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Bélico. Acción. Thriller
El 11 de septiembre de 2012, en el aniversario de los ataques terroristas a las Torres Gemelas y al Pentágono, un grupo de milicianos islamistas atentaron contra el consulado estadounidense y un anexo cercano de la CIA en Bengasi, Libia. Un equipo de seis miembros de Operaciones Especiales de Estados Unidos fue enviado para rescatar a los supervivientes. (FILMAFFINITY)
14 de agosto de 2016
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
[...] Tristemente, “13 horas: los soldados secretos de Bengasi”, por mucho que se pueda percibir quien maneja la cámara y quien impone sus reglas en el juego, resulta cuanto menos un producto completamente desdibujado y poco atractivo. Para ponernos en situación nos encontramos en uno de los episodios de la historia actual que si bien es cierto puede que no tuviera tanto bombo como otros sucesos sí que es cierto que fue uno de los momentos más tensos vividos por soldados americanos en territorio hostil [...]. Bay decide recurrir a actores poco conocidos siendo James Badge Dale y John Krasinski los que abanderan el grupo para así, de esta forma, darle esa sensación de cercanía y hacer que los espectadores se impliquen con los personajes más por sus historias que por su afinidad con los actores que los interpretan. En ese aspecto la proeza heroica se recibe con gusto pero hay que saber manejar la situación, más aún cuando estamos hablando de una batalla donde lo que impera son las historias humanas, los familiares que les rodean y cómo se implican los soldados entre unos y otros para recibir el apoyo, la fuerza y la amistad y así convertirse, todos juntos, en una familia. Tristemente el director nunca ha sido pródigo en conseguir los matices necesarios en el género del drama. Le viene muy grande.
Si ya en “Pearl Harbor”, que es el único caso donde podía verse ese sobre esfuerzo enfocado a las emociones implícitas, caía en más de una ocasión en el patetismo y en la comedia involuntaria, aquí, en estas 13 horas, todo resulta insustancial, no logramos conectar con apenas ningún personaje por mucho que veamos que son padres, que tienen esposas, amigos, hijos y familiares al otro lado del mundo y que los vemos a través de la pantalla del ordenador como único medio de contacto. No hay nada que haga que nos impliquemos. Los diálogos son abultados, en muchos casos bufos, sin los matices necesarios para resultar inspiradores o atractivos [...]. Bay rueda de forma plana y sin apenas atractivo todas las escenas donde los soldados se relajan y pasan de ser combatientes a personas anónimas que viven, que tienen familias, problemas, miedos, temores pero que siguen sirviendo a su país como siempre han hecho aunque podría decirse que por primera vez el director deja a un lado el héroe convertido en personaje de acción y deja aflorar al hombre que se encuentra detrás de cada soldado. Con una duración excesiva que no ayuda, la historia va avanzando a trompicones, sin mucho acierto pues las escenas de despachos poco o nada importan al igual que las batallas dialécticas entre los soldados y el jefe de mando son aburridas. Huelga decir que este personaje no tiene matices, tan sólo escupe sus frases cual juego de memorización para no llegar a nada más. Aparece, suelta sus diálogos y se va [...].
Aún estando basada en hechos reales Michael Bay está mucho más interesado en la parte técnica, en la pirotecnia que siempre ha primado e imperado en todas sus películas. Podría decirse que, así como los efectos especiales son los que deben estar al servicio de la historia, en la filmografía del director sucede al revés: son los actores los que están para uso y disfrute de la parte técnica. La forma por encima del fondo en todo momento. Una vez dejamos atrás toda la parte previa al ataque y nos adentramos en la batalla pura y dura se desata un espectáculo de fuego, explosiones, tiros, muertos y muerte al mismo tiempo que demuestra cuanto ama y disfruta el director todo lo que representa la escafandra de un film. La segunda mitad la película se despoja de toda la parte humana para adentrarse en la guerra pura y dura. Una vez más el enemigo será presentado como una masa enfurecida, indefinida, sin rostros conocidos identificables y que son presentados como un enemigo sin apenas matices más allá del odio hacia los soldados que son considerados invasores. En ningún momento vemos a los integrantes del bando contrario más allá de algún líder pero apenas centra la cámara el objetivo en sus motivos y acciones. En ese aspecto todo está reducido a un par de escenas sueltas y desperdigadas [...].
