Valentín vive con su abuela, enviudada recientemente, y tiene dos deseos en su joven vida: ser astronauta y recuperar a una madre que le hace falta. Su carácter despierto, su viva inteligencia y sobre todo su gran corazón cautiva a los mayores, que ven en su inocencia y sinceridad algo que querrían para sí. Este niño vive la realidad sin la amargura del desencanto, sin rechazar a nadie; sólo busca encontrar a quien ocupe en su corazón el lugar de su madre y en quien volcar toda su afectividad.

Una historia simpática y humana, una mirada valiente y melancólica es la que nos ofrece esta película autobiográfica del escritor, director y actor de la misma, Alejandro Agresti. Habla de sentimientos y de deseos, unos cumplidos y otros no, pero ésa es la vida que su protagonista empieza a descubrir, y en la que no faltan puntos de incomprensión o de sabor amargo.

Pese a lo que pudiera parecer, no es Valentín un niño triste y amargado por su situación; conserva un buen ánimo para enfrentarse a las contrariedades de la vida y tratar que aquellos que le rodean también sean felices. Estamos ante una película sincera, llena de ternura y emotividad, de ésas que ayudan a ver la vida positivamente y a salir de los cines dispuestos a ser mejores, a soñar y tener ilusiones, aunque sepamos que no vamos a ir nunca a la luna.