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Voto de The Motorcycle Boy:
8
7,1
8.535
Drama
Dos sistemas: por una parte, la maquinaria nazi y, por otra, la diplomacia del Vaticano y de los Aliados. Pero dos hombres luchan desde dentro. El primero es Kurt Gerstein (personaje real), químico y miembro de las SS que se encarga de suministrar el gas Ziklon B a los campos de la muerte. Pero eso no le impide denunciar los crímenes nazis a los aliados, al Papa e incluso a los miembros de la Iglesia alemana a la que pertenece, ... [+]
5 de marzo de 2009
33 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
El film fue estrenado en el año 2002, siendo una de las últimas obras del realizador Constantin Costa-Gavras. Una vez más, Gavras deja patente en otra de sus películas su labor de denuncia social e histórica.
En ésta película, Gavras nos introduce en el contexto histórico del nazismo. Más en concreto, relata la relación existente entre la Iglesia católica y el régimen nazi.
Los dos personajes de los que se sirve el realizador para introducirnos en la situación son Kurt Gerstein, un oficial de la SS encargado de suministrar el gas letal a los campos de exterminio nazi, y Ricardo Fontana, un joven jesuita hijo de uno de los más fieles ayudantes del Papa.
A través de ellos dos, Gavras nos muestra dos procesos distintos. Por un lado, mediante el personaje de Gerstein, el realizador nos transmite el horror de la barbarie nazi.
Es difícil imaginar un miembro de la SS con tan gran solidaridad como Gerstein, sin embargo su actuación nos parece real y nos hace sentir. A pesar de que Amén no sea un film que destaque por sus escenas explícitas en lo referente al aniquilamiento de millones de humanos en éstos campos de exterminio, si es cierto que el rostro perplejo e impregnado de dolor que se le queda a Gerstein cuando mira a través de la mirilla, es el mismo rostro que se me queda a mí. No es necesario nada más para reflejar el grado de locura y extremismo al que llegaron los nazis. La simple cara de conmoción de un oficial de la SS como Gerstein tras haber visto dicha atrocidad es suficiente. Un químico como él, que en ningún momento pensaba destinar su gas a dicho fin, llega incluso a arriesgar su vida y su rango a lo largo de la película para luchar por aplazar el aniquilamiento de numerosos judíos, lanzándose a una búsqueda por la salvación de millones de personas a los que el régimen nazi había puesto en su punto de mira.
Gerstein cree que la humanidad debe conocer dicha crimen, y encuentra el apoyo fundamental para la búsqueda de dicha salvación en el otro personaje principal, Ricardo Fontana.
En ésta película, Gavras nos introduce en el contexto histórico del nazismo. Más en concreto, relata la relación existente entre la Iglesia católica y el régimen nazi.
Los dos personajes de los que se sirve el realizador para introducirnos en la situación son Kurt Gerstein, un oficial de la SS encargado de suministrar el gas letal a los campos de exterminio nazi, y Ricardo Fontana, un joven jesuita hijo de uno de los más fieles ayudantes del Papa.
A través de ellos dos, Gavras nos muestra dos procesos distintos. Por un lado, mediante el personaje de Gerstein, el realizador nos transmite el horror de la barbarie nazi.
Es difícil imaginar un miembro de la SS con tan gran solidaridad como Gerstein, sin embargo su actuación nos parece real y nos hace sentir. A pesar de que Amén no sea un film que destaque por sus escenas explícitas en lo referente al aniquilamiento de millones de humanos en éstos campos de exterminio, si es cierto que el rostro perplejo e impregnado de dolor que se le queda a Gerstein cuando mira a través de la mirilla, es el mismo rostro que se me queda a mí. No es necesario nada más para reflejar el grado de locura y extremismo al que llegaron los nazis. La simple cara de conmoción de un oficial de la SS como Gerstein tras haber visto dicha atrocidad es suficiente. Un químico como él, que en ningún momento pensaba destinar su gas a dicho fin, llega incluso a arriesgar su vida y su rango a lo largo de la película para luchar por aplazar el aniquilamiento de numerosos judíos, lanzándose a una búsqueda por la salvación de millones de personas a los que el régimen nazi había puesto en su punto de mira.
Gerstein cree que la humanidad debe conocer dicha crimen, y encuentra el apoyo fundamental para la búsqueda de dicha salvación en el otro personaje principal, Ricardo Fontana.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Fontana se lanza a una cruzada, junto con Gerstein, para hacer llegar al Papa los hechos acaecidos en los campos de exterminio nazis. Sin embargo, su lucha es en vano. Incluso cuando consigue acercarse al Papa y le explica la situación, sus plegarias caen en saco roto.
De nada puede servir que un joven como él se ponga la estrella de David en solidaridad con el pueblo judío en medio del Vaticano.
La Iglesia católica, debía pensar el Papa, tenía que mirar por sus propios intereses y no centrarse tanto en los crímenes y castigos que los nazis estaban imponiendo a la humanidad a no muchos kilómetros de distancia del Vaticano.
