La familia Firefly tratará de huir, sin dejar un alma en pie, del Sheriff Wydell, quién tratará de vengarse y tomar la justicia por su mano.

Se trata de la secuela de “La casa de los 1000 cadáveres”, también dirigida por Rob Zombie, la cual fue su ópera prima, y que ya dejaba ver su estilo e influencias. Sin embargo, el salto de calidad de una a otra me deja sin palabras, una dirección digna de un veterano y no de un cantante.

Tanto en una entrega como en la otra, no faltan los guiños hacia el cine de explotación de los 70, haciendo un claro homenaje a la depravada y malsana “La matanza de Texas”, pero es que en esta va más allá, plasmando a la perfección sus colores desérticos y repugnantes escenarios. Además utiliza transiciones de movimientos de pantalla, pausas en medio de la acción y zooms muy forzados. Otras películas de similar estilo son “Las colinas tienen ojos” o “Trampa mortal”.

Ni mucho menos es apta para todos los públicos, llena de violencia y depravación sexual que se mezclan para darnos la peor imagen del ser humano, recuerda a películas como “La última casa a la izquierda”, “Trampa para un violador” y “La violencia del sexo”.

En cierta medida se nos quiere hacer empatizar con esta despiadada familia, mostrándonos ese estilo de vida característico de los redneck y la marginación del pueblo más interior de Texas.

Un espectáculo frenético, de continuos giros argumentales que van aumentando el suspense, sin dejarte apartar la mirada de la pantalla. Ni tampoco el oído, porque vaya genialidad de canciones que eligió para este filme.

Un reparto hecho por y para estos personajes, destacando a Sheri Moon que para mí es la Margot Robbie del terror.

«El campo daba miedo», decía Tobe Hooper refiriéndose al rodaje de “La matanza de Texas”.