Pocas películas me habrán parecido tan malas como Striptease. No se puede hacer todo por dinero y más cuando lo ganas a espuertas. No se entiende como una buena actriz como Demi Moore aceptó protagonizar este engendro. Las críticas fueron devastadoras y su carrera nunca volvió a ser la misma. Para esta película se rellenó de caucho y se fue al gimnasio a moldear su cuerpo para después lucirlo desnudo un par de escenas en las que enseña los pechos de piedra rebosantes de silicona. Eso sí, hay una buena razón, ella ha perdido su empleo y necesita el trabajo de striper para ganarse un dinerillo extra y que su odiado ex-marido no se lleve a su hija. Sus movimientos en el escenario acaban por llamar la atención de un congresista cachondo habitual en los locales de alterne.

La película es infame. Una criatura mal parida en la que todos hacen el ridículo más de la cuenta, especialmente Moore, Robert Patrick y por supuesto Burt Reynolds. Su papel es absurdo, hay escenas como aquella en la que se unta de aceites corporales y luego se viste, que son bochornosas. El argumento es grotesco y hace aguas por todos lados. La película es malísima no hay por donde cogerla, no hay nada que merezca la pena ni siquiera los pechos recauchutados de la Moore.