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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
6
Drama Relato del juicio televisado del ex oficial nazi Adolf Eichmann que tuvo lugar en Jerusalén en el año 1961. Eichmann fue ahorcado en 1962 después de haber sido declarado culpable de crímenes contra la humanidad. Descrito como "el juicio del siglo”, este evento se mostró en la televisión de 37 países y fue la primera vez que el horror de los campos de concentración era relatado en directo por sus víctimas... "The Eichmann Show" es uno de ... [+]
27 de septiembre de 2015
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
159/14(20/09/15) Más que interesante telefilm de la BBC, un docudrama dirigido por Paul Andrew Williams con sugestivos ribetes de intensidad, con el sugerente fondo del juicio a uno de los Iconos del mal nazi, el oficial de las SS Adolf Eichmann, secuestrado por el Mossad en Buenos Aires, y llevado en secreto a Israel para ser juzgado. Este juicio se convirtió en un acontecimiento mundial, redoblado por el poder omnímodo de las imágenes, pues la cinta se centra en esta gente que hizo posible este juicio fuera uno de los eventos más importantes del SXX, es un homenaje al poder universal de la tele como guardián de la memoria histórica. Es una historia en que se nos habla de las varias formas que hay de afrontar un programa televisivo, por un lado el productor buscando audiencia y por otro el director que busca profundizar en la psique humana y no quedarse en la superficie, atractivo debate moral. La narración sale reforzada por una pareja protagonista maravillosa que logra opacar con su fuerza interpretativa al resto del elenco, asimismo goza de una puesta en escena notable.

Estamos en Jerusalén en 1961, el responsable de las deportaciones a los campos de exterminio nazis, Adfolf Eichmann, va a ser juzgado por crímenes contra la humanidad, un acontecimiento con resonancia planetaria que va a ser filmado y transmitido a 37 países. El productor de televisión encargado de trasladar estas imágenes a los hogares de millones de personas en todo el mundo es Milton Fruchtman (Martin Freeman), este contratas para dirigir las cámaras al realizador estadounidense Leo Hurwitz (Anthony LaPaglia), en esos momentos en la Lista Negra de Hollywood. Primero tendrán que salvar las dificultades impuestas por los jueces, y una vez comience el juicio chocaran las dos personalidades de Milton y Leo, el primero quería melodrama, y el segundo estaba obsesionado con sacar de Eichmann un gesto de arrepentimiento.

El guión es de Simon Block, dirigido con ritmo fluido, nunca se estanca, siempre te mantiene atento, expectante, sabiendo exprimir el jugo de lo que sucede, muestra el background de una retransmisión televisiva, de cómo las personas tras las cámaras tienen sus sentimientos, no son seres inertes que no les afecta lo que ven, sobre los problemas de la época para hacer llegar las grabaciones a los numerosos países que las reclamaban, sobre las ya por entonces perniciosas guerras de audiencias, donde la importancia de un acontecimiento se media por el público que era capaz de arrastrar a la tele, como si de una carrera se tratara estaban en el tartán catódico el susodicho juicio, el vuelo espacial del soviético Gagarin, y la Invasión de Playa Cochinos, en una torticera competición. El relato tiene su epicentro en el cruce de personalidades entre el productor y el director, personifican exponencialmente dos modos de hacer tele, el del primero busca la rentabilidad por medio de buscar medios sentimentaloides si es necesario, y por el otro el del segundo, que busca ahondar en la verdad, introspeccionarla sin amarrarse a lo predeterminado que les debe gustar a la audiencia. El productor busca la lágrima fácil en los testigos, sensibilizar con los trémulos relatos de estos, bucscando con ello la complicidad del telespectador, en el otro lado está el director, obsesionado con encontrar un rasgo mínimo de humanidad en el Mal (Eichmann). También es destacable el tributo a la tele como correa de transmisión y de arca para guardar y ofrecer los testimonios de la dura verdad, ello enmarcado en un periodo donde la televisión empezaba florecer como instrumento de información, el aparato era ya algo común en los hogares de medio mundo, las emisiones en directo comenzaban ser fundamental para diferenciarse del cine, y ofrecer algo cuasi-en vivo, transmisiones como esta cimentaron las bases de la TV.

La tara estaría en que su nudo resulta algo exiguo, el choque entre productor y realizador se siente algo artificial, manufacturado para tener algo que contar de lo que ocurre tras las cámaras, el reduccionismo a esta intrahistoria palidece ante el juicio que se emite, no se llega a lugar alguno con esta trama, sintiéndose algo impostada, interesante sí, pero impostada. Ejemplo de estas carencias son las subtramas familiares de los dos protagonistas, sin peso alguno, plúmbeas, metidas con calzador.

Martin Freeman borda con fuerte personalidad al productor, sabe imprimirle carácter y humanidad, el reflejo comercial de la tele hasta en las más morbosas circunstancias, muy buena la química que mantiene con LaPaglia. El propio Anthony LaPaglia resulta una carismática presencia, emite mundo interior, reflexividad, obsesión, intensidad, poseedor de una mirada profunda que maneja con su mesurado lenguaje gestual, muy bueno. Del resto del elenco destaco a Nicholas Woodeson, cámara del juicio, superviviente de la SHOAH, transmite el tormento y la angustia de los recuerdos que le acucian, notable.

La puesta en escena resulta buena con un notable trabajo en el diseño de producción de Grenville Horner (“Ali G”), con una encomiable labor en la recreación de la sala del juicio, rodándose en exteriores de Lituania y Malta, consiguiendo un gran realismo, potenciado por la cromática y luminosa fotografía de Carlos Catalán, reseñable asimismo es el hábil montaje de James Taylor, mezclando ficción con material de archivo del juicio, trasladándonos gran autenticidad, maximizando las emociones. (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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