inicio los Icónicos créditos creados por el maestro en la materia Saul Bass, presentando bocetos de cadáveres desmembrados que se intentan montar de modo sobreimpresionado, en una clara alegoría sobre el argumento; Con un notable diseño de producción de Boris Leven (“West side story”), rodando en íntegramente en Michigan-USA; Esto maximizado por la estupenda cinematografía en glorioso b/n de Sam Leavitt (“Éxodo”) en formato panorámico para dar sensación más teatral en las tomas generales en el juicio, añadiendo profundidades de campo con muchas tomas estáticas, con suaves y penetrantes travellings, potenciando con ello el espléndido trabajo actoral; La grata música es obra del mítico jazzista-pianista Duke Ellington, compuesta por él y Billy Strayhorn, interpretada por la orquesta de Ellington.
Film muy recomendable, de los que te hace reflexionar sobre lo maleable de la verdad, y de cómo la justicia no es sinónimo de hacer algo justo. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2019/08/anatomia-de-unasesinato.html