Hay dos opciones, que en el punto A de la línea temporal hagas una cosa o que no la hagas. Dependiendo de la opción que se tome tendremos en el punto B dos realidades diferentes. Esto es lo que se enseña en primero de primaria sobre el contiiiiinuo espacio tiempo.

Es decir, si yo en la primavera del 97 me tiré un pedo en clase hoy soy lo que soy (en parte) por ello, pero si volviera atrás y no me lo tirase hoy NO SERÍA, NUNCA, JAMÁS, lo mismo que ahora soy. Quién sabe, podría estar en la luna, ser rico, estar muerto o con el pelo verde. El caso es que cada acto condiciona tu futuro.

Esta regla tan clara Frecuency se la pasa por el forro.

Si el padre no se muere el hijo no va a estar en la misma mesa, con el mismo pelo, la misma ropa, bebiendo lo mismo y hablando de lo mismo con las mismas personas 30 años después. No va a estar exactamente igual que cuando sí murió.
No puede llegar a la misma casa, seguir teniendo el mismo trabajo y el mismo trato con los amigos. Todo es ya distinto. En todo caso (atentos que esto es para nota) habría 2 hijos: uno consecuencia del padre muerto tal y como lo conocíamos al principio y otro como consecuencia del padre vivo, totalmente distinto. Habría dos realidades paralelas coexistiendo y a todos nos explotaría la cabeza.

Aquí, sin embargo, todo se soluciona con una chavala que ya no lo conoce y con unos cuantos nuevos recuerdos.

Y no hablemos ya de esa sucesión de detalles absurdos... como, por ejemplo, que si se rompe un cristal hace 30 años están esos mismos 30 años para arreglarlo.

Y viendo todo esto lo que yo no sé es si es precisamente porque le trae totalmente al pairo la ley del tiempo, si es por su lado thriller, si es por el buen hacer de la pareja protagonista o si es por Suspicious Minds pero esta peli es entretenida como ella sola.