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España España · Madrid
Voto de Pedro:
9
Drama Don Birnam (Ray Milland) es un escritor fracasado a causa de su adicción al alcohol, adicción que lo ha destruido física y moralmente y lo ha convertido en un hombre desprovisto de voluntad. Con tal de seguir bebiendo es capaz de todo, incluso de robar. Tanto su novia (Jane Wyman) como su hermano intentan por todos los medios regenerarlo, pero sus esfuerzos parecen estériles. (FILMAFFINITY)
19 de diciembre de 2005
39 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnífico trabajo de Billy Wilder, quien demandó a la industria de las bebidas alcohólicas por ofrecer cinco millones de dólares a la Paramount para que no hiciesen la película. También hubo grupos que presionaron para que no se rodase porque creían justo lo contrario: que iba a fomentar la bebida.

En definitiva, superados los escollos sociales (nunca llueve a gusto de todos), el resultado es una más que eficaz disección de un alcohólico y los pormenores de su adicción tratados con minuciosidad en escenas realmente cargadas de crudo realismo, desde la misma botella en la ventana con la que arranca la película hasta la agónica secuencia en la que el protagonista no tiene dinero para pagar la cuenta en un bar, pasando por la parte rodada en el auténtico Bellevue Hospital y por algún que otro soberbio monólogo como el de Milland recitando al barman una electrizante oda a la botella que incluso el mismísimo Baco guardaría entre las mejores composiciones a él dedicadas.

La película se beneficia sobre todo de una extraordinaria narración y de una poderosa interpretación de Ray Milland, del que Wilder pronosticó desde el principio que se llevaría el Oscar ese año. Aunque no por ello debe dejar de destacarse el resoluto y delicioso papel de Jane Wyman (una jovencísima Angela Channing de la serie televisiva “Falcon Crest”) que comunica con solvencia el pragmatismo y la férrea voluntad empeñada en salvar a quien de verdad ama.

Cary Grant y José Ferrer, candidatos iniciales al papel protagonista, perdieron sin duda uno de los textos más brillantes escritos para un personaje en la historia del cine; pero Ray Milland supo aprovecharlo y con no pocos esfuerzos, como dejar de comer al igual que muchos alcohólicos o ingresar en el hospital para preparar su interpretación, terminó por rubricar el trabajo de su vida, por encima incluso del excelente que realizaría casi diez años después en “Crimen perfecto” a las órdenes del maestro Hitchcock.
Pedro
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