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Voto de TOM REGAN:
6
2 de enero de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
166/05(09/12/18) Interesante drama histórico dirigido por Chris Weitz que aborda el hecho real del secuestro del criminal de guerra nazi considerado el arquitecto de las deportaciones a los campos de concentración Adolf Eichmann por parte del Mossad, acaecido en Argentina en 1960. El guión de Matthew Orton se acerca a un tema varias veces llevado a la pantalla, en este caso resulta una funcional cinta que intenta tocar temas (aunque muy superficialmente) sobre la venganza, los prejuicios raciales, o (pro-Hannah Arendt) la banalidad del mal que representaba Eichmann. Peor la chicha la ponen los ententes psicológicos entre los dos antagonistas, un carismático Ben Kingsley como el ex jerarca nazi y su captor Peter Malkin encarnado por un vigoroso Oscar Isaac, resto queda un tanto esquemático, con un añadido bastante metido con calzador de thriller poco creíble que me recuerda a la película “Argo” (2012), una especie de cruce de bajo perfil entre esta referida y la spielbergiana “Munich” (2005)
El agente del Mossad Peter Malkin, aunque no es el líder de este equipo, fue responsable de sacar físicamente a Eichmann de la carretera cerca de su casa en los suburbios de Buenos Aires. El alemán vivía allí bajo el nombre de Ricardo Klement, trabajaba en una fábrica de automóviles germanos y disfrutaba de la estima de otros en el área (tanto argentinos como alemanes que habían escapado) que sentían que esta nación también podía beneficiarse de una limpieza étnica. Los oficiales de inteligencia israelíes sabían que los nazis se escondían en Argentina, y en este caso obtuvieron una pista cuando la hija de una joven alemana medio judía (Sylvia encarnada por Haley Lu Richardson) comenzó a salir con un joven llamado Klaus Eichmann (Joe Alwyn), hijo del huido nazi.
Tiene un comienzo un tanto desconcertante, estamos viendo una misión fallida de secuestro del Mossad de un criminal nazi en 1954 en Austria, donde Peter Malkin sufre un revés, cayendo en desgracia para la agencia de espías israelí, este tramo me resulta innecesario y confuso en la idea que intenta transmitir de algo de hondura para el protagonista Malkin. Lo que si me resulta estimulante como un gran recurso alegórico dramático es cuando saltamos a Argentina, estamos en una sala de cine, en la pantalla proyectan “Imitación de la vida” (1959) de Douglas Sirk, allí una chica, Sylvia (Haley Lu Richardson), observa la escena en que Frankie (Troy Donahue), pregunta de modo retórico (y con clara actitud de rechazo) a Sarah Jane (Susan Kohner), si es negra (es de piel blanca pero con sangre afroamericana), en un recurso estético del director hábil utilizando un reflejo de un escaparate, tras Sylvia un joven rubio, Klaus (Joe Alwyn) se ríe, Sylvia le hace gestos para se calle. Cuando salen del cine Klaus discute con Sylvia en una escena similar a la de Sarah y Frankie en la referida escena, dejando diáfano como Sylvia no es negra pero sí judía, y Klaus no es un negrofobo si no un antisemita nazi, el director Weitz aprovecha la escena para dedicarle un tributo a su madre, pues Susan Kohner es su progenitora (ahora con 81 años).
La cinta deja un sustrato de como la argentina peronista (entonces gobernaba por Arturo Frondizi) estaba “infectada” por el virus nazismo que huyó de la Alemania post-WWII y se encontraba en muchas instituciones de la nación austral, mostrando reuniones nazis, con saludos hitlerianos, siendo en una de ellas el centro Eichmann, dejando la sensación de que Argentina era un santuario nazi. Y en este ambiente de clara tendencia fascista-germana se introduce el comando israelí en la del país sudamericano, en una misión claramente de invasión de la legalidad, un acto de agresión a la soberanía argentina, paradójicamente durante los fastos de su 150 Aniversario de declaración de independencia, siendo sus aliados judíos argentinos (“Los judíos locales serán leales a nosotros o a los argentinos?”, se pregunta un comando israelí), y ante el temor a una ola de antisemitismo (“La gente dirá que es una conspiración internacional judía”, dice uno de los personajes), pero la dignidad y el afán de justicia era un bien superior para Israel.
