Media votos
6,5
Votos
5.717
Críticas
5.217
Listas
10
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de TOM REGAN:
10
8,3
14.762
Drama
El Jaibo es un adolescente que escapa de un correccional y se reúne en el barrio con sus amigos. Unos días después, el Jaibo mata, en presencia de su amigo Pedro, al muchacho que supuestamente tuvo la culpa de que lo enviaran al reformatorio. A partir de entonces, los destinos de Pedro y el Jaibo estarán trágicamente unidos. (FILMAFFINITY)
18 de marzo de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
43/03(06/03/17) La primera gran Obra Maestra que nos regaló Luis Buñuel, una epopeya de la marginalidad, film mexicano escrito y dirigido por el realizador aragonés junto a Luis Alcoriza (“Él”), obtuvo el premio al mejor director en el Festival de Cannes (en una edición donde competían “Milagro en Milán” de Vittorio de Sica o “Eva al desnudo” de Joseph L. Mankiewicz),. Un crudo y nada complaciente relato sobre la vida de un grupo de niños que intentan sobrevivir en la podredumbre de los arrabales de una gran ciudad, en este caso México DC, a través de estos frágiles personajes se hace una desgarrada crítica a la pobreza, desprovista de todo sentimentalismo, y lo que es más incisivo, sin compasión, sin dar esperanzas, somos un mundo podrido y quizás sin cura posible, lo cual la hace más realista, componiendo un microcosmos donde reina el darwinismo social, la ley del más fuerte, en donde campan el miedo, las frustraciones, la falta de oportunidades, el desarraigo, la maldad, la falta de cariño, y sobre todo la miseria física y espiritual, el patio trasero de las grandes ciudades convertido en el vertedero de lo que no queremos ver, y aquí intentan subsistir las víctimas de las desigualdades, rodeadas de un ambiente que los aboca en espiral hacia la delincuencia y la marginalidad. Película con aires a la corriente neorrealista italiana de obras como “Ladrón de bicicletas” o “Alemania año 0”, donde el mundo infantil es mártir de una sociedad enferma que hace los niños deban perder su inocencia a golpes de infortunios. Al principio de la película, una voz en off hace una declaración de intenciones mientras las imágenes nos trasladan a la parte trasera y escondida de la opulencia, nos señala que lo que vamos a ver acontece a cortos metros de la gran ciudad, pese a la cercanía a ésta, parece están en el otro extremo del planeta, la miseria y la pobreza reinan, siendo sus (desgraciados) habitantes producto de esta desdicha. Ha sido nombrada Memoria del Mundo por la Unesco, junto a “Metrópolis” de Fritz Lang, toda la cinematografía de los hermanos Lumière y “El Mago de Oz” de Victor Fleming son las únicas piezas del séptimo arte que han recibido la consideración de Memoria del Mundo. Se basa en un trabajo previo de documentación en los suburbios de Méjico DF.
Buñuel añade su toque surrealista y bizarro al estilo neorrealista, lo hace con secuencias de sueños (la de Pedro) que demuestran el mundo interior de estos “desgraciados”, y su toque retorcido fetichista cinéfilo con su obsesión por los animales (gallinas, burros, cabras, palomas, el perro símbolo de muerte...), que se puede ver como una metáfora de que las personas estamos cerca en todos los sentidos de estos seres primarios (ejemplo “Ojitos” bebiendo directamente de la teta de la cabra), o el original modo de trasladarnos la rabia y desesperación con ese huevo lanzado por un iracundo personaje a la pantalla, genial modo de hacernos sentir cerca su dolor interior, o la forma que transmite erotismo soterrado con mujeres lavándose los pies con leche de burra. Tocando temas trascendentales en el crecimiento de un niño como la ausencia del padre, la orfandad, el complejo de Edipo, las malas compañías, la delincuencia juvenil, la falta de referentes morales, la latente sexualidad, esto enmarcándolo en un desarrollo ácido, inquietante, sórdido, doliente, una historia de terror auténtico, donde la compasión y la empatía emocional es inexistente. Una mirada desalentadora pesimista a la Condición Humana donde no parece haber lugar a la redención, todos están abocados a un final trágico desde que nacen, personajes atávicos, en que los lisiados son vistos sin cariño o ternura, el ciego es un tipo viscoso, pedófilo, avaro, violento, abusador, esto los hace más humanos y cercanos, produciendo una obra ambigua moralmente, y exenta de cualquier complacencia.
