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España España · Barccelona
Voto de EL ALBATROS:
9
Drama Shubei Hirayama es un viudo que vive con una hija de veinticuatro años. Sintiéndose viejo y acabado, se da cuenta de lo injusto que es que la joven viva única y exclusivamente para cuidarlo y decide casarla. Aunque ella se resiste a abandonarlo, al final acabará haciéndolo. Entonces Shubei buscará en el licor del sake el refugio de la soledad, el consuelo a la angustia. (FILMAFFINITY)
5 de abril de 2018
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Conocido y venerado por sus dramas humanos ambientados en el Japón contemporáneo, Yasujiro Ozu es, junto a Kurosawa y Mizoguchi, el cineasta más reconocido del país nipón. Fue el cronista imprescindible para entender la evolución experimentada por la sociedad japonesa durante el periodo que abarca toda su obra, época de especial relevancia para su país. Sus dramas abordan el modo de vida de la familia japonesa, el peso de la tradición mantenidas en sus costumbres y los cambios surgidos a raíz del desarrollo económico del pasado siglo, evolucionando hacia la occidentalización que tuvo lugar desde la implantación de la era Meji en 1868 y, especialmente, tras la derrota nipona en la 2ª Guerra Mundial. Ozu representa el fiel testimonio de los valores más genuinos y autóctonos de su cultura oriental, frente a la historicista visión muy occidental de Kurosawa, o el formalista y ritualizado Mizoguchi y por lo tanto más populares entre nosotros, quizás Ozu es menos conocido también por la mala distribución de sus películas, a diferencia de los dos maestros citados y consagrados en festivales europeos.

El cine de Ozu posee un estilo personal e inconfundible, su técnica consistente “en poner la cámara a la altura del ser humano”, es depurada y estilizada especialmente, en su última etapa: sus títulos de crédito sobre tela de saco, los planos de transición, habitualmente denominados “planos almohada”, la cámara estática y situada muy cerca del suelo, la milimetrada planificación del espacio escénico, sus decorados claustrofóbicos, unidos a su elegancia formal cadenciosa. Todo ello son sus constantes reconocibles que reflejan la evolución del costumbrismo japonés, profundizando en lo más hondo del ser humano. Sus personajes son sencillos, vulnerables y muy cercanos, siempre desde el testimonio social. “El sabor del sake” me parece un título muy acertado, porque ese sabor ayuda a disfrazar esa amargura y esa soledad, para mí el tema principal del film, que puede invadir al ser humano cuando se hace viejo, la cinta aborda de forma serena las relaciones entre padres e hijos, cuando el patriarca alcanza la vejez, tradición y modernidad proponen dos modos de vida incompatibles al paso del tiempo en la célula familiar. La tradición manda que una hija permanezca soltera y dedique gran parte de su tiempo a cuidar al anciano padre, mientras que los nuevos tiempos permiten que los hijos emprendan su camino en libertad e independencia.

El film también reflexiona sobre la vida y la muerte, la fugacidad de la juventud, los problemas de los jóvenes con sus parejas, las tradiciones de los matrimonios de conveniencia familiar, siempre desde la serenidad, el respeto y la sabiduría de la experiencia vivida. Ozu utiliza la excusa de unas reuniones periódicas de un grupo de hombres maduros que apuran sus días compartiendo comida y sake con sus vivencias y problemas cotidianos. La respuesta a los misterios de la vida no se encuentra en la satisfacción de los deseos y en la búsqueda de los placeres, tampoco en el sacrificio y la abnegación. El secreto de la existencia está en sortear los obstáculos para llegar a a buen puerto. El cine de Ozu no necesita énfasis, sus imágenes son evidentes , quizá parezca fácil, porque su perfección no es ostentosa ni petulante, mucho menos trascendental. Y es que cuando un aficionado ve una obra de esta categoría, comprende y valora la relatividad artificiosa y banal de tanto cine mediocre que nos invade. Esta última película de Ozu es la revisitación de su “Primavera tardía” de 1949, basada en la relación familiar que representaba el altruismo frente al egocentrismo que padece la sociedad actual.
EL ALBATROS
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