No hay ninguna duda que Michael Bay se inspira o bebe de títulos recientes como “Black Hawk derribado” (Ridley Scott, 2001) de la cual intenta conseguir la puesta en escena vibrante y adrenalítica de encontrarse en territorio enemigo sin tener la seguridad de sobrevivir ante un ataque tan indiscriminado o “En tierra hostil” (2008) y “La noche más oscura” (2012), ambas de Katheryn Bigelow de las cuales intenta lograr la tensión agresiva de la puesta en escena de una directora que en género de acción sigue siendo uno de los grandes referentes al respecto. Aún reconociéndose el esfuerzo de implantar el estilo de esas películas en “13 horas: los soldados secretos de Bengasi” en ninguno de los casos resulta bien parado. Tanto Scott como Bigelow, cada uno en lo suyo, resultan eficaces en sumo grado, dominan el tempo, el montaje, la dirección y ante todo la sensación de peligro constante, haciendo partícipe en todo momento tanto a los personajes como al espectador de ese peligro que se esconde tras cada esquina logrando que se conviertan, en cierta medida, en películas de un cine casi documental, donde cada escena podría ser una clase magistral de cómo conseguir aunar realidad con espectáculo. Aquí, a pesar de haber algunos instantes logrados en medio del fragor de la guerra, no hay apenas empaque ni coherencia, todo va por caminos distintos sin un resultado satisfactorio. Tristemente, dado el exceso por el exceso, la planicie toma forma. Tampoco quiero decir que la película sea aburrida en todo su conjunto pues todo cuanto sucede está en pleno movimiento y no hay ni un solo segundo donde la cámara esté quieta. Hacerlo así es una forma de contrarrestar la calma tensa de la primera parte.
- continúa en spoiler -
Si ya en “Pearl Harbor”, que es el único caso donde podía verse ese sobre esfuerzo enfocado a las emociones implícitas, caía en más de una ocasión en el patetismo y en la comedia involuntaria, aquí, en estas 13 horas, todo resulta insustancial, no logramos conectar con apenas ningún personaje por mucho que veamos que son padres, que tienen esposas, amigos, hijos y familiares al otro lado del mundo y que los vemos a través de la pantalla del ordenador como único medio de contacto. No hay nada que haga que nos impliquemos. Los diálogos son abultados, en muchos casos bufos, sin los matices necesarios para resultar inspiradores o atractivos [...]. Bay rueda de forma plana y sin apenas atractivo todas las escenas donde los soldados se relajan y pasan de ser combatientes a personas anónimas que viven, que tienen familias, problemas, miedos, temores pero que siguen sirviendo a su país como siempre han hecho aunque podría decirse que por primera vez el director deja a un lado el héroe convertido en personaje de acción y deja aflorar al hombre que se encuentra detrás de cada soldado. Con una duración excesiva que no ayuda, la historia va avanzando a trompicones, sin mucho acierto pues las escenas de despachos poco o nada importan al igual que las batallas dialécticas entre los soldados y el jefe de mando son aburridas. Huelga decir que este personaje no tiene matices, tan sólo escupe sus frases cual juego de memorización para no llegar a nada más. Aparece, suelta sus diálogos y se va [...].
Aún estando basada en hechos reales Michael Bay está mucho más interesado en la parte técnica, en la pirotecnia que siempre ha primado e imperado en todas sus películas. Podría decirse que, así como los efectos especiales son los que deben estar al servicio de la historia, en la filmografía del director sucede al revés: son los actores los que están para uso y disfrute de la parte técnica. La forma por encima del fondo en todo momento. Una vez dejamos atrás toda la parte previa al ataque y nos adentramos en la batalla pura y dura se desata un espectáculo de fuego, explosiones, tiros, muertos y muerte al mismo tiempo que demuestra cuanto ama y disfruta el director todo lo que representa la escafandra de un film. La segunda mitad la película se despoja de toda la parte humana para adentrarse en la guerra pura y dura. Una vez más el enemigo será presentado como una masa enfurecida, indefinida, sin rostros conocidos identificables y que son presentados como un enemigo sin apenas matices más allá del odio hacia los soldados que son considerados invasores. En ningún momento vemos a los integrantes del bando contrario más allá de algún líder pero apenas centra la cámara el objetivo en sus motivos y acciones. En ese aspecto todo está reducido a un par de escenas sueltas y desperdigadas [...].
