Media votos
6,7
Votos
3.439
Críticas
185
Listas
2
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
- Sus redes sociales
-
Compartir su perfil
Voto de Normelvis Bates:
8
7,3
2.119
Cine negro. Drama
Tras los muros de la penitenciaría Westgate imperan el miedo y la violencia. El alcaide de la prisión mantiene hacinados a los presos y además, los somete a constantes torturas y vejaciones. Joe Collins y sus compañeros de celda, hartos de la situación, deciden organizar una fuga. Un plan temerario que tiene muchas posibilidades de acabar en un baño de sangre. (FILMAFFINITY)
26 de octubre de 2009
25 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
No resulta extraño, tras ver esta peli, que el infame senador McCarthy le cogiera ojeriza al bueno de Jules Dassin, porque “Fuerza bruta” es un sólido y tenso drama carcelario, excelentemente realizado e interpretado, que apunta al corazón mismo del sistema penitenciario norteamericano, ejemplificado en esa sórdida cárcel de Westgate en la que el brutal capitán Munsey oprime sádica e impunemente a los reclusos allí encerrados.
Si alguien sale malparado de esta peli no son, desde luego, los reclusos. El guión de Richard Brooks hace un notable esfuerzo por humanizarlos e individualizarlos, mostrando, mediante oportunos flashbacks, los motivos por los cuales están entre rejas los presos de la celda R17 y retratándolos como hombres que sufren la falta de libertad cada cual de un modo distinto.
Desde este punto de vista, la peli se convierte en un agudo estudio de los efectos que el encarcelamiento ejerce sobre los hombres. La orgullosa rebeldía de Burt Lancaster, el pragmatismo de Charles Bickford, las canciones humorísticas, el padecimiento en silencio o la asunción del papel de delator no son sino máscaras, medios que los presos eligen para sobrevivir en un lugar en que todas las acciones, tanto entre reclusos como desde las autoridades, están severamente codificadas y pueden acarrear tanto premios envenenados como durísimos o irreversibles castigos.
Los supuestos encargados de velar por los presos, en cambio, son mostrados como seres despreciables e indignos de la tarea que desempeñan. Solo el borrachín y lúcido médico de la cárcel es capaz de sentir y expresar públicamente su desacuerdo con el modo en que son tratados los presos. El alcaide, en cambio, es un hombre mediocre y pusilánime que pese a apuntar trazas de remordimiento se muestra incapaz de plantarles cara a sus superiores o al cruel y manipulador capitán Munsey, que es quien gobierna realmente la prisión, tratando a los reclusos como ganado, manteniéndolos enfrentados entre ellos y controlados mediante soplones y socavando, sibilinamente, la autoridad del alcaide con la intención de suplantarlo.
Dassin dirige la peli con su pulso firme habitual, apoyado por la crispada música de Miklos Rosza, y punteando la acción con muy bien dosificados momentos de tensión, que culminan en la espiral de violencia de su apoteósico final (que nuestro particular capitán Munsey me ha prohibido revelar en este apartado de la crítica, bajo pena de ser reducido a porrazos), con imágenes inolvidables, de una potencia visual inusitada... (sigue en el spoiler)
Si alguien sale malparado de esta peli no son, desde luego, los reclusos. El guión de Richard Brooks hace un notable esfuerzo por humanizarlos e individualizarlos, mostrando, mediante oportunos flashbacks, los motivos por los cuales están entre rejas los presos de la celda R17 y retratándolos como hombres que sufren la falta de libertad cada cual de un modo distinto.
Desde este punto de vista, la peli se convierte en un agudo estudio de los efectos que el encarcelamiento ejerce sobre los hombres. La orgullosa rebeldía de Burt Lancaster, el pragmatismo de Charles Bickford, las canciones humorísticas, el padecimiento en silencio o la asunción del papel de delator no son sino máscaras, medios que los presos eligen para sobrevivir en un lugar en que todas las acciones, tanto entre reclusos como desde las autoridades, están severamente codificadas y pueden acarrear tanto premios envenenados como durísimos o irreversibles castigos.
Los supuestos encargados de velar por los presos, en cambio, son mostrados como seres despreciables e indignos de la tarea que desempeñan. Solo el borrachín y lúcido médico de la cárcel es capaz de sentir y expresar públicamente su desacuerdo con el modo en que son tratados los presos. El alcaide, en cambio, es un hombre mediocre y pusilánime que pese a apuntar trazas de remordimiento se muestra incapaz de plantarles cara a sus superiores o al cruel y manipulador capitán Munsey, que es quien gobierna realmente la prisión, tratando a los reclusos como ganado, manteniéndolos enfrentados entre ellos y controlados mediante soplones y socavando, sibilinamente, la autoridad del alcaide con la intención de suplantarlo.
Dassin dirige la peli con su pulso firme habitual, apoyado por la crispada música de Miklos Rosza, y punteando la acción con muy bien dosificados momentos de tensión, que culminan en la espiral de violencia de su apoteósico final (que nuestro particular capitán Munsey me ha prohibido revelar en este apartado de la crítica, bajo pena de ser reducido a porrazos), con imágenes inolvidables, de una potencia visual inusitada... (sigue en el spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
... en el que los bestializados reclusos se arrancan salvajemente las máscaras que les permitían vivir en la cárcel a costa de su dignidad y recuperan, de cierta atroz manera, la libertad perdida entre rejas.