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España España · ALCALÁ DE HENARES
Voto de Inaki Lancelot:
7
6,2
43
Documental Marem, una niña bailarina senegalesa de 14 años de emigrar a Europa, y Sonia, una bailarina española atraída por la magia de África, estás unidas por Pap Ndiaye, padre de Marem y marido de Sonia. Ni África es como Sonia soñaba (Pap Ndiaye tiene dos mujeres más) ni Europa es como Marem soñaba (no hay niños en las calles y también hay pobreza). (FILMAFFINITY)
15 de febrero de 2009
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una niña negra, sola de solemnidad, pasea por las calles de Madrid sumida en llanto mientras, de fondo, la voz de Bebe entona “Viento, llévame a casa”. Su tristeza inmensa es nuestra derrota, el retrato de la sinrazón de nuestro mundo occidental y sus tecnológicas actividades individuales.

“Princesa de África” es un documental que no lo parece y trasciende la anécdota argumental. Muestra la relación entre una bailarina española y un senegalés polígamo que comparten un excelso amor a la danza. Para ella es su primera boda, para él, su tercera mujer sin que medien divorcio o separación previos. Sonia se desplaza a Senegal para conocer a las otras esposas e hijas.

De la imagen inicial del poblado, calles sin asfalto, multitud de niños, vida grupal en la calle, música y baile omnipresentes… pasamos a un retrato más íntimo de los personajes. Juan Laguna introduce su cámara en la alcoba familiar para darnos a conocer los deseos, dudas y proyectos de española y senegalesas.

Gradualmente se van abordando aspectos como la situación laboral de la mujer y las perspectivas de futuro para las adolescentes en Senegal. Surge inmediatamente su idealizada imagen de Europa, en la cual, lejos de una perspectiva materialista, suponen “todo más bonito y divertido”, “todos más felices”.

La bella complicidad que se establece entre la hija mayor de Pap y Sonia deja paso a la exposición de las concepciones de los propios Sonia y Pap respecto a su pareja. Laguna no idealiza, expone el estado actual de la relación y el efecto de la llegada de una occidental como ¿una más? a la familia, logrando que el espectador comparta con todos ellos la incertidumbre sobre la evolución de tan atípica estructura.

“Princesa de África” se enamora del continente negro, de su música y de un baile de auto - expresión, de apariencia acrobática y anárquica, para decantarse por la riqueza y universalidad de los sentimientos humanos. Celos, entrega desinteresada, carisma, sencillez, competitividad… no aparecen nunca identificados con ninguna de las civilizaciones que nos ha tocado vivir, sino como partícipes de ambas.

No es un viaje cíclico de eterno retorno desde el encantamiento inicial por la cultura ajena hasta la nostalgia por la propia. Es el reflejo sincero y acertado de valores personales positivos y negativos que nos describen a todos, realizado por un director sabio, joven y bondadoso.
Inaki Lancelot
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