La película está surcada por unos flash-back en que vemos a Eichmann ejerciendo durante el nazismo como supervisor de matanzas judías, sin nada nuevo que aportar (además de sintiéndose bastante frugales estas secuencias), resultan estos innecesarios y que nada aportan, sintiéndose metidos con calzador, como subrayados sobre la flemática personalidad de Eichmann, con una afán manipulador se rebelan en el clímax entre Adolf y Peter. Su final, aunque claro, pues todos sabemos (al menos deberíamos) que fue juzgado en Israel, resulta desinflado y sin garra alguna, por mucho que intenten conmovernos con la relación de Malkin con su madre, no hay conexión con el espectador.
La cinta falla cuando se quiere imponer el tono de thriller a contrarreloj, desbarra notándose una impostura quizás por falta de seguridad en que el material sea interesante sin estos innecesarios toques de acción cliché que se notan metidos con calzador, además de ser muy predecibles. Esto sacándote y desviando la atención de lo interesante, que es la confrontación e ideas complejas, entre el adusto Eichmann y el pragmático agente del Mossad. Todo esto coronado por un clímax (lo de la mujer judía asesinada en una matanza nazi en presencia de Eichmann) entre los co-protagonistas que es más falso que el final de “Malditos bastardos”.
La puesta en escena resulta buena a la hora de transmitir una Argentina de los 60, con un estupendo diseño de producción de David Brisbin (“Ultimátum a la Tierra” o “El héroe de Berlín”), rodando en Argentina (Buenos Aires y Bariloche), esto fomentado por la cinematografía del vasco Javier Aguirresarobe (“Los otros” o “Hable con ella”), creando en algunas escenas un halo tenebroso de semioscuridad; La música es obra del maestro francés Alexandre Desplat, simplemente correcta en su elegancia.
El agente del Mossad Peter Malkin, aunque no es el líder de este equipo, fue responsable de sacar físicamente a Eichmann de la carretera cerca de su casa en los suburbios de Buenos Aires. El alemán vivía allí bajo el nombre de Ricardo Klement, trabajaba en una fábrica de automóviles germanos y disfrutaba de la estima de otros en el área (tanto argentinos como alemanes que habían escapado) que sentían que esta nación también podía beneficiarse de una limpieza étnica. Los oficiales de inteligencia israelíes sabían que los nazis se escondían en Argentina, y en este caso obtuvieron una pista cuando la hija de una joven alemana medio judía (Sylvia encarnada por Haley Lu Richardson) comenzó a salir con un joven llamado Klaus Eichmann (Joe Alwyn), hijo del huido nazi.
Tiene un comienzo un tanto desconcertante, estamos viendo una misión fallida de secuestro del Mossad de un criminal nazi en 1954 en Austria, donde Peter Malkin sufre un revés, cayendo en desgracia para la agencia de espías israelí, este tramo me resulta innecesario y confuso en la idea que intenta transmitir de algo de hondura para el protagonista Malkin. Lo que si me resulta estimulante como un gran recurso alegórico dramático es cuando saltamos a Argentina, estamos en una sala de cine, en la pantalla proyectan “Imitación de la vida” (1959) de Douglas Sirk, allí una chica, Sylvia (Haley Lu Richardson), observa la escena en que Frankie (Troy Donahue), pregunta de modo retórico (y con clara actitud de rechazo) a Sarah Jane (Susan Kohner), si es negra (es de piel blanca pero con sangre afroamericana), en un recurso estético del director hábil utilizando un reflejo de un escaparate, tras Sylvia un joven rubio, Klaus (Joe Alwyn) se ríe, Sylvia le hace gestos para se calle. Cuando salen del cine Klaus discute con Sylvia en una escena similar a la de Sarah y Frankie en la referida escena, dejando diáfano como Sylvia no es negra pero sí judía, y Klaus no es un negrofobo si no un antisemita nazi, el director Weitz aprovecha la escena para dedicarle un tributo a su madre, pues Susan Kohner es su progenitora (ahora con 81 años).
