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Estados Unidos Estados Unidos · 544 Camp Street. New Orleans
Voto de Jinete nocturno:
7
Terror. Drama Los Woodhouse, un matrimonio neoyorquino, se mudan a un edificio situado frente a Central Park, sobre el cual, según un amigo, pesa una maldición. Una vez instalados, se hacen amigos de Minnie y Roman Castevet, unos vecinos que los colman de atenciones. Ante la perspectiva de un buen futuro, los Woodhouse deciden tener un hijo; pero, cuando Rosemary se queda embarazada, lo único que recuerda es haber hecho el amor con una extraña ... [+]
26 de noviembre de 2011
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya me imagino lo que me espera, pero me apetece, equivocadamente o no, ser claro. Y lo que tengo que decir es que esta sobrevaloradísima película, de lo peorcito de ese genio llamado Polanski, ha envejecido terriblemente mal. Tanto que es casi imposible verla hoy en día sin que se te dibuje una sonrisilla condescendiente ante lo naif del tratamiento y lo antediluviano de estereotipos y temas.

No niego que cuando se estrenó, hace medio siglo, tuviera su encanto. Es evidente que su estilo directo y explícito (para la época), sus escenas de desnudos y el tema en cuestión, nada más y nada menos que el satanismo, resultase terriblemente transgresor a finales de los 60. Al fin y al cabo, esta es la primera película relevante de lo que se convertiría en todo un subgénero que pariría, entre otras, las dichosas “exorcistas” y “profecías”.

Por otro lado, hay que decir que dudo mucho que Polanski pueda hacer una mala película, desde el punto de vista técnico, ni aun a propósito, y que esta no es una excepción (de ahí mi respetuoso siete). Es más, no tengo ningún problema en unirme al socorrido tópico y reconocer el buen trabajo de Mia Farrow. De acuerdo.

Pero dicho todo esto, hay que añadir sin complejos que una foto mía en bolas resulta mucho más inquietante: le falta, y nunca mejor dicho, garra. Todo echa un pestazo a rancio, a antiguo, que tira de espalda (ríase usted del baúl de la Piquer); y, vista hoy, falla claramente al transmitir ese punto opresivo y de amenaza latente que caracteriza el buen Terror.

Por otra parte, y es lo peor, tenemos a unos personajes completamente desfasados, acartonados, estereotipados e inverosímiles (me atrevo a decir que ya lo eran incluso en su época), casi ofensivos. Sin ir más lejos, una Mia Farrow que parece sacada del manual parroquial de la buena esposa: completamente sometida a su marido (al que sólo le falta un cartel diciendo “ESTOY METIDO EN EL AJO”) y con menos criterio que una muñeca hinchable; una imbécil de libro. A tal punto llega la cosa que, tras cierta famosa escena, cuando Rosemary despierta desnuda y cubierta de arañazos, el marido le confiesa tranquilamente que la ha violado mientras estaba inconsciente, y ella, oye, ¡como si nada! Vamos, una situación realista de cojones… Y si no, probad a hacer lo mismo con vuestra parienta, a ver cómo reacciona. De momento, y con razón, personándose en comisaría.

Y, cuidado, eso, lejos de ser una cuestión menor, debida a la comprensible evolución de los roles sociales, es un enorme hándicap para la película en la medida que impide empatizar mínimamente con los personajes o tomarse en serio las situaciones. Y es que, seamos serios: nadie hubiera reaccionado como la tal Rosemary lo hace a lo largo del film. NADIE.

En definitiva, una de la películas más “viejas” de la historia del Cine. Siendo perverso,
invito a compararla con el Nosferatu de Murnau y su eterna juventud vampírica.
Jinete nocturno
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