No hay ninguna duda que Michael Bay se inspira o bebe de títulos recientes como “Black Hawk derribado” (Ridley Scott, 2001) de la cual intenta conseguir la puesta en escena vibrante y adrenalítica de encontrarse en territorio enemigo sin tener la seguridad de sobrevivir ante un ataque tan indiscriminado o “En tierra hostil” (2008) y “La noche más oscura” (2012), ambas de Katheryn Bigelow de las cuales intenta lograr la tensión agresiva de la puesta en escena de una directora que en género de acción sigue siendo uno de los grandes referentes al respecto. Aún reconociéndose el esfuerzo de implantar el estilo de esas películas en “13 horas: los soldados secretos de Bengasi” en ninguno de los casos resulta bien parado. Tanto Scott como Bigelow, cada uno en lo suyo, resultan eficaces en sumo grado, dominan el tempo, el montaje, la dirección y ante todo la sensación de peligro constante, haciendo partícipe en todo momento tanto a los personajes como al espectador de ese peligro que se esconde tras cada esquina logrando que se conviertan, en cierta medida, en películas de un cine casi documental, donde cada escena podría ser una clase magistral de cómo conseguir aunar realidad con espectáculo. Aquí, a pesar de haber algunos instantes logrados en medio del fragor de la guerra, no hay apenas empaque ni coherencia, todo va por caminos distintos sin un resultado satisfactorio. Tristemente, dado el exceso por el exceso, la planicie toma forma. Tampoco quiero decir que la película sea aburrida en todo su conjunto pues todo cuanto sucede está en pleno movimiento y no hay ni un solo segundo donde la cámara esté quieta. Hacerlo así es una forma de contrarrestar la calma tensa de la primera parte.
- continúa en spoiler -
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
No seré yo el que el que niegue algunos apuntes interesantes que demuestran que aunque Bay se haya tornado un poco acomodado en el riesgo y no cuente con un espectáculo de primera orden sí que ofrece algunas pinceladas agradecidas como la escena donde el enemigo va avanzando entre neblinas, convertidos casi en monstruos de película de terror. Tampoco desmerece la escena donde los soldados van en el coche y se equivocan de camino para acabar metidos en una emboscada de difícil solución. Incluso el momento donde los guardaespaldas se encuentran encerrados al servicio y protección del embajador pudiera decirse que hay cierto esmero escénico. Sería un necio si pasara por alto los últimos minutos donde los soldados se encuentran en el límite de sus fuerzas y donde el dolor se hace patente (la rotura del brazo es brutal, seca, desagradable y muy lograda). No se puede negar que la traslación a la gran pantalla del libro “13 Hours: The inside account of what really happened in Benghazi”, de Mitchell Zuckoff y guionizado por Chuck Hogan intenta ser un homenaje a esos héroes anónimos (¿y qué soldado no lo es?) que entregaron sus vidas al servicio de un país que decidió “sacrificar” a sus luchadores ante una circunstancia que les sobrepasa al no poder reconocer su presencia en Bengasi. En esos aspectos sí puedo notar las intenciones de un director que hasta la fecha siempre se ha sentido a gusto agitando la bandera patriótica pero esta vez decide no ser tan permisivo en ese aspecto y sí mostrar la parte más crítica y menos entregada de hombres que sienten que tienen que hacer ciertas cosas por el deber aún a pesar de no sentirse tan motivados al cien por cien.
