A los que llevan leyéndome más de una década por aquí, ya habrán leído que me encanta el western. Un género que mi abuelo materno me hizo amar desde bien niño, recuerdo esas sobremesas de fin de semana donde siempre estaba una película del Oeste, como lo suelen llamar los más ancianos y que tanto cariño me transmite dicha palabra.

Yo viví con mucha alegría como a principios de los 90 renació de nuevo este género, y varias de esas películas fueron galardonadas con premios importantes, entre ellos el oscar. Bailando con lobos, Sin perdón.

Wyatt Earp nos cuenta la historia real de un marshall de Estados Unidos, quien las circunstancias lo obligaron a colocarse la estrella y ejercer de hombre de la ley. ¿Pero qué lo hizo tan especial y conocido? Su forma de entender la vida y su profesión. Si no actuaba con contundencia su vida podría estar en peligro constantemente. Así que esa será la seña de identidad del personaje. Duro de pelar. Kevin Costner hace una interpretación decente, no diría que magistral en este caso. Cosa que si anoto en el lado positivo de Dennis Quaid, me ha encantado. El elenco de actores que años después serían archiconocidos en asombroso. Jim Caviezel, Mackenzie Astin.

A mi la parte negativa solo la veo en la duración de la película, me parece excesivas las 3 horas 10 minutos que dura. Se podría contar todo en dos horas y media máximo. Por lo demás me ha encantado todo, la forma de contar la historia del personaje desde bien joven hasta su madurez y todo lo que hay de por medio. Como llega a la profesión, como se traslada de estado en estado, su boda y matrimonio, su caída a los infiernos, sus miedos. Y esa magnífica relación con sus hermanos. Aquellos que se puedan permitir el tiempo suficiente para leer un poco sobre el personaje, podrán comprobar el gran trabajo de investigación que se ha currado el equipo de trabajo del film para que nos llegue lo más exacto posible. Una maravilla.

La ambientación es perfecta, el vestuario es tan perfecto, que me ha costado horrores reconocer a algunos actores detrás de una barba o un bigote. Genial.

Lo dicho, gracias a esos magníficos años que nos devolvieron a uno de los géneros más poderosos del cine de antaño.