John Krasinski le ha pillado el gusto a dirigir y escribir el guión, además de actuar, así que bajo esta fórmula, entre su "Entrevistas breves con hombres repulsivos" (2009) y "Un lugar tranquilo" (2018) tenemos la presente "Los Hollar", que es la típica comedia dramática independiente norteamericana, en la que una familia se reúne por algún motivo, en este caso una enfermedad, y resuelven sus diferencias o sus dudas existenciales. Con un argumento similar se me ocurren muchas, desde "Pequeña Miss Sunshine" (2006) a "Nebraska" (2013). Sin embargo, las que más me han gustado han sido "La joya de la familia" (2005) y "Todos están bien" (2006).

Sea como fuere, la película que compone Krasinski es un trabajo que aunque maneja temas duros, lo hace con ligereza, sentido del humor y hasta dulzura. "Los Hollar" no tiene malicia, es optimista y se deja ver pero incurre en dos errores graves. El primero es que aborda una infinidad de asuntos, todos ellos interesantes, pero son tantos, la enfermedad de la madre, la empresa en ruinas de padre, el hermano divorciado tocando fondo, el protagonista estancado como artista gráfico, sus dudas con su actual pareja, los reproches entre hermanos, etc. y hay tan poco tiempo, que lo solventa todo con una superficialidad asombrosa. Están ahí y nada más.

Y ahora vamos a lo que más me solivianta. Admito que mi principal interés o diría más bien que mi único interés en "Los Hollar" residía en ver a Mary Elizabeth Winstead. Pues bien, resulta que sale en una única escena que dura menos de tres minutos y medio. Y no es que estuvieran enfocándola a ella todo el rato, que en la secuencia hay más gente y también chupan cámara. En fin, que es una estafa al espectador. Eso sí, estaba tan hermosa que hasta me ha sorprendido. Lo peor de todo es que es esta historia de la novia de juventud del protagonista y ella lo más interesante de largo del film pero, aún más que el resto, su tratamiento es una parida.