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Voto de TOM REGAN:
6
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Thriller
Un hombre (John Stuart), ingresa en un edificio en venta, donde acudirán una serie de individuos que andan interesados en un preciado collar de diamantes que, al parecer, se encuentra escondido en el cuarto número 17. (FILMAFFINITY)
25 de marzo de 2023
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74/18(19/03/23) Entreteniendo, aunque banal este trabajo menor del gran Alfred Hitchcock, en el que a pesar de que el orondo director lo hizo a regañadientes como encargo, film que él calificó (En el libro de 1966 Hitchcock/Truffaut) literalmente como ‘desastre’, pero aun así deja huella en como a través de una historia insignificante el realizador de “Psycho” es capaz de ofrecer un film muy ameno, ágil, e incluso divertido, donde se nota que el cineasta de la papada más famosa del cine no se lo toma en serio, si muestra su habilidad para ofrecer productos escapistas, con marcas como son el estilo de expresionismo alemán, gracias a la fenomenal cinematografía de Jack E.Cox (“Alarma en el expreso”) y Bryan Langley (“Asesinato”), jugando con las sombras (las manos que se alargan ominosamente), su gusto por la filmación en escaleras, y como no, su pasión por las secuencias en trenes, aquí el muy artificioso rush final acontece sobre los raíles en un tramo de acción trepidante, utilizando claramente maquetas.
AH se basa en la obra de teatro burlesca ‘Número diecisiete’ de 1925 escrita por Joseph Jefferson Farjeon, trata sobre un grupo de delincuentes que cometen un robo de joyas y esconden su botín en una casa antigua sobre una vía férrea que conduce al Canal de la Mancha. A Hitchcock se le asignó el escritor Rodney Ackland para la película, al que asistió en la escritura la esposa de AH, Alma Reville, pensada en principio la cinta como un thriller orientado a la comedia, un relato por momentos confuso, con algunas lagunas y agujeros argumentales (el porqué de la los ladrones se reúnen en el Nº 17; o porque esa aparatosa huida en tren en vez de en coche), con unos personajes sin fondo alguno, meros clichés, pero AH sabe exprimir algunos buenos detalles para hacer un ágil producto escapista, aprovechando que todo transcurre en una noche, prácticamente a tiempo real, y bello con humor y mucha ligereza.
Una primera parte centrada en una vivienda vacía donde van apareciendo personajes misteriosos en una noche ventosa, con motivaciones enigmáticas, y en el centro una persona que parece asesinada en un rellano, ello con un ritmo frenético van sucediendo cosas, enredándose las situaciones, con toques de comedia, un thriller que con unos elementos pobres, el genial AH es capaz de sacarles jugo, teniendo eso que él inventó, el McGuffin, para en el tramo final cambiar de escenario a un tren de mercancías y tangencialmente a un bus en una persecución con efectos visuales algo anticuados en que se notan miniaturas, pero muy graciosos en su modo de ser pioneros. AH exhibe maestría al exprimir una nimiedad, con un guion que llega a ser confuso, con más agujeros que el cuerpo de Janet Leigh en la bañera del Motel Bates, pero como pasatiempo tiene su punto en cómo te atrapa con sus mimbres de suspense, desde ese hombre que persigue a su sombrero llevado por el viento, se cruza con un gato negro, le lleva a una casa aparentemente abandonada en la que ve una luz de vela, entra tras abrírsele por el aire la puerta, sube unas escaleras y… ya te engancha.
Los protagonistas son John Stuart como el solvente héroe; Ann Casson como la chica mona en busca de su padre desaparecido, cumple sin más; Anne Gray como la chica ‘muda’ misteriosa, correcta; Donald Calthrop como el villano, rol estereotipo; Aunque el roba escenas es Leon M. Lion como un vagabundo cockney que aporta notables dosis de humor en sus diálogos y en sus torpezas, toda una fuerza de la naturaleza en su vitalista encarnación de un extrovertido pícaro.
Todo desemboca en un clímax arrollador (aunque se nota metido con calzador), involucra un tren fuera de control, un autobús a toda velocidad y un transbordador sin saber de su aciago destino. Ello potenciado por los estupendos efectos visuales creados por el experto Bill Warrington (Oscar por los de “Los Cañones de Navarone”, estuvo en “La Batalla del rio de la Plata”, “La última noche del Titanic”, “Hundid el Bismarck”, “Los héroes del Telemark”, siendo su último trabajo nada menos que “En busca del arca Perdida”), aquí jugando con miniaturas de forma espectacular, eso sí, poniendo el filtro de que estamos en 1932, ello para poder sentirnos impactados por el atronador accidente.