Un lienzo feista e hiriente que no dejará indiferentes, una cloaca de personajes envueltos en la maraña de la pobreza de la que es imposible salir, su sino fatalista lo tiene escrito a fuego, su única vía de supervivir parecen encontrarla en la violencia, en el egoísmo, en la criminalidad, y esto Buñuel lo trata de modo cuasi documental, sin juzgar, solo expone unos hechos, que cada cual saque sus propias conclusiones, el realizador de Calanda pone su marca en su nula condescendencia, en como reniega de la piedad y la caridad. Esto Buñuel lo desarrolla con una intensidad y virulencia estética vibrante, con diálogos y situaciones que impactan por su contundencia, por sus escenas turbadoras evitando lo políticamente correcto, hablándonos en el año 50 de pedofilia, de incestos, de asesinos juveniles, de pedofilia, de violaciones, o del estremecedor robo a un hombre sin piernas. Una obra con evidentes toques humanistas en su descarnada deconstrucción del patetismo, adentrándose con virulencia en el abrupto modo en que los niños en este entorno pierden la inocencia.
El guión crea una red de interrelaciones de unos personajes al borde del abismo, pero fijándose en la confrontación entre el Bien que representa Pedro, y el Mal que es Jaibo, los dos reflejan una forma de luchar contra su aciago destino, el primero lo intenta buscando trabajo, pidiendo el cariño (en vano) de su madre, el otro lo hace desde la delincuencia, desde dar rienda a sus instintos primarios (criminales y sexuales), abusando de los más débiles, como el ciego, niños o el invalido sin piernas.
Buñuel remarca como en este submundo se mantienen las pulsiones sexuales: La chica Meche se rocía piernas y brazos con leche de burra, tras lo que se la masajea ante la mirada lujuriosa del escondido Jaibo, a lo que sigue este intentando manosear lascivamente a su hermana; Las miradas de Jaibo a la madre (Estela Inda) de Pedro, mientras esta deja ver sus piernas mientras limpia; El simbolismo (sexual) de la puerta que cierra jaibo tras mantener una dulzona charla con la madre de Pedro;... (sigue en spoiler)
Buñuel añade su toque surrealista y bizarro al estilo neorrealista, lo hace con secuencias de sueños (la de Pedro) que demuestran el mundo interior de estos “desgraciados”, y su toque retorcido fetichista cinéfilo con su obsesión por los animales (gallinas, burros, cabras, palomas, el perro símbolo de muerte...), que se puede ver como una metáfora de que las personas estamos cerca en todos los sentidos de estos seres primarios (ejemplo “Ojitos” bebiendo directamente de la teta de la cabra), o el original modo de trasladarnos la rabia y desesperación con ese huevo lanzado por un iracundo personaje a la pantalla, genial modo de hacernos sentir cerca su dolor interior, o la forma que transmite erotismo soterrado con mujeres lavándose los pies con leche de burra. Tocando temas trascendentales en el crecimiento de un niño como la ausencia del padre, la orfandad, el complejo de Edipo, las malas compañías, la delincuencia juvenil, la falta de referentes morales, la latente sexualidad, esto enmarcándolo en un desarrollo ácido, inquietante, sórdido, doliente, una historia de terror auténtico, donde la compasión y la empatía emocional es inexistente. Una mirada desalentadora pesimista a la Condición Humana donde no parece haber lugar a la redención, todos están abocados a un final trágico desde que nacen, personajes atávicos, en que los lisiados son vistos sin cariño o ternura, el ciego es un tipo viscoso, pedófilo, avaro, violento, abusador, esto los hace más humanos y cercanos, produciendo una obra ambigua moralmente, y exenta de cualquier complacencia.
Un lienzo feista e hiriente que no dejará indiferentes, una cloaca de personajes envueltos en la maraña de la pobreza de la que es imposible salir, su sino fatalista lo tiene escrito a fuego, su única vía de supervivir parecen encontrarla en la violencia, en el egoísmo, en la criminalidad, y esto Buñuel lo trata de modo cuasi documental, sin juzgar, solo expone unos hechos, que cada cual saque sus propias conclusiones, el realizador de Calanda pone su marca en su nula condescendencia, en como reniega de la piedad y la caridad. Esto Buñuel lo desarrolla con una intensidad y virulencia estética vibrante, con diálogos y situaciones que impactan por su contundencia, por sus escenas turbadoras evitando lo políticamente correcto, hablándonos en el año 50 de pedofilia, de incestos, de asesinos juveniles, de pedofilia, de violaciones, o del estremecedor robo a un hombre sin piernas. Una obra con evidentes toques humanistas en su descarnada deconstrucción del patetismo, adentrándose con virulencia en el abrupto modo en que los niños en este entorno pierden la inocencia.