La historia así lo refleja, puesto que exceptuando pequeñas y esporádicas acciones contrarias a los horrores infligidos por los nacionalsocialistas, vemos como la Iglesia católica simplemente buscó salvaguardar sus intereses y entabló una complicidad con el régimen hitleriano.
Las denuncias por parte de católicos en contra de las detenciones y persecuciones nazis, en contra de la eutanasia y el asesinato de inválidos y enfermos incurables, como nos refleja el film, no fueron hechos que se puedan englobar en el colectivo de la Iglesia católica. Además, sus actuaciones en la mayoría de las ocasiones fueron encaminadas hacia el plano espiritual, nunca hacia la iniciativa política contrario al régimen del terror establecido por Hitler en Europa durante aquellos grises años.
El objetivo primordial católico siempre se basó en salvaguardar su status y la autonomía de sus iglesias. Es más, dicho objetivo se intentó consagrar a través del Concordato de 1933, en el que ambas partes se comprometieron a un acuerdo. Un acuerdo centrado en que el régimen nazi se encargaría de respetar la conservación de las estructuras eclesiásticas y su influencia en el contexto social de la época a cambio de que la Iglesia católica aportara su autoridad moral a dicho régimen.
Tampoco hay que olvidar que tanto la Iglesia católica como el NSDAP compartían a su vez un objetivo común, el cual no era otro que la manutención de su cruzada frente al antibolchevismo imperante en aquel entonces.
Por todos éstos motivos, Gavras nos muestra en las escenas finales el sentimiento de impotencia y dolor que sienten tanto Gerstein como Fontana, pues mientras ellos están consternados como sabedores que son de la gravedad y brutalidad de la situación, los representantes de la Iglesia católica simplemente disfrutan encerrados entre sus lujos y manjares en sus palacetes del Vaticano a sabiendas de lo que ocurre en la vieja Europa y a sabiendas incluso de lo que ocurre en la propia Roma, la cual es perseguida por la sinrazón y la locura nazi.
Ante estos hechos, la magnitud de la sensación de impotencia provocada por la actitud puramente pasiva de la Iglesia es tal que Gerstein y Fontana ya no pueden hacer otra cosa que entregar su vida. Una vida que, para ellos, ha dejado de tener sentido.
De nada puede servir que un joven como él se ponga la estrella de David en solidaridad con el pueblo judío en medio del Vaticano.
La Iglesia católica, debía pensar el Papa, tenía que mirar por sus propios intereses y no centrarse tanto en los crímenes y castigos que los nazis estaban imponiendo a la humanidad a no muchos kilómetros de distancia del Vaticano.
La historia así lo refleja, puesto que exceptuando pequeñas y esporádicas acciones contrarias a los horrores infligidos por los nacionalsocialistas, vemos como la Iglesia católica simplemente buscó salvaguardar sus intereses y entabló una complicidad con el régimen hitleriano.
Las denuncias por parte de católicos en contra de las detenciones y persecuciones nazis, en contra de la eutanasia y el asesinato de inválidos y enfermos incurables, como nos refleja el film, no fueron hechos que se puedan englobar en el colectivo de la Iglesia católica. Además, sus actuaciones en la mayoría de las ocasiones fueron encaminadas hacia el plano espiritual, nunca hacia la iniciativa política contrario al régimen del terror establecido por Hitler en Europa durante aquellos grises años.
El objetivo primordial católico siempre se basó en salvaguardar su status y la autonomía de sus iglesias. Es más, dicho objetivo se intentó consagrar a través del Concordato de 1933, en el que ambas partes se comprometieron a un acuerdo. Un acuerdo centrado en que el régimen nazi se encargaría de respetar la conservación de las estructuras eclesiásticas y su influencia en el contexto social de la época a cambio de que la Iglesia católica aportara su autoridad moral a dicho régimen.
Tampoco hay que olvidar que tanto la Iglesia católica como el NSDAP compartían a su vez un objetivo común, el cual no era otro que la manutención de su cruzada frente al antibolchevismo imperante en aquel entonces.
Por todos éstos motivos, Gavras nos muestra en las escenas finales el sentimiento de impotencia y dolor que sienten tanto Gerstein como Fontana, pues mientras ellos están consternados como sabedores que son de la gravedad y brutalidad de la situación, los representantes de la Iglesia católica simplemente disfrutan encerrados entre sus lujos y manjares en sus palacetes del Vaticano a sabiendas de lo que ocurre en la vieja Europa y a sabiendas incluso de lo que ocurre en la propia Roma, la cual es perseguida por la sinrazón y la locura nazi.
Ante estos hechos, la magnitud de la sensación de impotencia provocada por la actitud puramente pasiva de la Iglesia es tal que Gerstein y Fontana ya no pueden hacer otra cosa que entregar su vida. Una vida que, para ellos, ha dejado de tener sentido.