No podemos olvidarnos de la referencia a los cómics y al cine noir que se hace en la película, con el uso tan artístico de los subtítulos que se asemejan a los rótulos de las viñetas o en la elección del protagonista, una suerte de superhéroe a lo Clark Kent, alto, bien parecido, con su pelo negro y flequillo ensortijado, su gabardina y gafas de pasta rectangulares, pero que, a diferencia de Superman, no ejerce de periodista, sino que trabaja en un taller de reparaciones junto a su padre y utiliza su “superpoder” o don del intelecto e ingenio para ponerlo al servicio de la humanidad, algo así como un Hermes moderno, ese moderno Prometeo que mediante el conocimiento ofrece la salvación al ser humano. En este filme, dicho protagonista es la representación de la hermenéutica, ya que, actúa como un Hermes heroico: “la imaginación ha salvado a los hombres” –como aparece en el dibujo de las botas de Hermes en uno de los fragmentos de la película–. Es más, en la escena de los globos, él es el que abandera la marcha usando sus botas con hélices –en vez de plumas– para desplazarse.

Al igual que la historia está desprovista de teleología y que ninguna versión del progreso más inmediato puede ser defendida con valores absolutos, la hermenéutica de La antena se plantea como una crítica, desde la reflexión y preocupación, acerca de la importancia que los medios de comunicación ejercen en la idiosincrasia posmoderna en la que habitamos.