El guión crea una red de interrelaciones de unos personajes al borde del abismo, pero fijándose en la confrontación entre el Bien que representa Pedro, y el Mal que es Jaibo, los dos reflejan una forma de luchar contra su aciago destino, el primero lo intenta buscando trabajo, pidiendo el cariño (en vano) de su madre, el otro lo hace desde la delincuencia, desde dar rienda a sus instintos primarios (criminales y sexuales), abusando de los más débiles, como el ciego, niños o el invalido sin piernas.
Buñuel remarca como en este submundo se mantienen las pulsiones sexuales: La chica Meche se rocía piernas y brazos con leche de burra, tras lo que se la masajea ante la mirada lujuriosa del escondido Jaibo, a lo que sigue este intentando manosear lascivamente a su hermana; Las miradas de Jaibo a la madre (Estela Inda) de Pedro, mientras esta deja ver sus piernas mientras limpia; El simbolismo (sexual) de la puerta que cierra jaibo tras mantener una dulzona charla con la madre de Pedro;... (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
... El ciego poniendo en su regazo a Meche y libertinamente intenta meterle mano; Cuando Pedro es abordado por un transeúnte ofreciéndole dinero, mostrando subliminalmente que este tipo es un pedófilo que intenta camelarse al niño.
El director muestra su vena onírica en un tramo filmado de modo diferente al resto, con la ensoñación de Pedro, con un lírico ralentizado para enfatizar sensaciones, con música estridente, en un tono que mezcla el sueño con lo pesadillesco, de este modo se expone la mentalidad de ilusiones de uno de los protagonistas, sus anhelos (del cariño de su de madre, vestida de blanco virginal por la idealización del hijo) y miedos (en la figura del pérfido Jaibo).
Todos los personajes son almas desvalidas por un mundo que los oprime: Pedro es un niño de la calle de buen corazón a quien su madre no tiene cariño alguno, lo repudia, el chico intentará hacer lo correcto, aunque la influencia del siniestro jaibo lo minará, aún así es representa la nimia esperanza de intentar salir de este sumidero social. Alfonso Mejía lo encarna con tremenda naturalidad y veracidad, sentimos su dolor y ansias de ser amado; Jaibo es la encarnación de todo lo malo de estos suburbios, el que se ha dejado llevar por sus bajos instintos, un huérfano que malvive robando a mendigos, ciegos, tullidos, dominando por el miedo a un grupo de niños, aún así Buñuel le da un toque humano cuando habla de su progenitora con la madre de Jaibo. Roberto Cobo lo interpreta con carisma, con carácter, con autenticidad, excelente; La madre de Pedro es el reflejo adulto de este basurero, abandonada por su marido debe subsistir criando a sus hijos entre la miseria, esto le ha agriado el carácter, repudiando de modo indolente al hijo mayor que desea cariño materno. A su vez ella echa en falta amor y se echa en brazos del primero que se le insinúa, aunque sea un desgraciado. Estela Inda le confiere alma y dimensión dramática angustiosa, extraordinaria; “Ojitos” es el reflejo de cómo los padres pueden llegar a abandonar físicamente a sus hijos, ha sido dejado en una plaza con la consigna (falsa) de volver a recogerlo, desvalido y hambriento deja una de las imágenes del film, él mamando tumbado de la teta de una cabra, en simbología de su abandono materno cual animal. Mario Ramírez lo interpreta con ternura e inocencia; El ciego Carmelo, un arisco y lujurioso ciego, que malvive de mendigar tocando música, de carácter agrio y violento. Miguel Inclán lo encarna de modo viscoso, con una vena repulsiva trémula por lo de hacer de invidente, normalmente desprende compasión; Meche es una chiquilla cándida que representa la tentación de la juventud, de cómo todos intentan manosearla libidinosamente. Alma Delia Fuentes lo actúa de un modo perturbador en la ingenuidad con que se muestra carnalmente y sensualmente, maravillosa.
