Exitosa adaptación del cómic del anti-héroe de Marvel, Deadpool. Cuenta la historia de Wade Wilson, un ex operativo de las fuerzas especiales transformado en mercenario, que tras descubrir que sufre de una grave enfermedad terminal, acepta someterse a un tratamiento con el que se recupera, adquiere habilidades especiales y efectos secundarios no muy gratos. Por lo que se convierte en Deadpool, un maquiavélico y retorcido personaje, quien con humor negro buscará venganza del hombre que lo convirtió en un monstruo. Creo que el éxito de la película se debe, además de su humor ácido, las referencias a otras películas de súper héroes y de la cultura pop, a que es una película que acepta lo que es, lo acepta con orgullo y no pretende ser otra cosa. Consciente de sus limitaciones, no sólo las acepta sino que se burla de ellas, lo que quizás genera un efecto de familiaridad y empatía con la historia, y especialmente con el personaje, que es encarnado de forma efectiva por Ryan Reynolds, quien tan afín con el personaje que interpreta, no duda en burlarse de sí mismo como celebridad. Y aunque a veces las bromas sean malas, corrientes, predecibles y baratas, la película logra solventarlas con ese mismo espíritu de autoaceptación, jejeje. Suena raro, pero es cierto, y como este nuevo ingrediente o fórmula ha resultado en taquilla, seguramente lo seguirás explotando. Personalmente, la propuesta no me desagrada, y al contrario me ha parecido entretenida.

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