No parece que esta enésima versión de Spiderman esté teniendo mucho éxito taquillero, quizás sea porque es una película de animación. A mí, en cambio, me ha gustado porque me ha recordado mi verdadero Spiderman, aunque se dé la paradoja de que aquí en auténtico protagonista no deja de ser una versión del superhéroe primigenio, fruto de la pluma o lápiz del añorado Stan Lee.

Tiene esta nueva versión el aroma de las viñetas de antes; las mismas que yo leía en los años setenta y que convirtieron a Spiderman en el héroe por antonomasia, mucho más que Superman y no digamos que los Cuatro fantásticos, tan formalitos y suyos como son.

La historia que se cuenta es del todo predecible, eso no se discute, pero, aun así, se pasa un muy buen rato ante la pantalla en espera de que este nuevo Spiderman asuma su papel. ¿Cabe alguna duda de que lo hará? Yo me divertí y me entretuve mucho con esos dibujos con aroma de pasado, tan alejados de los nuevos efectos especiales, tan de ordenador; y no ignoro que los haya en esta película.

Así que creo que esta es la auténtica película de las Navidades actuales, aunque la presencia de doce tristes espectadores en la sala en la noche de Navidad en que vi el film no es que sea muy alentador, la verdad.