AH se basa en la obra de teatro burlesca ‘Número diecisiete’ de 1925 escrita por Joseph Jefferson Farjeon, trata sobre un grupo de delincuentes que cometen un robo de joyas y esconden su botín en una casa antigua sobre una vía férrea que conduce al Canal de la Mancha. A Hitchcock se le asignó el escritor Rodney Ackland para la película, al que asistió en la escritura la esposa de AH, Alma Reville, pensada en principio la cinta como un thriller orientado a la comedia, un relato por momentos confuso, con algunas lagunas y agujeros argumentales (el porqué de la los ladrones se reúnen en el Nº 17; o porque esa aparatosa huida en tren en vez de en coche), con unos personajes sin fondo alguno, meros clichés, pero AH sabe exprimir algunos buenos detalles para hacer un ágil producto escapista, aprovechando que todo transcurre en una noche, prácticamente a tiempo real, y bello con humor y mucha ligereza.
Una primera parte centrada en una vivienda vacía donde van apareciendo personajes misteriosos en una noche ventosa, con motivaciones enigmáticas, y en el centro una persona que parece asesinada en un rellano, ello con un ritmo frenético van sucediendo cosas, enredándose las situaciones, con toques de comedia, un thriller que con unos elementos pobres, el genial AH es capaz de sacarles jugo, teniendo eso que él inventó, el McGuffin, para en el tramo final cambiar de escenario a un tren de mercancías y tangencialmente a un bus en una persecución con efectos visuales algo anticuados en que se notan miniaturas, pero muy graciosos en su modo de ser pioneros. AH exhibe maestría al exprimir una nimiedad, con un guion que llega a ser confuso, con más agujeros que el cuerpo de Janet Leigh en la bañera del Motel Bates, pero como pasatiempo tiene su punto en cómo te atrapa con sus mimbres de suspense, desde ese hombre que persigue a su sombrero llevado por el viento, se cruza con un gato negro, le lleva a una casa aparentemente abandonada en la que ve una luz de vela, entra tras abrírsele por el aire la puerta, sube unas escaleras y… ya te engancha.
Los protagonistas son John Stuart como el solvente héroe; Ann Casson como la chica mona en busca de su padre desaparecido, cumple sin más; Anne Gray como la chica ‘muda’ misteriosa, correcta; Donald Calthrop como el villano, rol estereotipo; Aunque el roba escenas es Leon M. Lion como un vagabundo cockney que aporta notables dosis de humor en sus diálogos y en sus torpezas, toda una fuerza de la naturaleza en su vitalista encarnación de un extrovertido pícaro.
Todo desemboca en un clímax arrollador (aunque se nota metido con calzador), involucra un tren fuera de control, un autobús a toda velocidad y un transbordador sin saber de su aciago destino. Ello potenciado por los estupendos efectos visuales creados por el experto Bill Warrington (Oscar por los de “Los Cañones de Navarone”, estuvo en “La Batalla del rio de la Plata”, “La última noche del Titanic”, “Hundid el Bismarck”, “Los héroes del Telemark”, siendo su último trabajo nada menos que “En busca del arca Perdida”), aquí jugando con miniaturas de forma espectacular, eso sí, poniendo el filtro de que estamos en 1932, ello para poder sentirnos impactados por el atronador accidente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Rush final: ‘El tren sale con Ben a bordo y se topa con cajas de vino para consumir. Los ladrones, después de despachar al conductor, caminan hacia el frente del tren, disparan al bombero y atrapan al conductor mientras se desmaya. Barton, que no subió al tren antes de que partiera, se apodera de un autobús y persigue al tren. Se revela que Ben tiene el collar. Sheldrake descubre que no tiene el collar y los ladrones pelean entre sí. Sheldrake afirma que Doyle es, de hecho, un detective que se hace pasar por ladrón. Se produce una escena de persecución en el tren cuando los ladrones persiguen a Doyle, quien escapa y luego esposa a Nora. El autobús de Barton corre detrás del tren. Los ladrones, al darse cuenta de que el tren acelera, intentan encontrar los frenos. Giran los diales impotentes y notan el autobús de Barton. A pesar de los esfuerzos de los ladrones, el tren solo acelera, dejándolos incapaces de escapar. En el muelle, llega el ferry. Mientras Barton observa, el tren atraviesa el muelle, choca contra el tren en el ferry a toda velocidad y lo empuja hacia el mar, arrastrando los vagones restantes al océano. Las personas son rescatadas del agua. Doyle le dice a Barton que él es el detective Barton, pero "Fordyce", que es el verdadero Barton, le dice a Doyle: "No puedes ser Barton porque yo lo soy". Todos los ladrones excepto Nora son detenidos por la policía. En la toma final, Ben les revela a Nora y Barton que tiene el collar de diamantes.’
Sin ser un film siquiera notable, si es un buen pasatiempo, que sirve para ir dejando migas de pan de lo que está por llegar en la filmografía AH, además de ser imprescindible para los completistas del director (entre los que me cuento). Gloria Ucrania!!!
Sin ser un film siquiera notable, si es un buen pasatiempo, que sirve para ir dejando migas de pan de lo que está por llegar en la filmografía AH, además de ser imprescindible para los completistas del director (entre los que me cuento). Gloria Ucrania!!!