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Jamaica Jamaica · Islas Caimán
Voto de Clínex rotos:
5
Thriller. Terror. Fantástico Thriller psicológico sobre una joven apasionada por la moda que, misteriosamente, es capaz de trasladarse a los años 60 y conocer a su ídolo, una deslumbrante aspirante a cantante. Pero el Londres de la época no es lo que parece y el tiempo parece desmoronarse con oscuras consecuencias...
3 de enero de 2022
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi esta película el pasado 30 de noviembre, y fue entonces cuando debí escribir la presente crítica; ignoro las causas por las que no lo hice: tal vez fuese el miedo, tal vez la pereza, tal vez el desinterés, tal vez la falta de inspiración, tal vez un poco de todo junto, quién sabe. El caso es que dejé anotado en un papel las cuatro ocurrencias que quería volcar aquí, y pronto ese papel se convirtió en una presencia maldita que me perseguía y me recordaba mi irresponsabilidad al no haber escrito esta crítica cuando tocaba. Las horas, los días y las semanas fueron pasando y ahora sucede que ya no es el momento de hablar de "Last night in Soho", sino de "Spiderman: no way home" y de "Matrix 4". Pero en fin, tampoco me he caracterizado por ir acorde con los tiempos, así que qué diablos, vamos a quitarnos este compromiso de encima, aunque sea para presumir de haber hecho las cosas, o sea, de actuar con responsabilidad (aunque no sea exactamente así, porque en estos momentos debería estar estudiando para un examen, de manera que la supuesta responsabilidad se ha convertido en una procrastinación en toda regla).

Como dije al principio, vi esta película el pasado 30 de noviembre. Fue un martes. En la sesión de las diez de la noche. No tenía más opción: era el último pase en versión original (con subtítulos en castellano, claro), y yo ya no puedo ver películas dobladas, mi paladar las repudia. Así que ese día salí de clase a las ocho y bajé en guagua hasta los multicines cargado con la mochila, los apuntes y el portátil como si fuera un veinteañero, cuando la realidad es que ya rondo los cuarenta, pero en fin, esa es otra y lamentable historia. Así que allí estaba yo, con casi cuarenta años, solo, cansado y con frío, dando vueltas por la zona recreativa adyacente a los multicines, haciendo tiempo hasta que fuese la hora. Aproveché para comerme unas cuantas bolitas de chocolate a un precio escandaloso, porque sabía que cuando llegase a casa, a las tantas, ya no tendría apetito para cenar. (Las bolas de chocolate, por cierto, me provocaron un desagradable ataque de tos, porque ya no estoy acostumbrado a tanta dosis de azúcar de golpe).

Finalmente, llegó la hora de entrar a la sala. En total seríamos unas veinte personas allí dentro. Todo el mundo llevaba camisas anchas a cuadros, incluso las chicas (cinco para ser exactos). Había franceses, rusos, asiáticos, ingleses e incluso un vasco. Por un momento tenía la sensación de encontrarme en otro país, y no me desagradó del todo. Creo que la sala era la misma donde dos años atrás vi "Puñales por la espalda" y eso incrementó mis expectativas. También tenía depositadas muchas esperanzas en "Last night in Soho" porque el mes anterior se me escapó la última de Verhoeven, "Benedetta", que también quería ver en el cine, pero en versión original solo la proyectaban en la otra punta de la isla, y me fue imposible asistir, aunque podría haberlo hecho (pero a qué precio, amigo: por mucho que me jorobe la realidad es que ya no tengo la vitalidad de los veinte años).

Tras casi media hora de anuncios y trailers, comenzó, al fin, "Last night in Soho". Los primeros cuarenta minutos, bien. A partir de ahí, la película pega un bajón, como ya le sucedió a la anterior de su director que había visto, "Bienvenidos al fin del mundo", algo que coincidió con la noticia de la muerte de Robin Williams, por lo que tuve que parar el visionado para escribir un texto en Facebook narcisista y sensiblero exponiendo mi dolor por el fallecimiento del carismático actor. Ese notorio bajón que experimenta "Last nigh in Soho" al poco de iniciar su segundo acto y que se mantiene hasta el final, no llegó, sin embargo, a provocarme un mal sabor de boca. Quizás es que tenía ganas de ver una película "como las de antes" en el cine, y "Last night in Soho" cumple con ese requisito "retro", al homenajear, entre otras, las pelis giallo de Argento y Fulci y toda esa gente de la que Paco Fox y su séquito son fieles admiradores. También estaba emocionado por la posibilidad de que yo le gustase a alguna de las compañeras de clase (unas cuarenta y cinco), idea sustentada más en el deseo que en otra cosa, porque hace tiempo que comprendí que el que una chica te trate bien, e incluso que tontee un poco contigo, no implica necesariamente que esté interesada en compartir su genitalidad con la tuya (tengo casi cuarenta años, ¿recuerdan?)

Total, que la película acabó. Fuera, en la calle, llovía mogollón. Afortunadamente, llevaba encima el paraguas. Si me daba prisa, podía coger el último tranvía: solo necesitaba recorrer, bajo la lluvia y en apenas diez minutos, los 1,5 kilómetros que había desde los multicines hasta la parada (y cargado con la mochila, el portátil, los libros, etc). Sorprendentemente, logré hacerlo, pero en no pocas ocasiones del trayecto recordé lo viejo que estaba para esos trotes.

En el tranvía había un grupo de chavales que probablemente todavía fuesen menores mirando fotos de chicas en Instagram y calificándolas en estos términos: "Es fea de cojones, pero me la follo", "Fooosss, qué cara de hedionda que tiene", "Chaass, menudas lorzas". Sentí pena y asco por ellos, pero tengo que reconocer que con su edad los pibes con los que me movía eran iguales. Me hubiese gustado sentarme a su lado y hablarles a esos chavales de la vida como Robin Williams hizo con Matt Damon en "El indomable Will Hunting", pero no tenía ganas de que me rompieran el portátil, ni de que llamaran a la Policía.

Al final llegué a casa, me di una ducha caliente, me rompí una uña al ponerme el pijama y me fui a la cama sin cenar. Al día siguiente me puse en contacto con Paco Fox por el chat de Facebook y me dijo que a él la película le había encantado. A la tarde asistí a clase y las compañeras con las que había fantaseado en el cine me hablaron por primera vez de sus novios. Me sentí doblemente triste, pero intenté que no me afectara.

Y esto es, más o menos, lo que tenía que contar.

Feliz año a tod@s.
Clínex rotos
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