Aún así no se puede obviar ni negar que estos soldados se convierten en los adalides de la defensa, el honor, la protección, la entrega y la lucha por salvar a todo cuanto representa su país sin importarles que éste no pueda ofrecerles un salvoconducto de buenas a primeras. De esta forma, tal y como presenta su ofrenda Bay, puedo llegar a ver ciertas intenciones por capturar la esencia de “El último superviviente” (Peter Berg, 2013) donde se notaba que lo bélico era importante al tratarse de un filme donde el fragor de la batalla es lo importante pero hay mucha más incisión en el valor humano, en el entregar la vida de uno en pos de la salvación de los demás. Pero no logra llegar a dar en la diana como le hubiese gustado pues falla en todos los aspectos posibles. Le falta la empatía en los momentos calmos y la garra hipnótica en las escenas activas. Puede decirse que al director de “Dolor y dinero” le ha superado un ejercicio de estilo tan grande como éste cuando hasta la fecha de hoy siempre había logrado mantener cierto atractivo (excesivo) en sus propuestas. Si bien es cierto que la gran mayoría de su filmografía no es para echar cohetes en cuanto a cinematografía exquisita se refiere sí puede decirse que sus películas siempre se han convertido en espectáculos visuales estetas bastante atractivos como mínimo en ese único aspecto (los guiones lo dejamos para otro debate). Pero despojarse de su sello para ponerse serio y trascendental le es una clase de cine que le viene muy grande por no decir que debería abandonarlo de ahora en adelante pues demuestra que no saber jugar con las emociones (necesarias) para un producto como éste, sus sobradas juguetonas aquí no ayudan a pesar de haber algún momento algo atractivo más allá de la batalla como la escena del control militar donde los dos soldados se encuentran rodeados por la milicia y deben recurrir al ingenio para sobrevivir. Tampoco digo que él deba enclaustrarse hasta el fin de sus días en ofrecer entregas protagonizadas por robots transformables pero desde luego el cine serio y maduro no está hecho para él. Tampoco pasa nada por reconocer los límites de cada uno.
Crítica completa: https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/08/15/critica-13-horas-los-soldados-secretos-de-bengasi-michael-bay-2016-estilo-desubicado/
Aún así no se puede obviar ni negar que estos soldados se convierten en los adalides de la defensa, el honor, la protección, la entrega y la lucha por salvar a todo cuanto representa su país sin importarles que éste no pueda ofrecerles un salvoconducto de buenas a primeras. De esta forma, tal y como presenta su ofrenda Bay, puedo llegar a ver ciertas intenciones por capturar la esencia de “El último superviviente” (Peter Berg, 2013) donde se notaba que lo bélico era importante al tratarse de un filme donde el fragor de la batalla es lo importante pero hay mucha más incisión en el valor humano, en el entregar la vida de uno en pos de la salvación de los demás. Pero no logra llegar a dar en la diana como le hubiese gustado pues falla en todos los aspectos posibles. Le falta la empatía en los momentos calmos y la garra hipnótica en las escenas activas. Puede decirse que al director de “Dolor y dinero” le ha superado un ejercicio de estilo tan grande como éste cuando hasta la fecha de hoy siempre había logrado mantener cierto atractivo (excesivo) en sus propuestas. Si bien es cierto que la gran mayoría de su filmografía no es para echar cohetes en cuanto a cinematografía exquisita se refiere sí puede decirse que sus películas siempre se han convertido en espectáculos visuales estetas bastante atractivos como mínimo en ese único aspecto (los guiones lo dejamos para otro debate). Pero despojarse de su sello para ponerse serio y trascendental le es una clase de cine que le viene muy grande por no decir que debería abandonarlo de ahora en adelante pues demuestra que no saber jugar con las emociones (necesarias) para un producto como éste, sus sobradas juguetonas aquí no ayudan a pesar de haber algún momento algo atractivo más allá de la batalla como la escena del control militar donde los dos soldados se encuentran rodeados por la milicia y deben recurrir al ingenio para sobrevivir. Tampoco digo que él deba enclaustrarse hasta el fin de sus días en ofrecer entregas protagonizadas por robots transformables pero desde luego el cine serio y maduro no está hecho para él. Tampoco pasa nada por reconocer los límites de cada uno.
Crítica completa: https://claquetadebitacora.wordpress.com/2016/08/15/critica-13-horas-los-soldados-secretos-de-bengasi-michael-bay-2016-estilo-desubicado/