La cinta deja un sustrato de como la argentina peronista (entonces gobernaba por Arturo Frondizi) estaba “infectada” por el virus nazismo que huyó de la Alemania post-WWII y se encontraba en muchas instituciones de la nación austral, mostrando reuniones nazis, con saludos hitlerianos, siendo en una de ellas el centro Eichmann, dejando la sensación de que Argentina era un santuario nazi. Y en este ambiente de clara tendencia fascista-germana se introduce el comando israelí en la del país sudamericano, en una misión claramente de invasión de la legalidad, un acto de agresión a la soberanía argentina, paradójicamente durante los fastos de su 150 Aniversario de declaración de independencia, siendo sus aliados judíos argentinos (“Los judíos locales serán leales a nosotros o a los argentinos?”, se pregunta un comando israelí), y ante el temor a una ola de antisemitismo (“La gente dirá que es una conspiración internacional judía”, dice uno de los personajes), pero la dignidad y el afán de justicia era un bien superior para Israel.
La película está surcada por unos flash-back en que vemos a Eichmann ejerciendo durante el nazismo como supervisor de matanzas judías, sin nada nuevo que aportar (además de sintiéndose bastante frugales estas secuencias), resultan estos innecesarios y que nada aportan, sintiéndose metidos con calzador, como subrayados sobre la flemática personalidad de Eichmann, con una afán manipulador se rebelan en el clímax entre Adolf y Peter. Su final, aunque claro, pues todos sabemos (al menos deberíamos) que fue juzgado en Israel, resulta desinflado y sin garra alguna, por mucho que intenten conmovernos con la relación de Malkin con su madre, no hay conexión con el espectador.
La cinta falla cuando se quiere imponer el tono de thriller a contrarreloj, desbarra notándose una impostura quizás por falta de seguridad en que el material sea interesante sin estos innecesarios toques de acción cliché que se notan metidos con calzador, además de ser muy predecibles. Esto sacándote y desviando la atención de lo interesante, que es la confrontación e ideas complejas, entre el adusto Eichmann y el pragmático agente del Mossad. Todo esto coronado por un clímax (lo de la mujer judía asesinada en una matanza nazi en presencia de Eichmann) entre los co-protagonistas que es más falso que el final de “Malditos bastardos”.
La puesta en escena resulta buena a la hora de transmitir una Argentina de los 60, con un estupendo diseño de producción de David Brisbin (“Ultimátum a la Tierra” o “El héroe de Berlín”), rodando en Argentina (Buenos Aires y Bariloche), esto fomentado por la cinematografía del vasco Javier Aguirresarobe (“Los otros” o “Hable con ella”), creando en algunas escenas un halo tenebroso de semioscuridad; La música es obra del maestro francés Alexandre Desplat, simplemente correcta en su elegancia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La cinta tiene su jugo en las tensas escenas entre Ben Kingsley y Oscar Isaac, duelos donde los argumentos de uno y otro son lanzados, pero con dosis de empatía fluyendo entre ellos, creando una química notable entre los dos, con el clásico argumento eichmannianos de que él solo era un mandado, solo un eslabón de una maquinaria bien engrasada, dejando claro el relativismo moral de sus actos, apoyándose en su amor a su patria, Malkin intentaba hacer que el nazi firmara un documento, para ello teje una red de intimidades para generar cercanía con el alemán, buscando una grieta emocional con que ganárselo, provocando sugerentes momentos entre el serpentil teutón y el israelí; Kingsley encarna con su habitual carisma innato, desbordando naturalidad, con un caudal expresivo portentoso en medio contención y mesura, consigue darle alma, fragilidad, carácter, vulnerabilidad, humaniza al “monstruo”, lo cual lo hace aun más aterrador, pues es un tipo normal capaz de las peores acciones. Ben Kingsley ha encarnado héroes judíos tan