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Voto de bogartiano:
10
Intriga En 1945, un hombre con un solo brazo llega al desolado pueblo de Black Rock. Es John MacReedy (Spencer Tracy) y busca a Joe Komaco, un granjero japonés cuyo hijo le salvó la vida durante la guerra. El comportamiento de los vecinos es extrañamente hostil y grosero, y las preguntas de MacReedy sobre Komaco no reciben respuesta. Es evidente que ocultan algo, lo que despierta la curiosidad del forastero, que no está dispuesto a irse antes ... [+]
23 de enero de 2010
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ese tren que transporta a John McReedy (Spencer Tracy) a Black Rock es como un puñal introduciéndose en el corazón rural de EE.UU, todavía almacenando odio y rencor a todo el que es diferente a ellos. Tuvieron que ser muchos los hombres que sufrieron tremendas injusticias, por el mero hecho de ser de origen japonés, en tierras norteamericanas después del ataque nipón a Pearl Harbour. Hombres que habían colaborado con su esfuerzo e incluso con sus vidas para el avance y el progreso del país, (aplastante avance y progreso, por cierto) pero que vieron como eran arrastrados por la sinrazón y la injusticia al ostracismo, a la locura y a su eliminación como seres humanos. Pocas veces hemos visto en cine el trato de este tema, por eso Bad Day at Black Rock, me parece un auténtico alarde de sinceridad, sentimiento de culpabilidad reconocido, y perdón a las personas que sufrieron ese expolio.

Sturges tiene al mejor actor para protagonizar el papel principal, que es Tracy, que a pesar de estar algo mayor, muestra sus mejores dotes de actor, para hacernos conmover a todos. No le faltaba razón a Sidney Lumet, cuando dijo que Tracy estaba entre los tres mejores actores de la historia. Cuando pisa Bad Rock y llega al hotel mirando fijamente a todo el mundo, nos hace emocionar de verdad. Todos le escrutan con desconfianza y utilizan malos modos para provocarle y sacarle de quicio, pero no lo consiguen. Incluso ironizan sobre su propia seguridad personal. Pocos actores podrían haber interpretado este papel. Como aguanta las miradas y como se va abriendo paso poco a poco en las entrañas del caso que sucedió en el pueblo y que todo el mundo trata de ocultar pase lo que pase. Un auténtico psicólogo, que ve quien es más proclive a ser sincero y a reconocer la verdadera historia que ocurrió en Black Rock.

Cuando vemos al sheriff echando una siesta en el interior de una celda abierta, nos damos cuenta que la justicia y el orden se encuentran atrapados en una jaula, cuyos dueños son Smith (Robert Ryan, otro papelón) y sus secuaces interpretados por Lee Marvin y Ernst Borgnine. McReedy se da cuenta de todo ello y avanza con lógica, tesón, decisión y autocontrol. Todo esto exaspera a los matones que no dudan en provocarle continuamente. La escena entre McReedy y Smith, tratando de ponerse nerviosos mutuamente, y como Tracy incomoda e incordia, con respecto al trato del tema de los japoneses y pone finalmente fuera de sí a Ryan, es para enmarcar. McReedy, herido en la guerra, quiere entregar una condecoración de un amigo que le salvó la vida, a su padre, que vivía en Black Rock. Encuentra algo que le llena de vida, después de pasar por un calvario, que nos da a entender que fue la guerra para él.

Economía de medios, rodada en Cinemascope y en Eastmancolor, utiliza Sturges para editar esta valiente y memorable cinta. Y todo en 80 minutos escasos. ¿Se puede pedir más?
bogartiano
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