Reconozco que cuando la vi era muy joven y no tenía el suficiente criterio para valorarla justamente. Han pasado los años y como adulto he decidido volver a verla para evaluarla como se merece y hacerle justicia. Se trata de un film intimista sobre la original relación amorosa entre una viuda muda, cuyo padre la vuelve a casar con un granjero Neozelandés, y un vecino que se siente atraído por ella y su virtuosismo al tocar el piano.

Estamos ante un inusual drama romántico ambientado en la exótica Nueva Zelanda de mediados del siglo XIX en el que Harvey Keitel, después de hacerse con el piano de Hunter, le ofrece recuperarlo a cambio de que toque para él y deje que éste la seduzca. Holly Hunter ganó el oscar con todo merecimiento en su perfecta caracterización de viuda que se pasa toda la película sin pronunciar una palabra y que sólo se comunica con los demás a través de señas, papelitos escritos y sobre todo, el piano. Hunter demuestra toda su expresividad en un papel que a los académicos les encanta premiar. Su hija en la ficción Anna Paquin también ganó el preciado galardón convirtiéndose en una de las actrices más jóvenes en lograrlo.

De la película me quedo con el gran trabajo de sus protagonistas, la preciosa fotografía de los bellos parajes neozelandeses y sobre todo la emocionante banda sonora de Michael Nyman. Lo que me parece increíble es que a este último ni tan siquiera le nominaran al oscar por su espléndido trabajo para esta película.