icónicos como el cazador nazi Simon Wiesenthal ("Asesinos entre nosotros"), el padre de Anne Frank, Otto ("Ana Frank: toda la historia"), y el empresario Itzhak Stern ("La lista de Schindler"), y aquí toma el reverso retratando al villano nazi. Kingsley ha estado en una situación similar antes: en la adaptación cinematográfica de la obra de Ariel Dorfman “Lunas de hiel” (1992), secuestrado por el personaje encarnado por Sigourney Weaver, acusado de violación y tortura y sometido a un juicio retorcido; Oscar Isaac está bien como Peter Malkin, demaostrando mundo interior convulso, y treniendo una excelente sintonía con Kingsley; La actriz gala Mélanie Laurent como la doctora Hanna tiene un papel de apoyo bastante desdibujado, allí únicamente como acicate pasional del rol de Isaac; Joe Alwyn como Klaus, hijo del genocida, da un perfil demasiado plano en su villanía; Pêpê Rapazote como el intrigante nazi con hilos en las autoridades argentinas da un personaje de malo muy malo sin más; Haley Lu Richardson como la dulce Sylvia da una aceptable actuación como la “garganta profunda”; Luego están los muy desaprovechados Greta Scacci como esposa de Eichmann y Peter Strauss como el padre ciego de Sylvia; A destacar la fenomenal caracterización de Simon Russell Beale como el mítico primer ministro de Israel David Ben-Gurion , que en una sol es cena deja huella.
Spoiler:
Lod e que todo el nudo central sea que el comando del Mossad raptor deben de hacer firmar sin forzarlo a Eichmann un documento de que viaja voluntariamente a Israel para contentar a la línea aérea que debe transportarlo (la aerolínea AI), es un McGuffin demasiado débil, y muy poco creíble; Lo de ese final a contrarreloj en que el comando huye en el último momento antes de que los descubran nazis argentinos, coronado con lo de que el avión despega también justo antes de que lleguen estos “malos” es una copia zafia de “Argo”. Por cierto, nos ponen el sacrificio de Peter como algo extraordinario que le puede acarrear penosas represalias, sin embargo, hay una elipsis en que lo vemos como si nada ya en Israel, menudo modo de trampear al espectador.
Le preguntan a Peter Malkin por que parece estar boicoteado en el Mossad, la respuesta es muy mordaz: "No lo sé. Antisemitismo?”.
Momentos recordables: Los inquietantes tramos en que Peter da de comer a Eichmann, y también cuando lo afeita con una navaja de afeitar; “Hice un pequeño esfuerzo para defender Alemania de sus invasores” (Adolf Eichmann).
En conjunto me queda una película que nada aporta a otras con tema similar sobre el genocida, pero que el mencionado duelo actoral la hace apreciable. Fuerza y honor!!!
Spoiler:
Lod e que todo el nudo central sea que el comando del Mossad raptor deben de hacer firmar sin forzarlo a Eichmann un documento de que viaja voluntariamente a Israel para contentar a la línea aérea que debe transportarlo (la aerolínea AI), es un McGuffin demasiado débil, y muy poco creíble; Lo de ese final a contrarreloj en que el comando huye en el último momento antes de que los descubran nazis argentinos, coronado con lo de que el avión despega también justo antes de que lleguen estos “malos” es una copia zafia de “Argo”. Por cierto, nos ponen el sacrificio de Peter como algo extraordinario que le puede acarrear penosas represalias, sin embargo, hay una elipsis en que lo vemos como si nada ya en Israel, menudo modo de trampear al espectador.
Le preguntan a Peter Malkin por que parece estar boicoteado en el Mossad, la respuesta es muy mordaz: "No lo sé. Antisemitismo?”.
Momentos recordables: Los inquietantes tramos en que Peter da de comer a Eichmann, y también cuando lo afeita con una navaja de afeitar; “Hice un pequeño esfuerzo para defender Alemania de sus invasores” (Adolf Eichmann).
En conjunto me queda una película que nada aporta a otras con tema similar sobre el genocida, pero que el mencionado duelo actoral la hace apreciable. Fuerza y honor!!!