El siempre interesante tema de la venganza (ante determinados estímulos -circunstancias-, la rabia se nos escapa con facilidad a pesar de nuestra supuesta conducta políticamente correcta) es puesto por Fennell en clave de comedia negra (camuflaje idóneo para conseguir apariencias cínicamente «inteligentes»), probablemente porque el tema, en su vertiente femenina, ya está más que tratado desde visiones más oscuras.

De tal mezcla (rabia femenina + venganza + comedia negra) surge un calculado fondo escénico, que no es otro que el de una sociedad, no ya en fase de descomposición, sino en vías de irreversible putrefacción, que Fennell pretende subrayar a través del tratamiento maniqueo de los personajes masculinos (todos son gilipollas), de la exposición naturalista de la violencia y, a nivel figurativo, con un diseño de producción barroco incluso a nivel cromático (esos tonos rosa pastel y los demás colores chillones que producen escozor ocular), aunque muy lejos del sentido del delirio que sólo está reservado a unos pocos.

Mención aparte merece el trabajo de una Mulligan ya madura, supurando morbo a borbotones, sobre todo cuando camina envuelta por It’s raining men (versión DeathbyRomi).

Y es que, lo reconozco, Carey siempre ha sido una de mis debilidades.

Sólo por eso, los cinco puntejos.

EN RESUMEN: curiosa, pero se os terminará perdiendo en la niebla de la memoria.