Puesta en escena memorable, con un espléndido diseño de producción de Edward Fitzgerald (“Los siete magníficos”), rodando en los estudios Tepeyac y en locaciones del D. F. México, con escenarios feistas, decadentes, mugrientos, polvorientos, chabolas, corrales de animales, y esto con la fotografía en glorioso b/n de Gabriel Figueroa Hermosa (“El Ángel exterminador”), emitiendo en su gama de grises la tristeza ambiental, la melancolía climática, con planos repletos de simbolismos, jugando con los claroscuros y las penumbras, con picados y contrapicados, con los fuera de campo, con las profundidades, labor que tiene su culmen en el escalofriante tramo final de un mulo recortado por el amanecer mientras es tirado por un niño y un viejo, mientras el equino lleva una penosa carga, tirada lastimeramente ladera abajo. La música es obra de Rodolfo Halffter (“Nazarin”) sobre temas de Gustavo Pittaluga (“Viridiana”), amoldada de modo penetrante a la acción.
Obra Maestra recomendable a todo cinéfilo que se precie de serlo. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: http://tomregan.blogspot.com/2017/03/los-olvidados.html
El director muestra su vena onírica en un tramo filmado de modo diferente al resto, con la ensoñación de Pedro, con un lírico ralentizado para enfatizar sensaciones, con música estridente, en un tono que mezcla el sueño con lo pesadillesco, de este modo se expone la mentalidad de ilusiones de uno de los protagonistas, sus anhelos (del cariño de su de madre, vestida de blanco virginal por la idealización del hijo) y miedos (en la figura del pérfido Jaibo).
Todos los personajes son almas desvalidas por un mundo que los oprime: Pedro es un niño de la calle de buen corazón a quien su madre no tiene cariño alguno, lo repudia, el chico intentará hacer lo correcto, aunque la influencia del siniestro jaibo lo minará, aún así es representa la nimia esperanza de intentar salir de este sumidero social. Alfonso Mejía lo encarna con tremenda naturalidad y veracidad, sentimos su dolor y ansias de ser amado; Jaibo es la encarnación de todo lo malo de estos suburbios, el que se ha dejado llevar por sus bajos instintos, un huérfano que malvive robando a mendigos, ciegos, tullidos, dominando por el miedo a un grupo de niños, aún así Buñuel le da un toque humano cuando habla de su progenitora con la madre de Jaibo. Roberto Cobo lo interpreta con carisma, con carácter, con autenticidad, excelente; La madre de Pedro es el reflejo adulto de este basurero, abandonada por su marido debe subsistir criando a sus hijos entre la miseria, esto le ha agriado el carácter, repudiando de modo indolente al hijo mayor que desea cariño materno. A su vez ella echa en falta amor y se echa en brazos del primero que se le insinúa, aunque sea un desgraciado. Estela Inda le confiere alma y dimensión dramática angustiosa, extraordinaria; “Ojitos” es el reflejo de cómo los padres pueden llegar a abandonar físicamente a sus hijos, ha sido dejado en una plaza con la consigna (falsa) de volver a recogerlo, desvalido y hambriento deja una de las imágenes del film, él mamando tumbado de la teta de una cabra, en simbología de su abandono materno cual animal. Mario Ramírez lo interpreta con ternura e inocencia; El ciego Carmelo, un arisco y lujurioso ciego, que malvive de mendigar tocando música, de carácter agrio y violento. Miguel Inclán lo encarna de modo viscoso, con una vena repulsiva trémula por lo de hacer de invidente, normalmente desprende compasión; Meche es una chiquilla cándida que representa la tentación de la juventud, de cómo todos intentan manosearla libidinosamente. Alma Delia Fuentes lo actúa de un modo perturbador en la ingenuidad con que se muestra carnalmente y sensualmente, maravillosa.
Puesta en escena memorable, con un espléndido diseño de producción de Edward Fitzgerald (“Los siete magníficos”), rodando en los estudios Tepeyac y en locaciones del D. F. México, con escenarios feistas, decadentes, mugrientos, polvorientos, chabolas, corrales de animales, y esto con la fotografía en glorioso b/n de Gabriel Figueroa Hermosa (“El Ángel exterminador”), emitiendo en su gama de grises la tristeza ambiental, la melancolía climática, con planos repletos de simbolismos, jugando con los claroscuros y las penumbras, con picados y contrapicados, con los fuera de campo, con las profundidades, labor que tiene su culmen en el escalofriante tramo final de un mulo recortado por el amanecer mientras es tirado por un niño y un viejo, mientras el equino lleva una penosa carga, tirada lastimeramente ladera abajo. La música es obra de Rodolfo Halffter (“Nazarin”) sobre temas de Gustavo Pittaluga (“Viridiana”), amoldada de modo penetrante a la acción.
Obra Maestra recomendable a todo cinéfilo que se precie de serlo. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: http://tomregan.blogspot.com/2017/03/los-olvidados.html