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España España · Barcelona
Voto de obscinedades:
1
Drama Marco (Ariel Casas) es un pequeño narcotraficante que pretende dejar la "profesión" y llevar una vida normal junto a su esposa (Silvia Marsó), su hija (Susana Fawaz) y su hermano (Jaume García Arija). Pero, tras la muerte de su madre (Asunción Balaguer), descubre que su padre (Joan Dalmau), con el que no se hablaba en años, sufre un principio de Alzheimer, así que decide acogerlo en su propia casa. El nuevo entorno familiar, cada vez ... [+]
13 de diciembre de 2008
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
De cuando en cuando surgen determinadas producciones que, como en el caso de MyWay, ostentan la encomiable virtud de poner de acuerdo tanto a crítica especializada como a público en general: a nadie le gusta. A la espera de saber cómo resultará finalmente su paso por la taquilla y por varios festivales nacionales e internacionales, augurar un discreto papel para la nueva obra del realizador J. A. Salgot –que allá por 1980 tan positivamente había sorprendido en su debut con Mater amatísima- no sería una apuesta demasiado arriesgada.

Myway cuenta la historia de un pequeño narcotraficante de mediana edad, Marc, centrando la atención en su entorno familiar. Los problemas maritales, la revisión de las relaciones paterno-filiales, el alzheimer y la incomunicación son los temas propuestos en lo que pretende ser un psicodrama intimista con dosis de thriller, pero que no termina por ser ni lo uno ni lo otro, diluyéndose en una sucesión de escenas cada vez más artificiosas y aburridas que acaban por llevar la cinta a tierra de nadie. Los actores no convencen, y tampoco parece un alarde de creatividad representar la muerte de un personaje haciéndole caminar por un aséptico pasillo al fondo del cual le espera una luz cegadora. En medio de este descalabro, su director se dedica a articular frenéticos movimientos de cámara con reiterados reencuadres a base de zooms que vaticinan una postrera sobredosis de gelocatil. Todo ello provoca que el resultado final se acerque a un inédito híbrido a medio camino entre el serial televisivo y el cine independiente mal entendido, una suerte de prime time para afectados intelectuales modernillos tan evidentemente banal que no engaña a nadie.

Pero lo realmente peligroso de Myway no es su insustancial trama, ni si quiera su molesta realización, sino la ausencia total y absoluta de reflexión sobre sí misma. No hay atisbo de meditación profunda alguna detrás de cada una de las decisiones formales, no hay una concepción propia, las elecciones no representan la respuesta a ninguna necesidad, no hay voluntad, sólo aleatoriedad. ¿Sería el autor capaz de responder si alguien le hiciese la en principio sencilla pregunta: por qué?. La falta de propuestas, de inquietud o curiosidad, inunda las imágenes de un vacío que nunca podrá llenar la preciosista fotografía ni tampoco la banda sonora original, sin ideas no hay cine.

Este modelo de ‘películas huecas’ no son, desgraciadamente, muestras puntuales que supongan la excepción que confirma la regla, sino que vienen a reafirmar la existencia de determinada ideología sobre lo que significa hacer cine bastante alejada de la realidad. La extraordinaria y en otros sentidos maravillosa democratización de las formas de producción y reproducción cinematográfica -y en general de cualquier pieza audiovisual- acentúan aún más la ingenua noción de que cualquiera puede hacer cine. Esto no es más que un espejismo. El cine no nace mágicamente al presionar el on de una cámara.

Obscinedades.
obscinedades
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