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España España · Málaga
Voto de Lukas:
7
Drama Julie hace un esfuerzo titánico para criar a sus dos hijos en las afueras de París y conservar al mismo tiempo su empleo en un hotel de lujo en el centro. Justo cuando consigue una entrevista para el trabajo que llevaba tiempo deseando, estalla una huelga general que paraliza todo el transporte público y pone en riesgo el delicado equilibrio que Julie había construido. Comienza entonces una carrera enloquecida contra el tiempo en la que ... [+]
13 de diciembre de 2022
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Eric Gravel construye, en esta su segunda película, una historia angustiosa basándose exclusivamente en material cotidiano, de la vida más real posible. Estamos ante una cinta que habla de nuestro mundo contemporáneo, y para ello nada mejor que hablar de los problemas de una mujer de unos cuarenta años, con dos hijos, divorciada, y que no quiere renunciar a un buen puesto de trabajo. Están todos los elementos necesarios para que el espectador medio pueda sentirse identificado. Nada más actual que la vida de las mujeres (el siglo XXI es femenino), sus problemas para conciliar vida laboral y personal. Julie Roy es la perfecta urbanita de nuestro tiempo. La cámara la sigue desde que se levanta (e incluso antes, cuando aún duerme, y se muestran hasta sus sueños) hasta el final de su estresante jornada. Es un alarde de cinematografía y montaje. Pero, enseguida, nos damos cuenta de un elemento fundamental, que traspasa toda la cinta como un clavo oxidado: la música electrónica, pegadiza, hipnótica, de Irène Drésel, que literalmente impulsa las acciones de la protagonista. Sin esa música genial, que ha sido construida en un impulso brillantísimo, la película sería una más de las del "cine social" (todas aburridísimas). Es gracias a esa música, a ese ritmo frenético de la imágenes, que incluso van por delante de las acciones de la protagonista, que la película alza el vuelo y se convierte en algo especial, algo que atrapa. Algo que te contagia esa ansiedad de la protagonista, otro gran acierto. No han pasado ni diez minutos, y ya vamos en ese tren, rumbo al corazón de las tinieblas. Ese travelling que muestra la ciudad, los edificios de fondo, es hiperrealismo.

He visto la cinta dos veces, en un período de dos meses, y me sigue pareciendo una obra espléndida, que reflexiona con acierto sobre nuestro mundo actual. Expone, con un brío inusitado, el verdadero problema de Occidente: la prisa. Esta mujer, que puede ser cualquier mujer de estudios medios de una gran ciudad, es el máximo exponente de individuo de nuestra época, enferma gravemente por el capitalismo tardío, que impone un ritmo frenético imposible, incompatible con la felicidad e incluso con una vida mínimamente sana. Me hizo pensar en mi época de Madrid, y sonreí, al recordar aquellos días tristes, estresantes, aunque también intensos. Esa mezcla de ansiedad, caos en los transportes, malhumor, arribismo, lujuria medio escondida, falsedad y escasos momentos de paz y esplendor. Todo esto lo retrata Gravel a la perfección, con Julie y compañía.

Todo sea por conservar un trabajo que consiste, como bien dice su superiora, en limpiar la mierda de los ricos. Todo sea por encontrar, por conseguir un trabajo mejor, o parecido al que tenía antes. Y si para ello hay que pisotear un poco, o aprovecharse de sus compañeras, o pedir favores a un portero, pues bien. Todo sea por el bendito trabajo, para mantener su status. Alguien dijo madre coraje, en otra crítica. De eso nada. Julie podría trabajar de cajera, perfectamente, pero eso sería rebajar su nivel. Podría seguir de gobernanta en ese hotel, pero ella merece algo mejor. Podría vivir en el centro, en medio de la polución, el ruido y todo ese meneo, pero no, ella quiere estar en las afueras, con la excusa de que los hijos se crían mejor. Julie es la típica pija que no quiere renunciar a nada. Lo quiere todo. Como le reprocha una amiga, en cierto momento, "no paras". Ése es su problema, se entrega al monstruo tan tranquilamente, creyendo que ésa es la verdadera vida. Hasta Vincent se da cuenta, de cómo se las gasta. Ni que decir tiene, que en la vida real encontré a mujeres así, y una era muy parecida. Realismo genial.

Ni que decir tiene que, sin la presencia magnética de Laure Calamy, su buen hacer, su meterse en la piel de su personaje, la cinta tampoco sería lo que es.
Lukas
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