Diré para empezar que la película “La duda”, del para mí hasta ahora desconocido John Patrick Shanley me ha gustado algo menos de lo que las opiniones que había leído al respecto me habían permitido sugerirme.

No estamos, que conste, ante una mala película. La realización es suficiente. Le falla, en mi opinión, la obsesión por los encuadres inclinados, impropios de un director clásico: si has de forzar la gramática cinematográfica, asegúrate que lo haces por una buena causa. La ambientación de la época es notable, suelen ser las épocas más recientes las más difíciles de reconstruir. La interpretación es sobresaliente. Por una parte, tenemos a la siempre eficaz y creíble Meryl Streep, y por el otro, a un cada vez más notable Phipip Seymour Hoffman, creciendo de película en película. Sin duda alguna, lo mejor del film son las diatribas dialécticas entre ambos.

Punto y aparte merece el guión. Lo escribe el mismo director con historial más de guionista y dramaturgo que de realizador. A pesar de ello no logra elevar la propuesta que hace a una altura considerable; parece construido de forma en exceso teatral, haciendo de los personajes más símbolos que personas de carne y hueso, a la escena final, por ejemplo, me remito. No obstante tiene su valor y así lo constato, en especial, por ese estudio que hace de la duda y sobre todo de la certeza, ésta última en la segunda acepción que le da el diccionario de la Real Academia: “Firme adhesión de la mente a algo conocible, sin temor de errar”.